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I.- Juan Bosch: entre dos golpes...

Hay un "golpe de estado" iniciado en 1996, mucho más dañino para la sociedad dominicana, confeccionado exclusivamente por nacionales, que trajo de nuevo al escenario político el eterno problema haitiano, presente en todas las crisis que ha vivido la nación dominicana...

León Cantave, exgeneral haitiano que pretendía derrocar la dictadura de Duvalier, le fue presentado al presidente Juan Bosch para mediados del 1963. En una reunión celebrada en casa del primer ejecutivo, Cantave solicitó recursos, armas y un espacio en territorio dominicano para entrenar una guerrilla, a lo que Bosch respondió “no podemos entrar en actividades ocultas y conspirativas contra Duvalier, porque eso sería intervenir en los asuntos políticos de los haitianos…” (Juan Bosch, "La historia secreta del golpe de Estado").

La respuesta del mandatario a León Cantave no fue obstáculo para que, de común acuerdo con militares dominicanos y el embajador norteamericano, recibiera lo pedido e hiciera, incluso, varias incursiones en territorio haitiano sin que nadie, absolutamente nadie, informara al presidente Bosch sobre los acontecimientos que se estaban produciendo en la frontera, que llevaron al gobierno a acusar a Haití, ante la Organización de Estados Americanos (OEA), de atacar nuestro país cuando en realidad sucedía lo contrario: Haití estaba defendiéndose de los ataques que llevaba a cabo Cantave desde suelo dominicano, el último de los cuales concluyó el 23 de septiembre cuando retornó junto a los pocos combatientes que salieron ilesos de la incursión.

Al mediodía del 24 el presidente Bosch ordenó al ministro García Godoy que solicitara a la OEA una investigación de lo sucedido, comunicación que fue interceptada por los organismos de inteligencia norteamericanos y que marcó el evento que se lo llevó del poder, porque “del escándalo que produciría el conocimiento de tales hechos iba a salir muy mal parado el prestigio de John F. Kennedy (presidente norteamericano, NH) puesto que a él iba a tocarle ser el primer gobernante del mundo que sería acusado de haber cometido un desafuero semejante, de haber ordenado la ejecución de una violación tan escandalosa de las normas que gobiernan las relaciones entre los Estados y sus jefes” (Ibíd.). La acción perpetrada era inescrupulosa y vil: el jefe del Estado norteamericano patrocinaba una guerrilla, instalada en nuestro territorio, que perseguía derrocar al jefe del Estado haitiano sin que lo supiera el jefe del Estado dominicano.

Aun siendo los militares y demás componentes locales del frente oligárquico los ejecutores del golpe, el verdadero responsable del derrocamiento del presidente Bosch es el jefe del Estado norteamericano, para la época John F. Kennedy, con la maquinaria pentagonista a su disposición para destruir todo lo que no se subordine o rinda beneficios al imperio. Esta es la historia del golpe de Estado perpetrado contra Juan Bosch en 1963, pero hay un "golpe de estado" iniciado en 1996, mucho más dañino para la sociedad dominicana, confeccionado exclusivamente por nacionales, que trajo de nuevo al escenario político el eterno problema haitiano, presente en todas las crisis que ha vivido la nación dominicana.

La conformación del nuevo esquema anti haitiano que surgió en 1996 rompió con todos los anteriores, y dio origen a un falso y desgraciado “frente patriótico” que se propuso evitar, a como diera lugar, las aspiraciones presidenciales de José Francisco Peña Gómez, un negro dominicano de condiciones intelectuales excepcionales que llegó a convertirse en el más extraordinario orador y el más grande líder de masas que ha conocido la historia republicana.

Este "golpe de estado" fue concebido desde antes de celebrada la primera vuelta de unas elecciones presidenciales orquestadas a medio término debido al fraude que despojó del poder, en la contienda de 1994, al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y al Dr. Peña Gómez; el golpe comenzó a estructurarse cuando el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), luego de llegar a un acuerdo con perredeístas y reformistas que fijaba en 45% más uno la victoria en primera vuelta, cambió el porcentaje a 50% más uno, en un acto de engaño e irrespeto a la palabra que no tiene precedentes en la vida ‘institucional’ del Congreso. Esta señal, clara e inequívoca, debió abrir los ojos del pueblo para saber con qué iba a tener que lidiar; si el PLD fue capaz de hacer semejante barbaridad para alcanzar el poder y despojar del mismo a quien moralmente correspondía, ¿qué no haría para mantenerlo?

Continuará...

Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
21 de septiembre de 2014