III - Los peligros de comer en el capitalismo
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La mayoría de los adultos no ingiere nada que no esté muy azucarado, desde vino, cerveza y cocteles, hasta bocadillos, refrigerios y verduras congeladas. Estas son malas noticias para todos, excepto para los que venden y comercializan azúcar. Uno de los aspectos de estas malas noticias son las caries dentales. La tasa de dientes cariados aumenta tan rápido que si los dentistas de EE. UU. trabajaran veinticuatro horas diarias, durante los siete días de la semana, arreglando dientes cariados, al final del año habría la misma cantidad de dientes esperando ser reparados que los que había al principio del año. La causa principal de las caries dentales la constituye el azúcar refinada en la alimentación. El azúcar refinada es el centro del SAC. El modo de producción capitalista es en general productivista, y ese productivismo el capitalista lo impone en términos sociales a quienes explota, y para extraer la mayor cantidad de plusvalía, el capitalista extrema la actividad de los trabajadores. El SAC aparenta liberar al sujeto humano con la multiplicidad de opciones y goces que le ofrece para, de esta manera, someterlo mejor.
Durante los últimos 100 años el azúcar se ha convertido en la principal fuente de energía para el cuerpo humano. Este hecho ha implicado un incremento del consumo de sacarosa que, a su vez, trajo aparejadas enfermedades como la obesidad, la diabetes y la epilepsia. En consecuencia, se ha buscado sustituirla con otros edulcorantes químicos y vegetales de menor contenido calórico y mayor poder endulzante. Los edulcorantes químicos aún no han logrado suprimir los efectos negativos de la sacarosa; además de que pierden su poder endulzante, se vuelven tóxicos a temperaturas altas. Pero sobre todo son cancerígenos y altamente dañinos para el sistema nervioso. Tal es el caso del aspartame. A la multiplicación de diabetes, cáncer y obesidad se suma la de la esclerosis múltiple y el cáncer, muy probablemente provocados por el aspartame. Se profundiza así la crisis general del SAC en un sentido autodestructivo y degenerativo.
La diabetes es un ejemplo de cómo la magia capitalista puede convertir los fracasos en saludables negocios para la industria farmacéutica. En 1900 la diabetes ocupaba el vigesimoséptimo lugar como causa de muerte. La insulina se empezó a producir comercialmente en 1922. En 1950, la diabetes ocupaba el tercer lugar, como causa de muerte. A pesar del tratamiento “moderno”, a pesar de la insulina, la tasa de mortalidad por diabetes ha aumentado en un ¡cincuenta y dos por ciento en los últimos setenta años! La diabetes, para un gran número de personas que la padecen, significa una vida llena de gastos astronómicos, de terribles sorpresas desagradables y de una muerte prematura, pero la medicina “moderna” no tiene otra cosa que ofrecer al diabético que una receta para una jeringa, una aguja y un frasco de insulina. Este tratamiento ha enriquecido fabulosamente a los laboratorios que producen la insulina y ha convertido en adictos a la insulina a la mayoría de los diabéticos.
El capitalismo ha creado una crisis en la forma de consumir carnes y demás alimentos de origen animal. Cuando estalló el mal de las vacas locas en Estados Unidos (diciembre de 2003), los estadounidenses comenzaron a hacerse vegetarianos. Actualmente, en Gran Bretaña, la mitad de las adolescentes no come carne. Las hamburguesas vegetarianas están de moda; un reciente estudio publicado en el British Medical Journal señala que los vegetarianos tienen la mitad de posibilidades de morir de cáncer y que es menor la incidencia del infarto allí donde prevalece una dieta más variada y centrada en el consumo de legumbres, cereales y algo de pescado. La acción autónoma de la población contrasta con la timidez de los estados y las instituciones internacionales de salud, que decretan parciales y tardías medidas precautorias contra los casos más graves y escandalosos como los de las vacas locas o la fiebre aviar.
El capital hacina miles de animales genéticamente uniformes en establos poco higiénicos, donde se generan orgías para los microbios que viven en ese medio, y el estiércol y los desperdicios se reciclan como alimentos. En los mataderos industriales la carne destinada al consumo humano se procesa en medio de sangre, heces y otras fuentes de contagio. Los cerdos sufren graves enfermedades que se combaten con dosis masivas de medicamentos. La carne que se produce es de pésima calidad debido a la brutal reclusión sedentaria de los animales, además de estar contaminada por los antibióticos que se usan y que producen en el hombre resistencia bacteriológica, aumentando el riesgo de contraer enfermedades asociadas al ganado. La mitad de la producción mundial de antibióticos es destinada a los animales presos que nos comemos, pues estos reciben dosis hasta diez veces mayores que los seres humanos. En la Unión Europea, 98 por ciento de los cerdos, 96 por ciento de los pavos y 68 por ciento de los pollos se alimentan con piensos con altas dosis de antibióticos.
Continuará...
Autores: Jorge Veraza (coordinador), Ricardo Aldana, Karina Atayde, Andrés Barreda, Rolando Espinosa, Silvia Espinosa, Gonzalo Flores, Fabiola Lara, Juan Vicente Martínez, David Moreno, Luis Eduardo Pérez y Mónica Vázquez
Sinopsis: Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
13 de junio de 2023