III.- Los descarríos de Leonel Fernández en la vida política dominicana...
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Para las elecciones de mayo del año del 2000 el panorama político era tenebroso; las opciones no eran las mejores: Joaquín Balaguer -con nefasto historial, 94 largos y pesados años sobre su espalda y ciego, "sordo y mudo"-, Hipólito Mejía -un capaz técnico del área agrícola que encarna la esencia del dominicano en cuanto a su comportamiento y forma de expresarse, honesto, pero encabezando un infausto partido que se ha caracterizado por sus truhanerías- y Danilo Medina -el otro peledeísta que, con relación a la vileza, no tiene nada que envidiarle a Leonel Fernández-. Decíamos en Ni Balaguer, ni Hipólito, ni Danilo, un escrito nuestro del 8 de mayo de ese año, que era "un certamen electoral sin alternativas saludables".
Por razones obvias era de esperarse que el PLD saliera del poder. Leonel Fernández había pasado por la casa de gobierno para enriquecerse (FUNGLODE es la muestra más irrefutable); había convertido el Estado en un comité de base del PLD en el que los "compañeritos" cobraban del erario sin retribuir esfuerzo alguno (comenzaban a socializar, algo que su condición de clase les vedaba: el whisky había comenzado a formar parte de su nuevo estilo de vida, la carne de chivo escaseó porque era consumida en demasía en las actividades partidistas "extracurriculares", habían desaparecido los pañuelos que se usan en el cuello para impedir que las pocas camisas se ensucien (desaparecieron sólo para ellos; los infortunados continúan, por obligación, con la misma práctica), y los zapatos de vacío -esos que por ser un solo par terminan con un hoyo que permite succionar monedas y ventilar los pies- habían quedado atrás, como atrás había quedado, en tan solo meses, la capa social de procedencia). Las negociaciones que emprendió con la delincuencia le llevó a subvencionar "la paz", modalidad que consistió en pagar, con dinero del Estado, a criminales y delincuentes para que cesaran sus actividades facinerosas, mismos que de inmediato pasaron a engrosar las filas de los "Núcleos de Trabajo del PLD".
El PLD se había convertido en un partido populista -de la misma calaña que el Partido Reformista y el Partido Revolucionario Dominicano- que degeneraría en consecuencias peores a las dejadas por esas dos organizaciones: al aprender política (bajo la tutela de Juan Bosch), sus dirigentes desarrollarían suficientes destrezas en administración del Estado, organización, disciplina y manejo de finanzas, prácticas que les servirían, no para gobernar con honestidad para todos los dominicanos, sino, para desfalcar los recursos públicos, encubrir sus fechorías y burlarse de toda la sociedad, a la que deformarían moralmente como nunca antes lo habían hecho líderes de otras organizaciones.
Esos "genios", «que construyeron puentes y túneles, creyeron que la sociedad había cambiado con la construcción de esas obras». ¡Qué equivocados estaban! No tuvieron «la capacidad de entender que las sociedades no cambian con las obras materiales; que las sociedades cambian con la educación, con la reglamentación, con el ejercicio cabal de las leyes y, sobre todo, en términos de clases, cuando la baja pequeña burguesía tiende a disminuir hasta llegar al nivel que le corresponde, haciendo lo que es natural en sociedades avanzadas y dando paso al desarrollo formal de la burguesía, que paralelamente desarrolla la clase obrera (en todas sus capas, y de manera honrada, no escalando niveles más altos desfalcando los dineros del pueblo, ni prostituyendo, dentro del ejercicio público, los deberes y facultades inherentes a los cargos)» [PLD y EE. UU.: comparación sociopolítica].
Leonel Fernández es considerado el político más corrupto, según firma encuestadora Markestrategia. Foto y pie tomados de SANTODOMINGOALDIA.COM.DO
«Nuevos millonarios se desarrollaron en esos primeros cuatro años sin que al titular del Ejecutivo le importasen los recursos del Estado (era lógico, Leonel Fernández fue el principal beneficiario: lo suyo está en FUNGLODE y en las cuentas de sus grandes amigos -oligarcas a los que permitió aumentar sus riquezas y compañeritos del partido que hoy ostentan fortunas indecentes-). No se sancionó a nadie en el partido, exceptuando a la única persona que desde los inicios del gobierno hizo señalamientos acerca de corrupción. Los nuevos peledeístas (contaminados por el paso por el poder) establecieron otra concepción del PLD. Muchos cambiaron hasta las esposas porque no podían compartir con ellas en actividades sociales». Cualquier persona, sin importar valores morales, ingresó al PLD. Los reformistas se asentaron dentro del partido con el descarado favor de Leonel Fernández, quien buscaba ampliar su camada con oportunistas ideológicamente deformados para mantenerse perennemente detrás de la presidencia en una obscena competencia con su igual.
En el primer gobierno de Leonel Fernández se estableció el narcotráfico, proliferaron los robos y los atracos, y comenzaron los asesinatos no políticos a copar los titulares de los periódicos. En los consulados se vendían pasaportes a ciudadanos chinos, y miembros de la Fuerza Aérea Dominicana y de la Marina de Guerra fueron apresados por consumir y traficar drogas. Con una epidemia de dengue azotando el país, el secretario de Salud llamó locos a quienes pedían que se declarara Estado de Emergencia. Se depredaron las reservas científicas de la Cordillera Septentrional, a la vez que diputados del PLD agredían a periodistas y "un ciudadano sin cédula ejercería el voto y saldría electo senador". Los aparatos represivos impidieron la celebración de una feria donde se iba a exponer la realidad dominicana y a evaluar su gestión de gobierno, mientras embajadores en la República Dominicana, de diferentes países, pedían garantías para la inversión y señalaban que la corrupción y el incumplimiento de las leyes eran los principales obstáculos.
Durante esos cuatro años hubo apagones por falta de combustible, de dinero, de generación, de distribución y de transmisión; la falta de iluminación fomentó los accidentes de tránsito, los robos, los atracos y la ejecución de actos inmorales. La Iglesia Católica afirmó que la patria se veía amenazada por la inseguridad, el narcotráfico, la corrupción y el desorden y se celebró una actividad política en el Palacio Nacional, usando los dineros del pueblo dominicano, para hacer un homenaje a la figura del Dr. Balaguer sólo con la finalidad de que Leonel Fernández, ese paladín de la ignominia, le pudiese mostrar su agradecimiento a los reformistas. Por otro lado, funcionarios tomaron documentos del Palacio Nacional, supuestamente sin su consentimiento, y los presentaron en el Congreso para que se aprobaran proyectos que sólo los beneficiarían a ellos. En sus viajes de placer y compra de reconocimientos, que casualmente coincidían siempre con alguna crisis interna, Leonel Fernández adquiría lo que le viniese en ganas sin que nadie (persona o entidad) supervisara los gastos en los que incurría. Todos estos absurdos hicieron que el Estado en el que el Dr. Fernández ejerció la presidencia fuera reconocido como un Estado fallido. Leonel Fernández es muy legalista, pero parece que no muy moralista: cuando era un ciudadano común, desde la oposición, condenó los contratos de grado a grado, pero los ejerció, ya como presidente, bajo el argumento de que no existe legislación al respecto...
Ver: Leonel Fernández, ¿nuevo paradigma?
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Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
14 de septiembre de 2023