Usamos cookies para brindar un mejor servicio. OK Más información

Capítulo III - A propósito de Venezuela... "El Pentagonismo, Sustituto del Imperialismo" - 'Expansión del pentagonismo' - Juan Bosch

Venezuela, Siria, Libia, Irak... Manifestación pentagonista 50 años después del profesor Bosch haber concebido tan extraordinaria obra.

"El Pentagonismo, Sustituto del Imperialismo". Capítulo III, 'Expansión del pentagonismo'

«Los jefes del pentagonismo en su etapa de formación creían que su función era salvar a Estados Unidos, solo que no sabían para qué debía salvarse Estados Unidos, si para ser útiles a la humanidad o para acumular beneficios destinados a una minoría de norteamericanos»

El pentagonismo no apareció en Estados Unidos armado de un método para actuar. Como todo poder que es resultado de circunstancias no planeadas, el pentagonismo comenzó su vida igual que los niños, con apetitos y movimientos inconscientes; fue ajustándose a las situaciones que creaba cada día un mundo de cambios vertiginosos; pero se ajustaba de manera mecánica con el mero propósito de supervivir y hacerse cada vez más fuerte, no para servir determinados principios. Es más, los jefes del pentagonismo en su etapa de formación creían que su función era salvar a Estados Unidos, solo que no sabían para qué debía salvarse Estados Unidos, si para ser útiles a la humanidad o para acumular beneficios destinados a una minoría de norteamericanos. Muy pronto, sin embargo, el pentagonismo pasó a creer que él debía supervivir y fortalecerse para preservar el poder de su país y para ampliarlo sobre el mundo.

Esa fue la etapa en que el pentagonismo creyó que su papel era servir a una forma nueva de imperialismo. Esto venía determinado por los factores que iban a integrarse como fuerza directora del pentagonismo. Esos factores serían, en orden de prioridades, el poder económico, el poder militar, el poder civil y la sociedad nacional; pero en los primeros tiempos sólo participaron sectores de esos factores; los sectores que en el lenguaje de la época podían llamarse extrema derecha de cada uno; extrema derecha del poder económico, extrema derecha del poder militar, extrema derecha del poder civil, extrema derecha de la sociedad nacional.

Durante el lapso en que el pentagonismo estuvo formado por esos sectores todos los observadores políticos –norteamericanos y extranjeros, sin excluir a los marxistas– creyeron que esa fuerza que se formaba en Estados Unidos era la clásica agrupación proimperialista. Los propios pentagonistas creían que ellos iban a ser los nuevos cruzados de un nuevo imperialismo, puesto que entendían que su papel histórico era ocupar el lugar que Inglaterra estaba dejando vacío. Se trataba de la clásica inclinación a pensar con hábitos mentales propios de experiencias conocidas; en ese caso específico, se trataba de pensar en términos del antiguo concepto de los vacíos de poder. Para el naciente pentagonismo, su función consistía en llenar los vacíos de poder que iba dejando Inglaterra.
«Los Estados Unidos no pensaban heredar el imperio colonial inglés para mantenerlo en idénticas condiciones a como lo había mantenido Inglaterra. Ellos no apetecían ni necesitaban ocupar territorios coloniales; a ellos les bastaba con tener en esos territorios gobiernos de su hechura y fuerzas militares indígenas preparadas para enfrentarse a la amenaza comunista. Su plan consistía en disponer de ejércitos dependientes formados por los naturales de territorios coloniales, armados y dirigidos por Estados Unidos»
Inglaterra, que había sido el país imperialista por antonomasia, había resuelto abandonar su política tradicional de imperio mundial. Los ingleses tienen un fino instinto político y habían comprendido que un gran imperio no es tan fuerte como lo es su metrópoli; al contrario, es tan débil como lo es la parte más débil de sus dependencias, y es por esa parte más débil, no por la más fuerte, por donde comienza la destrucción del imperio.

Al pensar en ocupar el puesto que Inglaterra estaba dejando vacío, Estados Unidos creía recorrer un camino conocido; que su labor sería aliviada por el conocimiento de la experiencia inglesa; que pisarían sobre las huellas de la Gran Bretaña; y que el fruto sería jugoso, puesto que iban a heredar todo un imperio.

