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I.- Ensañamiento desmedido contra Juan Bosch...

Entiendan. ¿No ha sido suficiente que nuestros niños y jóvenes se eduquen viendo a Pedro Santana junto a los mártires y héroes Restauradores? ¿Se imaginan ser familia de Amín Abel Hasbún, asesinado en la escalera de su casa un 24 de septiembre de 1970, y tener una estación en el metro al lado de otra designada con el nombre de quien ordenó su muerte, amparó y premió a sus matadores?” [Matías Bosch]

Entiendan. ¿No ha sido suficiente que nuestros niños y jóvenes se eduquen viendo a Pedro Santana junto a los mártires y héroes restauradores? ¿Se imaginan ser familia de Amín Abel Hasbún, asesinado en la escalera de su casa un 24 de septiembre de 1970, y tener una estación en el metro al lado de otra designada con el nombre de quien ordenó su muerte, amparó y premió a sus matadores?”.

El párrafo anterior, en su totalidad de Matías Bosch, llega precisamente en el momento en que usamos las mismas palabras en la estación Juan Bosch, donde bajamos, un hermano y quien suscribe, para tomar el subterráneo y llegar al cementerio de la Avenida Máximo Gómez, con la finalidad de ordenar la lápida que demarcará el lugar, en el camposanto de Santa Fe, San Pedro de Macorís, que servirá de morada definitiva a los restos de nuestro padre, siempre que la descomposición social dominicana lo permita (La ampliación de este párrafo no es fortuita; como tampoco lo es sacar el final del mismo del tema central; camposanto significa cementerio, por lo que, para no repetir palabras, la usamos, pero también la usamos porque al escucharla se percibe como un lugar de paz, de tranquilidad... de descanso para los seres queridos que partieron, pero no hay forma de explicar la desgarradora escena que vivimos, y que viven muchos que han perdido parientes y allegados, cuando vimos usar un martillo para, dentro de la tumba, destruir el ataúd y “evitar que se lo roben”).

Decidimos quedarnos en la estación Juan Bosch, e irnos en tren, porque estábamos ansiosos de conocer el metro de Santo Domingo. Al observar el mapa, nos llamó la atención ver que en la línea 1 existe una estación llamada Joaquín Balaguer, ubicada precisamente entre las estaciones Juan Bosch, por un lado, y Amín Abel y Francisco Caamaño por el otro. ¿Por qué precisamente? Porque no es posible concebir que se honre a un prócer y a su asesino; que se honre a un símbolo de la excelencia universitaria y la lucha por los mejores intereses del pueblo y a su asesino; que se honre al más puro ejemplo de dignidad, honestidad y decoro en el ejercicio de la actividad política y a quien movía, como fichas de ajedrez, a los militares que propiciaron el golpe de Estado de 1963, provocando un retroceso fatal en el proceso natural de desarrollo que correspondía vivir a la sociedad dominicana después de la caída de la dictadura. Llamamos la atención a los presentes -estudiantes universitarios en un 95%- e hicimos la observación; la simpatía o solidaridad que recibimos fue prácticamente nula, por lo que nos recogimos a analizar la sociedad dominicana, y qué puede esperarse de ella cuando sus cimientos descansan en la inversión de valores.

La observación que hace Matías Bosch es certera y merece ser atendida con el más alto grado de urgencia para encontrar solución a la desviación de los valores éticos y morales en este país, “cualquierizado” por unos depredadores que se burlan de Juan Bosch en su misma tumba; y al hablar de depredadores, no nos circunscribimos exclusivamente a los peledeístas, que sí han roto todos los esquemas de corrupción y cuatrerismo… nos referimos a todos aquellos que se cobijaron bajo su grandeza para sojuzgar, abatir, menospreciar y desollar al pueblo dominicano. También aludimos a los perredeístas, hoy “más católicos que el Papa”, y a los reformistas, convertidos en paradigma del partido de la bandera morada y la estrella amarilla, cuya influencia ha engendrado, debido al clientelismo y los compromisos, situaciones como la actual que dan lugar a la preocupante crisis de valores por la que atravesamos.

¿Debe Pedro Santana estar a la misma altura de Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella? Duarte murió de inanición, desterrado a los montes de Venezuela por orden de Pedro Santana; Sánchez murió fusilado en San Juan de la Maguana por orden de Pedro Santana; y Mella murió en la extrema pobreza, enfermo y aislado porque Pedro Santana le impuso esa desgraciada forma de vida. Duarte, Sánchez y Mella son nuestros Padres de la Patria; Santana los asesinó a los tres y, los cuatro, hasta hoy, son considerados próceres. ¿Existe alguna explicación para semejante barbaridad?

«Es muy difícil hablar a los jóvenes en una escuela o un aula universitaria sobre conceptos hermosos como “patria”, y a la vez hacer como que nada pasa, al ver santificada la biografía de un presidente impuesto en 1966 por una invasión extranjera» (Matías Bosch/Acento.com.do – mayo 7, 2014). ¿Cómo podemos equiparar a Pedro Santana con los Padres de la Patria, a quienes asesinó? ¿Cabe la traición en el mismo saco en el que están la dignidad, el decoro, el sacrificio y el amor patrio? “Ha sido suficiente que nuestros niños y jóvenes se eduquen viendo a Pedro Santana junto a los mártires y héroes restauradores” (pregunta que se formula Matías Bosch y que insertamos como sentencia).

¡Sí! Llegó la hora de la definición, llegó la hora de separar a Pedro Santana de la representación patria; llegó la hora de separar a Joaquín Balaguer de Juan Bosch, de Caamaño, de Fernández Domínguez, de Peña Gómez, de Amín Abel, del “Moreno”… de todos aquellos que lo combatieron y lucharon por una mejor República Dominicana.

Continuará...

Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
8 de mayo de 2014