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I.- Haití y la balcanización de la República Dominicana...

República Dominicana debe actuar con firmeza ante lo que habíamos alertado en 1999 si las Fuerzas Armadas se vieren compelidas a detener una explosión social en la frontera que mueva a los haitianos a penetrar en territorio dominicano. Decíamos que «los haitianos, en territorio dominicano, cumplen con los mismos requisitos que los albaneses; falta que se reúnan en una provincia del país e inicien acciones terroristas en la consolidación del espacio que poco a poco han ido ocupando»

Hemos sido defensores de los atropellos que sufren los haitianos en su propio país y fuera de él, pero, la situación a la que se expone República Dominicana ante la posibilidad de una invasión masiva, dada la situación de deterioro que experimenta Haití -que ha perdido cualquier definición, por exigua que sea, de lo que es un Estado- y la arrogancia y la perversidad con las que se expresan quienes detentan el poder en la tierra del memorable Toussaint Louverture, debe ser suprimida con el uso de los medios que sean necesarios para preservar la integridad del Estado dominicano.

República Dominicana debe actuar con firmeza ante lo que habíamos alertado en 1999 si las Fuerzas Armadas se vieren compelidas a detener una explosión social en la frontera que mueva a los haitianos a penetrar en territorio dominicano. Decíamos que «los haitianos en territorio dominicano [por tiempo y por cantidad] cumplen con los mismos requisitos que los albaneses; falta que se reúnan en una provincia del país e inicien acciones terroristas en la consolidación del espacio que poco a poco han ido ocupando. Cuando esto suceda, y cuando se involucren las Fuerzas Armadas dominicanas para retirar los haitianos del territorio dominicano, la OTAN, la Organización de Estados Americanos (OEA), la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y todos los gobiernos títeres del universo apoyarán los bombardeos contra la esencia de la patria, y los argumentos serán los mismos utilizados en la acción contra los serbios: "para evitar el exterminio en masas"».

Las acciones a tomar deben estar al margen de lo que piense el resto del mundo. La soberanía debe ser ejercida como la ejercen otros países, incluso aquellos que se arrogan las decisiones de otros (imperialistas, de la región y europeos), metiendo sus narices donde no los llaman para acomodar la geopolítica a sus intereses.

Ante la eterna crisis que sufre el pueblo haitiano, el canciller haitiano, Claude Joseph, afirmó, de manera irrespetuosa, arrogante y perversa, que República Dominicana vive un "aumento de la delincuencia". Reinseinthe Paúl Joseph, historiador y profesor universitario, aseguró en una ocasión que "los dominicanos tienen que acostumbrarse a vivir en comunión con los haitianos, porque, quieran o no, lo que está al doblar la esquina es la fusión de la isla". También expresó que apoyaba a Michel Martelly porque este "tiene una postura clara cuando plantea, sin tapujo, que la única solución a la masiva emigración de haitianos a territorio dominicano es la fusión de los dos países en una sola nación". [Haití y un comentario a un amigo].

Hagamos, obviando a los abanderados de la fusión, todo lo que haya que hacer en nuestra frontera. Dejemos de lado la sumisión y el "pequeñismo" frente a los desafueros de la clase dominante haitiana. La República Dominicana debe ser salvada. De esta forma describió Eugenio María de Hostos la guerra de independencia dominicana, y la independencia misma, «de acuerdo a lo que Bosch analiza en el prólogo que hace al libro 'El Derrumbe', de Federico García Godoy, mientras se envuelve en desmentir palabras que se adjudican a Gregorio Luperón:

"La lucha que sostuvo el pueblo dominicano contra Haití no fue una guerra vulgar. El pueblo dominicano defendía más que su independencia; defendía su idioma, la honra de su familia, la libertad de su comercio, la moralidad del matrimonio, el odio a la poligamia, mejor destino para su raza, mejor suerte para su trabajo, la escuela para sus hijos, el respeto a la religión de sus antepasados, la seguridad individual y la facultad de poder viajar al extranjero. Era la lucha solemne de costumbres y de principios que eran diametralmente opuestos; de la barbarie contra la civilización, de la luz contra las tinieblas, del bien contra el mal" (Tercera Edición - Librería La Trinitaria/República Dominicana - Año 2000, Página 18)». [El problema haitiano y la carta de Juan Bosch].
Continuará...

Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
26 de octubre de 2021