Este esquema, sin embargo, no se siguió porque Inglaterra llevó a efecto su proceso de descolonización en forma pacífica; sólo sufriría levantamientos armados en Malasia y Kenya y más tarde en el extremo sur de Arabia, y únicamente trataría de recuperar una posición, la de Egipto.

Pero en términos generales Inglaterra descolonizó sin violencias. El esquema norteamericano sería aplicando a otro país, a Francia, en su territorio colonial de Indochina. Estados Unidos se propondría como heredero de Francia en Indochina, y allí heredaría la guerra revolucionaria que determinó la salida de Francia del Sureste Asiático. No heredaron el imperio colonial francés.

Pero los Estados Unidos no pensaban heredar el imperio colonial inglés para mantenerlo en idénticas condiciones a como lo había mantenido Inglaterra. Ellos no apetecían ni necesitaban ocupar territorios coloniales; a ellos les bastaba con tener en esos territorios gobiernos de su hechura y fuerzas militares indígenas preparadas para enfrentarse a la amenaza comunista. Su plan consistía en disponer de ejércitos dependientes formados por los naturales de territorios coloniales, armados y dirigidos por Estados Unidos. Tan pronto obtuvieron en Ginebra que se les reconociera como herederos de Francia en Indochina, pasaron a montar un ejército survietnamita que en pocos años sobrepasó el millón de efectivos. Estados Unidos puso en vigor en Indochina el esquema que había elaborado para ponerlo en práctica en los territorios coloniales de Inglaterra.

Así pues, en sus primeros tiempos, el pentagonismo pensó sólo en organizar el mundo colonial a su manera. “Su manera” era retener el poder a través de gobiernos y ejércitos indígenas, pero no ocupar los países con fuerzas militares norteamericanas y ni siquiera mantener allí autoridades civiles; bastaría con las misiones militares de “adiestramiento”. En casos de crisis, podían obtenerse en esos territorios bases militares para fuerzas norteamericanas. Como se ve, se trataba de una forma novedosa de imperialismo, pero imperialismo al fin, puesto que esos nuevos ejércitos iban a recibir todo su equipo de Estados Unidos y esto significaba que serían territorios destinados a consumir productos de la industria de guerra de Estados Unidos. Era en esa “exportación forzosa” de equipos militares donde hallarían los industriales pentagonistas la fuente de beneficios que buscaban. Ya no tenían interés en extraer materias primas de los países dependientes, porque Estados Unidos había entrado en la etapa del capitalismo sobredesarrollado y este saca sus principales materias primas de otras materias primas básicas.

En cuanto a estas, su suministro estaba asegurado en cantidades suficientes desde los días de la guerra de 1939-1945; no era necesario abrir nuevas fuentes para aprovisionarse de ellas. Sucedía, sin embargo, que a un mismo tiempo se producían cambios en el mundo y en Estados Unidos. En el mundo colonial los pueblos estaban dispuestos a luchar por su libertad, y sucesivamente se derrumbaban o se transformaban el imperio holandés, el inglés, el francés y el belga; en Asia, en Oceanía y en África aparecían nuevas naciones donde antes había colonias. En Estados Unidos, confundidos por esa situación, industriales, financieros, militares y políticos comenzaron a temer y a reformar el poder militar. Esto se inició al comenzar la década de 1951-1960. El presupuesto militar saltó el año 1951 de 13,176 millones a 27,700 millones. [Cuando decimos "presupuesto de 1951" debe entenderse del 1 de julio de ese año hasta el 30 de junio del siguiente. En los Estados Unidos los años fiscales cubren el segundo semestre del año en que se aprueban y el primer semestre del año que le sigue]. La diferencia, como se ve, era de 9,524 millones; sin embargo, el presupuesto nacional sólo aumentó en 4,452 millones. Al año siguiente el presupuesto militar subió casi al doble, a 44,485 millones, y desde entonces comenzó a mantenerse entre los 40,000 y los 50,000 millones, siempre por encima del 60 por ciento de los gastos generales del país y por tanto siempre por encima del presupuesto del poder civil. Cuando Kennedy pasó a ocupar la presidencia de Estados Unidos, ya el poder militar era más fuerte que el civil en términos de fondos para gastar.

