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I.- ¿Qué se puede esperar de un oligarca arrodillado a los pies del imperialismo?

De Luis Abinader, presidente de la República Dominicana, no se puede esperar nada bueno en términos de patriotismo y solidaridad con las naciones acosadas o consideradas enemigas por el imperialismo yanqui (Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia, Corea del Norte, Irán, Yemen, Siria, Líbano, Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, China, Vietnam...).

De Luis Abinader, presidente de la República Dominicana, no se puede esperar nada bueno en términos de patriotismo y solidaridad con las naciones acosadas o consideradas enemigas por el imperialismo yanqui (Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia, Corea del Norte, Irán, Yemen, Siria, Líbano, Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, China, Vietnam...). Cualquier país que intente desarrollarse económicamente al margen de Estados Unidos cae, automáticamente, en la definición de Estado terrorista o violador de los derechos humanos, como si Dios Todopoderoso le hubiese concedido la responsabilidad de hacer de policía mundial. Pero eso no es lo peor; lo peor es que mandatarios serviles, sin carácter, validen tan oprobiosa tarea, cuyos principales atributos son el saqueo, la destrucción y el asesinato de millones de seres humanos inocentes, entre los que sobresalen niños y mujeres, tal es el caso del genocidio que comete actualmente Israel con los palestinos, acción que no sería posible sin el soporte económico y militar de los gringos, causantes de todas las desgracias que vive la humanidad.

Con relación a Haití, primer tema conflictivo que le tocó enfrentar, el presidente dominicano cometió un grave error al apoyar la propuesta de Joe Biden (presidente de Estados Unidos solo de nombre) de “pedir” a la Organización de Naciones Unidas (ONU) que intervenga en Haití (cuando EE. UU. nunca ha respetado ningún mandato de la ONU y ha intervenido en medio mundo) con tropas encabezadas por Kenia, país -donde hay asentados militares yanquis- con el que Biden (el Pentágono) condicionó un acuerdo económico a cambio de que William Ruto, el presidente keniano con quien se reunió Abinader -¡Y NO DEBIÓ!-, “mejore sus relaciones con Israel y deje de apoyar los boicots internacionales en su contra, así como no dañar los intereses económicos de este”.
La lucha que sostuvo el pueblo dominicano contra Haití no fue una guerra vulgar. El pueblo dominicano defendía, más que su independencia, su idioma, la honra de su familia, la libertad de su comercio, mejor suerte para su trabajo, la escuela para sus hijos, el respeto a la religión de sus antepasados, la seguridad individual... Era la lucha solemne de costumbres y de principios que eran diametralmente opuestos; de la barbarie contra la civilización”.
Eugenio María de Hostos
Abinader debía saber que detrás de la construcción del canal, de la que conocía desde 2021, están los intereses canadienses y norteamericanos para la explotación minera en Haití, actividad que requiere mucha agua. Al apoyar a Biden (al Pentágono) y reunirse con Ruto para tratar lo de la fuerza de intervención que encabezará Kenia -que no es más que una cara africana para el imperialismo yanqui-, está apoyando, inconscientemente (¿será?), el acuerdo que necesariamente se desprenderá de este juego político para validar la terminación del canal o, en su defecto, la implementación de alguna otra obra que comprometa el agua de un río que nace en la República Dominicana.

El apoyo a Biden y la reunión con William Ruto -primer mandatario de Kenia a quien Abinader definió, con ingenua precipitación, “amigo de República Dominicana”- maniatan al gobierno dominicano. Si Biden (él no, el Pentágono; él no tiene capacidad para pensar, pues -él mismo- reconoció que dice lo que le ordenan) hubiese tenido reales y buenas intenciones, ¿por qué los reyes del intervencionismo no encabezan esa fuerza -convirtiendo en saludable ese hecho, por demás ignominioso- para organizar y adecentar un grupo de gente buena, subyugada por la perversa oligarquía haitiana, que vive en un potrero que ni siquiera cuenta con las regulaciones a las que son sometidos los caballos?

El gobierno de Abinader está obligado a construir una presa en territorio dominicano para embalsar el agua del río Dajabón, dejarlo seco en la frontera y suministrar este valioso recurso a los agricultores dominicanos con la construcción de canales de riego. Si esta obra no se hace (medida de contención ante lo que hace Haití), los tentáculos yanquis (y canadienses) habrán hecho de las suyas… Es lo que urge, pero, ¿tiene alguna responsabilidad este gobierno con lo que sucede? La incertidumbre que representa el eterno problema haitiano nos lleva a adjudicar a las autoridades o al pueblo de Haití cada una de las crisis que han generado y nos han traspasado. Visto así, parecería que no tenemos culpa alguna de sus desgracias; empero, si analizamos la extraña e imprudente conducta de quienes nos han gobernado desde que a Juan Bosch lo derrocaran, en septiembre de 1963, tendríamos que concluir que, en cierta medida, tenemos desaciertos que cargar.

¿Puede alguien, con honestidad y un poco de sentido común, explicar cómo es posible que “Somos Pueblo”, un canal a nivel de redes que se mueve como el viento cuando de sus intereses económicos se trata, haya hecho público un documento -data de 2021, o sea, de hace dos años- que contiene los planteamientos de una reunión bilateral (entre funcionarios y técnicos de Haití y República Dominicana) de la que formaron parte varios ministerios y agencias del gobierno dominicano, y que hoy el presidente Abinader aparezca como un paladín del nacionalismo, cerrando frontera y bravuconeando, cuando nos vemos precisados a asumir que él tenía pleno conocimiento de lo esbozado y suscrito en ese encuentro (de carácter oficial) que analizó e hizo propuestas acerca de la construcción de un canal del otro lado de la frontera que deriva agua del río Dajabón?

Continuará...

Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
20 de agosto de 2024