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[III de XIV] Estados Unidos y su moral en bikini. Una nación que desde sus inicios se formó bajo la mendacidad y la expoliación...

(...) La gente de Kentucky está llena de ansias de empresa y aunque no es pobre, siente la misma avidez de saqueo que dominó a los romanos en sus mejores tiempos. México centellea ante nuestros ojos. Lo único que esperamos es ser dueños del mundo”...

Arriba, James Madison; abajo, John Adams a la izquierda y James Monroe a la derecha

John Adams (presidente de marzo de 1797 a marzo de 1801) no se quedaría atrás con uno de esos postulados hegemónicos con los que nació Estados Unidos. En 1804, fuera de la presidencia, expresaría semejante barbarie: “(...) La gente de Kentucky está llena de ansias de empresa y aunque no es pobre, siente la misma avidez de saqueo que dominó a los romanos en sus mejores tiempos. México centellea ante nuestros ojos. Lo único que esperamos es ser dueños del mundo”.

Por su parte, Jefferson, que gobernó de 1801 a 1809, no reconocería la independencia de Haití (1 de enero de 1804) -"primera república gobernada por esclavos y libertos negros y mestizos del mundo"-, algo que vendría a suceder en 1862, 58 años después. Por el contrario, Estados Unidos impondría un embargo económico contra el gobierno haitiano, presidido entonces por el general independentista Henri Christophe (conocido como Enrique I de Haití, quien durante su reinado se proclamaría “destructor de la tiranía, regenerador y benefactor de la nación haitiana, creador de sus instituciones morales, públicas y bélicas, primer monarca coronado del Nuevo Mundo”), convirtiéndose esta práctica en el arma predilecta para ahogar gobiernos desafectos a los intereses norteamericanos y estimular crisis políticas que dieran al traste con el orden constitucional.

El Secretario de Estado James Madison (que gobernaría de 1809 a 1817) se hizo eco de las palabras emitidas por el entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord, con las que dejaría constancia del desprecio hacia la gente de color (nada nuevo: esa oligarquía esclavista, enquistada en el corazón del poder hegemónico del incipiente imperio, consideraba al negro -transportado desde África amarrado con gruesas cadenas, sin comida y sin agua, bajo azote constante- una especie inferior, comparada sólo con las peores de las alimañas): “La existencia de un pueblo negro en armas, (…) es un espectáculo horrible para las naciones blancas”.

En 1812, Joel Poinsett, agente especial de Estados Unidos, se involucraría abiertamente en los asuntos internos de Chile, por lo que sería calificado por algunos historiadores como "uno de los primeros espías estadounidenses en América Latina". Durante el desempeño de su misión en Santiago, "Poinsett prontamente dejó de lado las reservas inherentes a su investidura oficial y se transformó en amigo y consejero de José Miguel Carrera, se inmiscuyó en las disputas partidarias internas e incluso olvidó su calidad de agente de un país neutral". Cuando el Libertador Bernardo O’Higgins fue nombrado presidente de la Junta Patriótica -que se oponía al gobierno de José Miguel Carrera [durante el largo período de la independencia chilena; su rivalidad con este, el otro líder de la Independencia, los llevaría a enfrentarse, en 1814, en el combate de Tres Acequias (cercanías del río Maipo, San Bernardo). No obstante, el espíritu patriota primaría de nuevo para que se unieran en el propósito de enfrentar la invasión de las fuerzas realistas]-, "Poinsett fue declarado persona no grata y tuvo que retornar a Estados Unidos".

Paralelamente, en la otra América, la del Sur, Simón Bolívar libraba una lucha colosal por la independencia de España de las naciones que iban a constituir la América Meridional. Su sueño: “ver formar en [esa] América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria”, sueño que preocupaba al poder hegemónico instalado en el gobierno norteamericano sin importar la parcela política a la que perteneciera la clase gobernante, que comenzaba a formarse como brazo ejecutor de la oligarquía, clase dominante que no ha perdido preponderancia en cerca de dos siglos y medio de vida "capitalista" que lleva la nación que vio la luz por vez primera usurpando el nombre que correspondía a todo el continente.

"A pesar de la brutalidad que acompañó esa reconquista y los métodos terroristas contra la población civil criolla empleados por las tropas españolas, el presidente James Madison le ofreció garantías a esa reaccionaria monarquía de que su gobierno mantendría una posición neutral frente a las luchas por la independencia que ya se desarrollaban en casi toda sus posesiones. En consecuencia, Madison dictó una Ley que prohibió involucrarse en ninguna empresa (ninguna empresa vinculada a las luchas por la independencia) contra España".