Fue alrededor de esa disponibilidad de dinero como se integró el actual poder pentagonista. Con tanto dinero a su disposición, lo que en los orígenes era una asociación de intereses de los sectores de extrema derecha se extendió hacia otros sectores. Así, atraídos por la fuerza económica del nuevo poder, pasaron a sumarse a esos factores de extrema derecha, primero los que no tenían definición política, sobre todo profesores de universidades y centros de estudio, científicos, sociólogos, economistas, a los cuales se les ofreció y se les dieron medios económicos para hacer investigaciones; después fueron atraídos personajes del centro; luego se atrajo a unos cuantos llamados liberales. Poco a poco, a medida que aumentaban las perspectivas de cambios en el mundo, el pentagonismo aumentaba su poder y su radio acción apoyándose en el miedo cerval al comunismo que se había extendido por todo el pueblo norteamericano. En el proceso de expansión llegó el momento en que el pentagonismo se convirtió en un factor de tanta importancia en la organización económica de Estados Unidos que las posibilidades de su eliminación implicaban las posibilidades de un desastre mortal para el país.

¿Cuándo se dieron cuenta de esto los norteamericanos? Es difícil decirlo, porque el pueblo de Estados Unidos no llegó a comprender que tenía el pentagonismo instalado en el centro de su vida sino en la década de los sesenta. Pero si no en términos de pentagonismo, por lo menos en términos de poder económico pudo haber sucedido a partir de 1954, después de la guerra de Corea. El presupuesto militar, que había bajado de 90,000 millones de dólares en el último año de la guerra mundial a 13,178 millones al comenzar la guerra de Corea en 1950, había subido de nuevo a 50,870 millones en 1953 y había descendido a 40,845 millones en 1956. En 1957 se presentó la recesión llamada “la pequeña crisis” y al mismo tiempo la Unión Soviética sorprendió al mundo con su primer ingenio espacial. A partir de ese momento el poder militar empezó a trabajar en el campo espacial y a expandir la fuerza atómica del país. Es probable que fuera entonces cuando los norteamericanos comenzaran a tomar conciencia del poderío militar en términos de dinero, esto es, como factor importante en el mantenimiento de un nivel creciente de expansión económica nacional. Desde 1957 el presupuesto de gastos militares fue ascendiendo con relativa lentitud, pero con evidente firmeza, y al mismo ritmo que él crecía se afirmaba la situación económica del país.

La gran masa norteamericana tenía por fuerza que irse dando cuenta de que a medida que se expandían los gastos militares aumentaba la producción en los ramos, se instalaban nuevas industrias, los salarios, crecía la demanda debido a esa alza de salarios, y crecía también el número de los ocupados. Al mismo tiempo, en los sectores académicos había más subsidios para sus investigaciones; los profesionales de la propaganda cobraban más; la burocracia oficial aumentaba. Pero también, al mismo tiempo –y ahí estaba la clave real de los cambios–, los grandes capitales financiero-industriales iban concentrándose en menos manos, al grado que en el año de 1962 200 compañías eran dueñas de más de la mitad del activo total de todas las manufactureras de Estados Unidos. El número de industrias manufactureras alcanzaba ese año a 180,000.

