II.- República Dominicana: país en el que no renuncian ni el presidente ni sus funcionarios...
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En el recorrido para llegar al partido, alcanzar el poder y prolongar el ejercicio en la administración del Estado no hay espacio para normas o disposiciones preventivas; ni para regulaciones éticas o morales. Cada individuo actúa en lucha permanente por ver satisfechas sus aspiraciones y, al mismo tiempo, para cerrar el camino, en ocasiones hasta a un "camarada", sin importar los irracionales medios usados durante el proceso; cuando todo confabula contra una sociedad normal, de desempeño y ordenamiento naturales, al presidente y sus adláteres les resulta imposible actuar como lo hacen los que delinquen en ambientes con cierto grado de civilización.
En todas partes del mundo, incluso en países mucho más pobres que República Dominicana, será siempre posible ver lo que han hecho esos mandatarios y autoridades judiciales (casos citados de Perú, Panamá, Guatemala y El Salvador). Lo que nunca veremos es que un "tíguere" -que alcanzó riqueza haciendo lo mal hecho; se forjó en las calles sin reglamentación y orden, gritando improperios a los cuatro vientos; llegó a la cima del poder violentando voluntades; y ejerció de bravucón de barrio (como es el caso de la mayoría) o de turulato [como son los ejemplos de Leonel y Danilo: el primero se atrevió a decir (ya en el poder, disfrutando de la aristocrática vida a la que una sociedad desfigurada en sus valores lleva a aspirar a todo el que se ha formado en un ambiente de carencias) que "no conocía el 'pichirrí'", la parte del pollo que más gusta a los dominicanos (de todas las clases, porque es muy difícil encontrar, en un país que desde la óptica sociopolítica ha sido castrado, una familia de aristocracia inmaculada); el segundo se autoproclamó inescrupuloso cuando se conjugaron (en el proceso reeleccionista en el que se embarcó para "conquistar el poder" en las elecciones de 2016) todos sus discursos en contra de un nuevo mandato]- renuncie o sea procesado por un sistema judicial que el mismo descarrío ha degradado.
Leonel Fernández carece «de una verdadera personalidad… se avergüenza de su pasado… (es, NH) el mismo que no sólo destruyó la humilde casita donde vivía, sino que… borró la manzana entera para construir un centro cultural cuya puerta de entrada está del lado opuesto a sus antiguos vecinos… Del Leonel Fernández que conocimos… no queda nada. Su metamorfosis fue más grande que la de Gregorio Samsa... Atrás quedaron los locrios de "pica pica", las "tripitas" y "cadenetas", el "mangú" con mortadela frita, los suculentos "asopaos"… La botellita de vino Moscatel Caballo Blanco y el popular ponche Crema de Oro, de las Navidades, fueron reemplazados por la champaña y el caviar, que parecen haberle provocado una severa amnesia selectiva, borrando de su memoria casi todos los platos cotidianos de aquel humilde pasado y que, definitivamente, incluía la famosa dieta de "pico y pala" y "pichirrí" guisado…» (Julio César Valdez/Leonel Fernández y yo; memorias inéditas). ¿No se convierte esta descripción, luego que el Dr. Fernández dijera que "no conocía el 'pichirrí'", en una elevada expresión de "tigueraje"? ¿Se puede esperar que un individuo -cuya esencia ha estado matizada por el cinismo y la burla- renuncie, reconozca sus errores o sea procesado por un poder judicial totalmente transparente e independiente, del que no hay trazas visibles?
Danilo Medina dijo: «Yo solamente estaré cuatro años en el gobierno. No tengo interés, ni siquiera no de reelegirme, sino de volver a ser presidente de la República… ¡Y ni un día más! En el caso concreto mío, aunque hubiese existido la posibilidad de reelegirme, no lo haría. Y no vuelvo tampoco con tiempo intercalado; ¡yo quiero cuatro años y nada más!... La reelección está prohibida en la República Dominicana, y es muy difícil que ningún presidente pueda conseguir los votos para modificar la Constitución. Pero en el caso concreto mío, aunque hubiese existido la posibilidad de reelegirme, no lo haría. Este país no está preparado para recibir la reelección: el problema está en que los funcionarios, cuando van a un proceso de reelección, no distinguen la línea que separa lo que son bienes públicos de bienes partidarios y terminan dañando la imagen de los presidentes, dañando la imagen de los partidos y dañando la economía... El presidente que más veces se reeligió nunca pudo convencer al país de que ganó limpiamente unas elecciones. Cuando un presidente busca la reelección presidencial, tiene que tirar en el zafacón todos los escrúpulos, porque la reelección se impone a sangre y fuego con el uso y abuso de los fondos públicos. Y si el PLD cometiera el error de ganar unas elecciones por esa vía, su imagen va a quedar mancillada; tenemos más de 30 años predicando todo lo contrario: la imagen que tenemos hoy en el electorado nacional se va al zafacón también...». ¿Puede alguien esperar que esta abierta expresión de "tigueraje" sirva para que el presidente renuncie o sea procesado por un sistema de justicia no contaminado, completamente ausente en la actualidad?
Como expresara Ramón Colombo en su Fogaraté del 30 de mayo de 2017, publicado por este mismo medio, "¡Pilarín, tate quieto; por favor, no sueñes tanto!".
Fin...
Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
22 de marzo de 2018