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II.- Fuera de la vida nacional los que ultrajan a nuestros grandes hombres...

Dice Gautreaux Piñeyro que escuchaba las conversaciones de Caamaño; es tan imprudente que reclama ese testimonio como si fuera palabra de Dios, sin mostrar un solo documento, una sola grabación o un solo testigo. Para él, todos los dominicanos somos estúpidos. Razones de sobra tendrá ante la putrefacción política en la que ha ejercido vida de bocón y mentiroso...

Francisco Alberto Caamaño Deñó, líder militar de la Revolución de Abril de 1965. Prócer de la patria...

Mientras las más altas instancias del gobierno de Puerto Rico [Roberto Sánchez Vilella, gobernador; Luis Muñoz Marín, el más importante mediador por su cercanía a Juan Bosch; Jaime Benítez, rector de la Universidad de Puerto Rico y figura de relevancia en las negociaciones que se realizaban desde la isla (recibía "instrucciones" del presidente Johnson, y, junto a Abes Fortas, "trataba infructuosamente de neutralizar la posición de Juan Bosch en defensa del movimiento constitucionalista"); Arturo Morales Carrión, asistente especial del Secretario General de la OEA...].

Y mientras todos los demás norteamericanos, "desde George Washington, en 1789, hasta Donald Trump, en 2017", han catalogado a Juan Bosch de "comunista" (razón principal del golpe de Estado), "más terco que una mula", "zurdo" (de izquierda), "intransigente, vertical, indomable, testarudo, persona con la que no se puede negociar porque no cede en sus posiciones" [frase que salió de los labios de los más grandes exponentes del imperio en mayo de 1965 cuando el coronel Fernández Domínguez llegó al país, "en medio de la revolución, enviado por el entonces presidente de Estados Unidos, Lindon B. Jhonson (sic), para informarle al coronel Caamaño que el Dr. Bosch, como lo llamaban los imperialistas, le pedía "que se rindieran y se alojaran en la Catedral, porque los norteamericanos no iban a volar ese patrimonio de la humanidad"], el ilustre fabulador ha dado credibilidad a las palabras expresadas por "un agregado aéreo de la embajada norteamericana", que no es más que un "funcionario de quinta o sexta categoría".
(*) Durante la revolución, el presidente Johnson y Abe Fortas negociaron secretamente buscando "fórmulas viables" para la solución a la crisis. Esas negociaciones están grabadas en cintas magnetofónicas y documentadas en un libro de Michael Beschloss, que adjudica a Abe Fortas el nombre de Irving Davidson, "personaje" que jugaría importantísimo papel en muchas de las reuniones relacionadas con lo que llamaban "La crisis dominicana". Beschloss es un historiador estadounidense especialista en la presidencia de Estados Unidos.
Tendremos tiempo de desmontar, con pruebas veraces, las calumnias vertidas por la fábula impenitente. En nuestras manos reposan todos los documentos que Luis Muñoz Marín escribió con su puño y letra y las grabaciones, en las voces de los principales protagonistas del imperio, con las debidas transcripciones.

Sólo nos faltan unos pocos datos que debemos escarbar en la biblioteca John F. Kennedy, en Boston, ciudad a la que estaremos viajando en las próximas semanas para completar un extenso escrito que desmonte, de una vez y por siempre, las infamias que la sociedad dominicana se ha acostumbrado a escuchar, y que sólo terminarán cuando esta generación de arrogantes y prepotentes, "dueña de la verdad", pase a mejor vida.

Decir que escuchaba las conversaciones de Caamaño y reclamar ese testimonio como si fuera palabra de Dios, sin mostrar un solo documento, una sola grabación o un solo testigo, es asumir que todos los dominicanos somos estúpidos. Razones de sobra tendrá ante la putrefacción política en la que ha ejercido vida de bocón y mentiroso, pero no fuera de ahí. Cuando presente pruebas, como las que mostraremos, tendrá calidad moral para hablar; mientras no lo haga no será más que un perturbado de ánimo cuyo fin ulterior radica en denigrar figuras como las de Juan Bosch y el coronel Fernández Domínguez, con la intención -irracional e inexplicable- de elevar a José Francisco Peña Gómez a niveles de predominio histórico que aparentemente él, y solo él, entiende que no tiene (es lo que se ve; necesariamente tiene que haber algo que, por ahora, permanece oscuro, y, ese misterio, con toda seguridad, debe estar rondando sombríos intereses).

La encomienda del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, arquitecto de la Revolución de Abril, era transmitirle al coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, jefe militar de la gesta, un mensaje de Juan Bosch que perseguía buscar una solución política, negociada, que pusiera fin a los enfrentamientos entre las partes y a los derramamientos de sangre. Si Caamaño aceptaba, como debía hacerlo, el profesor Bosch hablaría, como ya lo había hecho, con Antonio Guzmán para persuadirlo de que asumiera la presidencia con el debido apoyo del Congreso. Hay que poseer muy poca dignidad para expresar que Fernández Domínguez vino al país, enviado por el presidente Johnson, para informarle a Caamaño que Juan Bosch le pedía "que se rindieran y se alojaran en la Catedral, porque los norteamericanos no iban a volar ese patrimonio de la humanidad".

Continuará...

Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
4 de mayo de 2017