Justicia en las repúblicas bananeras...
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¿Por qué la empleada doméstica Aida de los Santos es tomada como carne de cañón en la muerte de la señora Georgina Ortiz Ortiz? ¿Acaso es Aida de los Santos, por ser dominicana e indocumentada, desechable, frente al sagrado, intocable e inmencionable exjuez? ¿Es esta la forma correcta de hacer justicia en este país, que tuvo como gobernador una patética figura que despectivamente se refirió a las latinoamericanas como 'repúblicas bananeras', queriendo separar a Puerto Rico de tan ridícula definición? Si la señora Aida de los Santos era la empleada doméstica, ¿no es lógico ubicar sus huellas en cualquier rincón, incluso en el que nacen los cubitos de hielo que producen ya la mayoría de los refrigeradores?
Si aparecen huellas de dos de sus dedos -con sangre de la occisa- en el supuesto cuchillo que sesgó la vida de la señora Ortiz, ¿no sería lógico deducir que el mismo debió haber estado limpio y que, por tanto, no podría haber sido el arma del asesinato? Si el cuchillo que la fiscalía muestra hubiese sido el cuerpo del delito, la sangre de doña Georgina hubiese estado impregnada en toda la hoja metálica del instrumento de corte. Por consiguiente, las huellas digitales (o dactilares) de doña Aida, en vez de dejar sangre, se hubiesen manifestado a la inversa: dejando surcos claros en una base roja; o, en su defecto, huellas indescifrables, pues se hubiese mezclado la sangre del cuchillo con la de los dedos “criminales” y, ambas, en última instancia, ¡provenían de la infeliz muerta!
¿Por qué el mango del cuchillo no presenta huellas de ningún tipo? O, mejor formulada la inquietud: ¿por qué, si es cierto que el cuchillo de referencia fue el arma que terminó con los sueños de doña Georgina, no interesan las huellas que debieron existir en el mango del mismo? ¿Las razones dadas por el perito son tan absolutas y definitivas que, por ser poroso y absorbente, el material -la madera- desvirtúa la calidad de las huellas? Surgen muchas dudas. Tome el lector un cuchillo con mango de madera (de los que debe haber en la casa de un exjuez, no de los que hay en las favelas que se están formando debajo de los puentes) y hágase una cortada donde menos duela; manche sus dedos y manos con sangre y empuñe el cuchillo por el mango. ¿Aparecen sus huellas? Quizás en la Edad Media los cuchillos tenían mangos tan toscos y rudimentarios, pero, ¿en la segunda década del siglo XXI?
Ese cuchillo, que luce no ser el catalizador del crimen, fue puesto en escena por las mismas manos asesinas que quitaron la vida a Georgina Ortiz; manos malvadas guiadas por diabólicos cerebros que entienden que, para hacer de apocada de circo, "está la indocumentada dominicana que no tiene ni arientes ni parientes". Se hace cuesta arriba pensar que doña Aida de los Santos es culpable. Doña Aida de los Santos se encontraba en la República Dominicana… y fue ella quien hizo presencia voluntaria en Puerto Rico para enfrentar las deleznables, cobardes y peligrosas calumnias que el encubrimiento está articulando.
Si doña Aida de los Santos fuese culpable, teniendo tantos lugares para ocultarse en la República Dominicana –mismos que ni la CIA intervencionista y criminal que opera fuera de territorios americanos daría con ellos- no se hubiese montado en un avión para exponerse a un juicio (que ya "encontró" causa probable) en el que será sometida a toda serie de humillaciones, conjeturas y vejámenes por parte de una gran cantidad de desaprensivos e ignorantes que se creen con la capacidad para discriminar el trabajo y la lucha tenaz que significa la vida para un gran número de dominicanos.
La República Dominicana exhibe, dentro de sus entrañas, unas “escarpadas montañas” más que propicias para hospedar a Bin Laden si estuviera vivo. Es muy posible que algunas “vacas sagradas” estén siendo protegidas con la acusación que pesa sobre la trabajadora doméstica dominicana, en una sociedad en la que se daban por superados los privilegios. ¡Cuánta verdad encierran estas comillas! El propietario -y de quien tomamos las mismas-, es el cónsul general de la República Dominicana en San Juan, capital de Puerto Rico, señor Máximo Taveras, quien ha hecho suya, al igual que otros valiosos y comprometidos dominicanos, la solidaridad que doña Aida necesita en estos difíciles momentos.
Nemen Hazim
2 de noviembre de 2012
San Juan, Puerto Rico