Ante la "neutralidad" del gobierno de Estados Unidos, Simón Bolívar requirió, y recibió, el apoyo del presidente haitiano, Alexandre Pétion, cuya única condición descansaba "en la emancipación de los esclavos en los territorios latinoamericanos que fueran liberados del dominio español". Bolívar pudo organizar desde Haití las dos expediciones militares con las que iniciaría la última etapa de la lucha por la independencia del norte de América del Sur. Pese al avance de la lucha contra el dominio español, el presidente estadounidense James Madison ratificó el Acta de Neutralidad que "prohibía la provisión de armamentos o la preparación de expediciones en apoyo a las fuerzas latinoamericanas" (mientras mantenía suelo y puertos abiertos al comercio con la cruel monarquía española).

En 1818 [James Monroe sustituiría a James Madison como presidente para los próximos dos períodos (4 de marzo de 1817 a 4 de marzo de 1825)], dos barcos norteamericanos (las goletas Tigre y Libertad) violaron deliberadamente el bloqueo establecido en el Río Orinoco por las fuerzas patrióticas comandadas por Simón Bolívar. Ambas naves fueron abordadas para ser inspeccionadas y, al revisarse, se encontraron y fueron confiscados víveres, armas y municiones (cargamento que iba destinado a las tropas realistas). Después de la detención, el gobierno de los Estados Unidos envió a Venezuela, "para superar el impasse", a John Baptist Irvine, quien recibiría del secretario de Estado, John Quincy Adams, las credenciales que lo asignaban como agente especial, así como las instrucciones para el desempeño de su misión. Irvine inició su trabajo con una carta a Bolívar solicitando la liberación de las naves "por ser solo buques mercantes, sin relación alguna con el contrabando de armas al enemigo realista". ¡Ah, las mentiras! ¡Son históricas!

Simón Bolívar, militar y político venezolano que lideró las campañas con las que seis naciones americanas (Venezuela, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Bolivia) conquistaron su independencia. Fue una de las figuras más destacadas de la emancipación hispanoamericana frente al Imperio español

Presentamos algunos fragmentos de las cartas con las que El Libertador respondería a las demandas de Irvine:
Los ciudadanos de los Estados Unidos, dueños de, recibirán las indemnizaciones que por el órgano de usted, piden por daño que recibieron en sus intereses, siempre que usted quede plenamente convencido de la justicia con que hemos apresado los dos buques en cuestión... [que] han intentado y ejecutado burlar el bloqueo y el sitio de las plazas de Guayana y Angostura para dar armas a unos verdugos y para alimentar unos tigres, que por tres siglos han derramado la mayor parte de la sangre americana, ¡la sangre de sus propios hermanos!” [29 de julio de 1818]. ¿Cómo se habrá sentido el arrogante y prepotente agente yanqui al leer de manos de Simón Bolívar (a quien la BBC de Londres declarara "el hombre más importante de la historia"), en alusión a la sangre derramada frente a las despiadadas tropas españolas, las palabras ¡la sangre de sus propios hermanos!?

Si las naciones neutrales hubiesen obligado a nuestros enemigos a respetar estrictamente el derecho público, y de gentes, nuestras ventajas habrían sido infinitas, y menos tendríamos que quejarnos de los neutros. Pero, ha sucedido lo contrario en el curso de la presente guerra… ¿No sería muy sensible que las leyes las practicase el débil y los abusos los practicase el fuerte?” [6 de agosto de 1818].

La imparcialidad que es la gran base de la neutralidad desaparece en el acto en que se socorra a una parte contra la voluntad bien expresada de la otra, que se opone justamente y que además no exige ser ella socorrida… Hablo de la conducta de los Estados Unidos del Norte con respecto a los independientes del Sur, y de las rigurosas leyes promulgadas con el objeto de impedir toda especie de auxilios que pudiera procurarnos allí. Contra la lenidad de las leyes americanas se ha visto imponer una pena de diez años de prisión y diez mil pesos de multa, que equivale a la muerte, contra los virtuosos ciudadanos que quisiesen proteger nuestra causa, la causa de la justicia y de la libertad, la causa de América” [20 de agosto de 1818].
Para el 7 de octubre de 1818 Bolívar, enfadado con el agente norteamericano, le refuta:
Parece que el intento de usted es forzarme a que alterne los insultos: No lo haré; pero sí protesto a usted, que no permitiré se ultraje ni desprecie al gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra populación y el resto que queda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”.
Y por último, ante una solapada amenaza de Irvine, le responde el 12 de octubre:
El valor y la habilidad, señor Agente, suplen con ventaja al número. ¡Infelices los hombres si estas virtudes morales no equilibrasen y aún superasen las físicas! El amo del reino más poblado sería bien pronto señor de toda la tierra. Por fortuna se ha visto con frecuencia a un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos”.
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Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
31 de marzo de 2022