VIII - Los peligros de comer en el capitalismo
|
El mundo globalizado del siglo xxi es el de la subordinación real del consumo bajo el capital, un mundo en el que cada vez más gente intenta modificar su dieta o busca alternativas médicas simplemente para salvar la vida y curarse alguna enfermedad. Cada vez más gente ve amenazadas las premisas de su existencia y sólo puede responder cuestionando las condiciones de existencia del modo de producción capitalista, tanto en el plano de la conciencia como en el de la práctica. Quienes desde la política busquen transformar revolucionariamente a la sociedad burguesa se topan cada vez más —desde los setenta del siglo xx— con la cuestión ecológica, pero también —in crescendo— con la imbricación del modo de producción con el SAC y en general con la subordinación real del consumo bajo el capital.
El objetivo es el lucro por medio de la venta de medicamentos; en esta situación hay responsabilidad de la mayoría de los médicos que unen síntomas, recogen datos, alimentan estadísticas y producen informes (casi siempre financiados por la industria), que luego se difunden en congresos patrocinados por esas mismas compañías. La medicina y la práctica médica, sometidas en su totalidad bajo el capital, ya no sólo no pueden curar, sino que son las responsables directas de padecimientos degenerativos, pues promueven e impulsan el uso de medicaciones peligrosas y francamente agresivas para el enfermo.
La enajenación que el sujeto social ha sufrido del poder de curarse (es decir, que ya no tiene en sus manos la facultad de curarse porque le ha sido expropiada), se extiende también a los sujetos responsables de ejercer el dominio: los médicos (es decir, estos ya tampoco tienen la capacidad, que alguna vez tuvieron, de curar a nadie), quienes creen que en realidad el tipo de medicina que practican es la única manera de “salvar” la vida de la gente y por ello lo aplican en sus familias e incluso en su propio organismo.
El negocio médico farmacéutico ha encontrado jugosos espacios en las diversas fases de la vida de la mujer y en las funciones naturales femeninas, involucradas en la menstruación, el embarazo, el alumbramiento, la lactancia y la menopausia. Al crear confusión, desinformación, mitos y en algunos casos mentiras descaradas, la propaganda de la industria médico-farmacéutica favorece un ambiente de confusión en torno a asuntos relacionados con el cuerpo femenino y su salud. Resalta el intento del capital de tomar bajo su control los mecanismos naturales de la regulación femenina (el proceso hormonal).
Mientras más se afianza el SAC más profunda se vuelve la degeneración celular de los seres humanos, produciendo, con ello, enfermedades degenerativas. Este sistema no está hecho para la reposición celular natural de los seres humanos, sino que está distorsionado a favor de la reproducción ampliada de capital, que avanza y tritura en el camino los rincones salutíferos de la sociedad humana al imponerles las necesidades abstractas de reproducción del valor. A la multiplicación de diabetes, cáncer y obesidad se suma la de la esclerosis múltiple y el cáncer, muy probablemente provocados por el aspartame. Se profundiza así la crisis general del SAC en un sentido autodestructivo y degenerativo.
Como hemos visto, las enfermedades degenerativas son el producto histórico de diversas causas confluentes, cada una de las cuales presenta un grado diverso de crisis alimentaria. Así que si observamos de manera unitaria el fenómeno de las enfermedades degenerativas y el grado de crisis alimentaria que representan, tendríamos un cuadro de gran complejidad, en el que los diversos movimientos se encuentran escindidos entre sí, ignorantes de las repercusiones del problema en otros ámbitos que no sean de su competencia inmediata. La complejidad de esta crisis redunda en confusión. Es necesaria una conciencia clara que unifique los distintos movimientos parciales de respuesta a la crisis alimentaria —representada por las enfermedades degenerativas— en un solo movimiento más poderoso y eficiente que lleve a su vez a la crisis a una situación de resolución. Sin embargo, ello sólo puede lograrse mediante una lucha a largo plazo. Mientras tanto, las enfermedades degenerativas seguirán prosperando en medio de la inconsciencia casi generalizada. Con estas páginas queremos contribuir para que dicho plazo se acorte lo más posible.
De acuerdo a Carlos Marx, el capitalismo es inestable: produce auges y colapsos que terminarán destruyéndolo. Además, arruina la forma de vida de la clase media, que es su base social. Marx anticipó que habría un cambio en la forma en la que vivimos, y hace ya unas cuantos años que comenzamos a experimentarlo. El valor de una mercancía, para Marx, es el tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en ella; para obtener beneficios, los capitalistas compran la única mercancía capaz de producir valor: la fuerza de trabajo, y la compran muy por debajo de su valor. El capitalismo, que transforma todo lo que toca, tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos, sentencia que Marx pronunciaría hace más de siglo y medio y que parece haberse escrito ahora, como parte consustancial de este extraordinario documento que hemos resumido para que pueda llegar a un público más amplio, poco acostumbrado a leer 350 páginas sin una sola imagen.
Autores: Jorge Veraza (coordinador), Ricardo Aldana, Karina Atayde, Andrés Barreda, Rolando Espinosa, Silvia Espinosa, Gonzalo Flores, Fabiola Lara, Juan Vicente Martínez, David Moreno, Luis Eduardo Pérez y Mónica Vázquez
Sinopsis: Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
18 de junio de 2023