El proceso de aglutinación de Norteamérica alrededor del poderío militar fue confuso y en cierto sentido tambaleante. Eso se debió a que no nació planificado. Fue de una excrecencia de una sociedad de masa que no reconoció a tiempo su existencia como tal. Una sociedad de masas tan enorme y tan poderosa tenía que dar necesariamente origen a grandes organizaciones de masas, y una de ellas fue el poder militar. Al no reconocerse como sociedad de masas, el pueblo norteamericano no se organizó como tal; siguió organizado como sociedad de individuos. Por tanto no previó un organismo militar adecuado a una sociedad de masas; pero ese organismo tenía que nacer, y nació, de esa sociedad; sólo que no se sometió a ella. Las fuerzas armadas de la Unión Soviética están sometidas a la sociedad soviética; son una parte en la organización social soviética; no supeditan el país a sus fines propios. Pero esas fuerzas armadas nacieron porque las organizó el Estado soviético; no fueron una excrecencia de la sociedad rusa. Los gastos militares rusos pueden ser más altos que los de Estados Unidos, pero los militares rusos no pueden aliarse con sectores de la vida financiera, industrial y comercial para establecer una especie de mercado comprador privilegiado dentro de la organización económica soviética; no pueden disponer de fondos para subsidiar industrias o centros de estudios, para mantener órganos de propaganda propios; para hacer, en fin, una política particular del sector militar. El ejército ruso no tiene medios para convertirse en un grupo de presión, mucho menos en un grupo de poder. Es un organismo de masas supeditado a una sociedad de masas que a su vez está organizada como sociedad de masas.
«El pentagonismo descubrió que podía dejar a los políticos –a los senadores, los representantes o diputados, los gobiernos de los estados y municipios– entretenidos en los problemas del país, mientras él operaba en el campo internacional»
Carlos Marx explicaría la diferencia entre el poder militar ruso y el pentagonismo norteamericano diciendo que eso es un resultado de la lucha de clases; Rusia es un país sin clases y en cambio en Estados Unidos 200 compañías eran las dueñas, en 1962, de más de la mitad del activo total de todas las industrias manufactureras del país. Marx trataría de averiguar cuántas personas eran a su vez las dueñas de las 200 compañías que controlaban en 1962 la mayoría de las 180,000 industrias de Estados Unidos, y tal vez hubiera encontrado que esas personas eran a la vez directores de bancos, presidentes de universidades, consejeros de departamentos gubernamentales. Quizá todas ellas figurarían en la lista de los millonarios que hay en el país –que son menos de un millar–. En consecuencia, Marx diría que la lucha de clases ha llegado en Estados Unidos a su expresión más radical; que una clase supercapitalista y a la vez reducida en número ha acabado poniendo toda la vida norteamericana a su servicio.

Pero nosotros no queremos llegar a ese extremo. A nosotros nos basta con estudiar objetivamente el fenómeno del pentagonismo.

Una vez establecido, el pentagonismo descubrió que podía dejar a los políticos –a los senadores, los representantes o diputados, los gobiernos de los estados y municipios– entretenidos en los problemas del país, mientras él operaba en el campo internacional. Su intención original era esa, derramarse en el mundo exterior, sustituir a Inglaterra como poder imperial. Dada la tradición política del pueblo norteamericano, no era posible soñar con un gobierno militar para el país. Pero era posible emplear el poder militar del país más allá de sus fronteras.

Esta idea se desenvolvió en tal forma que Estados Unidos acabaría siendo una nación con dos gobiernos: el gobierno civil para el interior y el gobierno militar para el exterior. El pentagonismo no se mezclaría en la política interior; aceptaría sin la menor protesta hasta la declaración de los derechos civiles para los negros, y hasta las sublevaciones de éstos, pero el gobierno civil tendría que actuar fuera de Estados Unidos de acuerdo con el pentagonismo. El pentagonismo necesitaba el campo internacional para moverse libremente, y su actuación en el extranjero produciría miles de millones de dólares en los Estados Unidos.

Esta división de los campos de acción de los dos poderes –el gobierno civil y el pentagonismo– no fue advertida a tiempo porque se hizo mucha alharaca alrededor de los profesores que protestaban por las actividades militares en Vietnam y en la República Dominicana y alrededor de los jóvenes que rompían sus tarjetas de reclutamiento.

Pero esos profesores y esos jóvenes, y algún legislador como Fulbright que denunciaba en el Congreso el uso del poder militar bajo el manto del poder civil, eran solamente las minorías, los pequeños sectores inconformistas que no representaban el sentimiento general, aunque sin duda encarnaban los viejos y nobles ideales, ya inoperantes, de la desaparecida sociedad individualista.

La verdad es que cuando el pentagonismo se sintió adulto –lo que ocurrió en los primeros meses de 1965–, ya la vida entera de Estados Unidos giraba alrededor de él. Los "disenters", como les llaman en Estados Unidos a los que disienten del orden establecido, no podían detener el proceso de expansión del pentagonismo, y muchos de ellos acabaron sumándose al pentagonismo. El más notable de estos últimos fue el ex presidente Eisenhower, que fue el primero en denunciar lo que él llamó el “complejo industrial-financiero-militar” y, sin embargo, cinco años después pedía que se usara la bomba atómica para acabar con la resistencia de los vietnameses. Se afirma que lo hizo arrastrado por su partido –el republicano–, pero no se toma en cuenta que ese partido, tanto como el demócrata, había sido arrastrado antes por la poderosa corriente pentagonista.

La verdad es que nadie estaba preparado en Estados Unidos para reconocer el pentagonismo como una fuerza nueva. Hasta los expertos norteamericanos en ciencias políticas se confundieron, y aunque se daban cuenta de que no se trataba del viejo y conocido imperialismo, no atinaban a comprender qué era. Por eso le llamaron neoimperialismo.

En cierta medida, la confusión se debía a que el pentagonismo no fue precedido por una teoría, una doctrina o pseudoideología, como sucedió con el nazismo. El pentagonismo fue un hijo no esperado que nació del vientre de la economía de guerra en una sociedad enormemente desarrollada en el campo económico y sin embargo sorprendentemente subdesarrollada en el terreno de las ciencias políticas.

Pero también la confusión se debió al hecho de que igual que en los mejores días del imperialismo, los ejércitos pentagonistas fueron enviados a someter pueblos pequeños y débiles por la fuerza de las armas. Las apariencias, pues, identificaban al pentagonismo con el imperialismo. Sin embargo, como hemos dicho, la clave de la situación estaba en discernir cuáles eran los fines que se buscaban, no como se usaban los ejércitos. Los medios del pentagonismo son muy parecidos a los del imperialismo, pero sus fines son diferentes. El imperialismo buscaba colonias; el pentagonismo coloniza a su propio país. Para colonizar a su propio país el pentagonismo tenía que dominar países extranjeros, y para esto mejoró y refinó los métodos del imperialismo.

Los primeros pasos del pentagonismo se dirigieron a conquistar en países coloniales o dependientes el comando de los ejércitos nacionales o a crear esos ejércitos donde no los había. De esa manera esos ejércitos quedaban convertidos en extensiones exteriores del poder militar norteamericano, o lo que es lo mismo, en instrumentos del pentagonismo.

Para ese fin se usó la suma del poder civil de Estados Unidos en el campo exterior y los organismos internacionales que existían desde hacía tiempo. Así, en el caso de América Latina se utilizó la Junta Interamericana de Defensa como una vía de penetración hacia los ejércitos de la región; las misiones militares norteamericanas fueron dedicadas a trabajar en esa penetración hacia los ejércitos de la región; las misiones obreras y culturales se pusieron al servicio del plan para que las organizaciones obreras y culturales de los países dependientes, así como sus medios de información –periódicos, radio, televisión–, no hicieran frente al trabajo de las misiones militares; los equipos secretos fueron dedicados a levantar "dosiers" relativos a las ideas políticas y a las posiciones sociales y económicas de los jefes militares de los países latinoamericanos; y desde luego se usaron recursos económicos cuantiosos para donaciones de equipos y para becas de estudios en campamentos militares de Estados Unidos y de la Zona del Canal de Panamá. El fin que se perseguía en esa etapa era conquistar totalmente la voluntad de los líderes militares de esos países; abrumarlos con el espectáculo del poderío de guerra de Estados Unidos y convencerlos de que ellos debían lealtad, no a sus respectivas patrias y gobiernos, sino a Estados Unidos.

¿Pero cómo podía obtenerse que un militar latinoamericano dedicara su lealtad a Estados Unidos y no a su tierra o a su gobierno?

Pues aterrorizándole con la amenaza comunista. Los comunistas, se le decía, tomarían el poder en su país y les matarían a él y a su familia; la única fuerza que podía evitar eso era Estados Unidos, gracias al enorme poder militar que ese oficial conocía ya de vista. Después del establecimiento del comunismo en Cuba, tal argumento no podía fallar. Pero eso sí, se evitaba cuidadosamente explicar a esos militares latinoamericanos qué era el comunismo a fin de poder decirles en cualquier momento que el gobierno de su país, o tal partido político, o tal agrupación, era comunista y debía ser derribado o perseguido.

El plan de extensión del poderío pentagonista a través de ejércitos de otros países operaba a diferentes niveles, según fueran diferentes los medios políticos, sociales, económicos y militares. En algunas ocasiones se negociaba el establecimiento de bases aéreas, navales, balísticas, nucleares, y los servidores norteamericanos de esas bases estaban aislados de los círculos militares indígenas –para decirlo con una palabra de típicas implicaciones sociológicas norteamericanas–. En algunos casos no se usaba el argumento anticomunista ni se penetraba en el campo de las filosofías políticas.

Pero en los países dependientes la penetración llegaba a la uniformidad de equipos a fin de una mayor profundidad, y en todos los casos se buscaba la uniformidad de equipos a fin de que la mayoría de los ejércitos extranjeros fuera equipada por la gran industria de guerra de Estados Unidos.
«Una vez tomado firmemente el control de la fuerza armada de un país jurídicamente independiente, pero económica y políticamente dependiente, todo intento hecho por los gobernantes de ese país de ejercer el gobierno con independencia era bloqueado con la amenaza de un golpe militar...»
El gobierno de cualquier nación reside en el control de sus fuerzas armadas. Este es un principio tan viejo como la humanidad. Al tomar por vía indirecta el control de las fuerzas armadas de otros países el pentagonismo trasladó la sede del poder de esos países a la sede del poder pentagonista.

En cierto sentido este proceso era una imitación de los métodos del imperialismo. En cada territorio colonial, el país imperialista organizaba ejércitos indígenas cuando estaba seguro de que ya tenía el dominio de la situación; pero los jefes de esos ejércitos indígenas eran siempre nacionales de la metrópoli. De esa manera el ejército de la colonia operaba en la colonia y sin embargo las decisiones se tomaban en la metrópoli. En todas las crisis que se producían en las colonias esas tropas coloniales eran usadas contra sus propios pueblos. En casos de guerra internacional las tropas coloniales podían ir –y a menudo fueron– a combatir en el teatro de la guerra, que en algunas ocasiones era la metrópoli y en otras un país fronterizo.

El método fue seguido en otros niveles por el poder pentagonista, lo que se explica porque el sucesor del imperialismo debía aprovechar las experiencias acumuladas por éste. Una vez tomado firmemente el control de la fuerza armada de un país jurídicamente independiente, pero económica y políticamente dependiente, todo intento hecho por los gobernantes de ese país de ejercer el gobierno con independencia era bloqueado con la amenaza de un golpe militar; y a menudo el golpe se ha dado por simple ejercicio del excesivo poder pentagonista.

Pero en algunos puntos el sistema hizo crisis. Por ejemplo, en abril de 1965 y en mayo del mismo año, los ejércitos indígenas de la República Dominicana y de Vietnam del Sur estaban en proceso de desintegración. Entonces el ejército pentagonista corrió a ocupar el lugar de esas tropas que se desintegraban. Esto era lógico. En el campo de batalla, un regimiento derrotado o destruido por el enemigo es sustituido por otro de sus mismas fuerzas. Cuando las fuerzas pentagonizadas de la República Dominicana quedaron deshechas por la revolución de abril de 1965, fueron sustituidas por la infantería de marina de Estados Unidos; cuando el ejército de Vietnam del Sur fue superado por los guerrilleros del Frente Nacional de Liberación, el poder pentagonista despachó medio millón de soldados a sustituir a los regimientos pentagonizados de Vietnam.

Nos hallamos, pues, ante un proceso de expansión del pentagonismo que tiene caracteres planetarios, si bien precisamente en esa expansión está el germen de su debilidad. No ha habido en la historia, ni lo habrá mientras el mundo esté poblado por seres humanos, un poder con suficiente fuerza para dominar el Globo, y desde luego, si pudiera haberlo, no sería el pentagonismo. El pentagonismo dispone de una fabulosa máquina de guerra, pero carece de una causa que entusiasme el corazón de los hombres que puedan usarla. Y es en el corazón humano, no en la capacidad destructora de una bomba, donde está la respuesta a las angustias de los pueblos.

Transcripción de «El Pentagonismo, Sustituto del Imperialismo.
Capítulo III - 'Expansión del pentagonismo'
»: Nemen Hazim

San Juan, Puerto Rico
10 de junio de 2019