Completo.- Una explicación necesaria al supuesto sabotaje en la CDE...
|
Mucho tiempo ha transcurrido desde que asomó la idea de explicar el momento histórico que nos tocó vivir mientras ocupamos el cargo de gerente de Turbinas de Gas y Motores Diésel en la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE); quizás la razón que postergó estas palabras se enmarca en la negativa a hacer públicas las actividades relacionadas con la profesión, a la que hemos dedicado, ininterrumpidamente, 35 años.Una explicación necesaria al supuesto sabotaje en la CDE, en la que había que trabajar las generadoras hasta explotarlas para satisfacer los caprichos de un administrador incapaz y cobarde que "debía" mostrarle al presidente que en el país "había luz"...
Para que sea realidad, es necesaria una pequeña historia que facilite la comprensión de las posibilidades que el país tuvo de poseer una industria eléctrica rentable, funcional y eficiente al servicio de su desarrollo.
La República Dominicana siempre ha vivido bajo grandes deficiencias en el servicio eléctrico; se ha pretendido señalar la época de Trujillo como la única sin apagones, ¡y cuán vulgar es esa mentira! Los apagones no existieron porque en el país había energía eléctrica solamente en algunos sectores de la capital y en dos o tres barrios de dos o tres ciudades de dos o tres provincias. El campesino y los pequeñoburgueses de las capas baja, baja pobre y baja muy pobre, según los criterios de una oligarquía rancia e indolente, que aún pervive, “no requieren de ciertas comodidades”. De forma cruda y realista lo describe Juan Bosch el 26 de mayo de 1963, honrando a las madres dominicanas: "(…) Nuestra preocupación debe ser para la madre pobre; la que en los ranchos de las ciudades y en los bohíos de los campos, a la luz de la “jumiadora” o de la lámpara, ha estado junto al catre o junto a la barbacoa del hijo enfermo, vigilando con ojos endurecidos por el trasnocho y rogando a Dios de las alturas, con palabras atravesadas por el dolor, la salvación del enfermito…".
El profesor Bosch tenía plena conciencia de la importancia de la industrialización, para lo que se requería, con urgencia suprema, la electrificación del país. Sus primeros esfuerzos, desde el 20 de diciembre del 1962, día en que ganó los primeros comicios libres en más de un tercio de siglo, estuvieron encaminados en ese sentido.
Joaquín Balaguer, desde un poder conquistado con las manos sucias del imperio, inició un proceso de construcción de plantas térmicas e hidroeléctricas -contempladas en el plan de electrificación que se había propuesto implementar el gobierno derrocado el 25 de septiembre de 1963- que, aunque significativo, no llegó nunca a igualar la demanda. Dentro de las térmicas, las administraciones reformistas iniciaron el triste proceso de instalación de turbinas de gas, máquinas diseñadas para trabajar en las horas de máxima carga, convertidas en plantas de uso continuo por las presiones que crea el miedo y la mediocridad.
A mediados del tercer período de Balaguer ingresamos a la CDE los primeros ingenieros entrenados que la empresa conoció -salvo honrosas y contadas excepciones y dos o tres 'islas' que habían subordinado la profesión al robo y a la inmoralidad-, bajo un novel y eficiente programa implementado por Pedro Manuel Casals Victoria, quien, a pesar de la corrupción existente en todas las esferas del gobierno (¡carajo… cuánta coincidencia con ciertos tiempos!), partió con el mérito de haber sido, históricamente, su mejor administrador.
Los gobiernos perredeístas, bajo las mismas mañas reformistas, continuaron con la expansión del sistema, cometiendo errores insalvables; la capacidad instalada seguía siendo menor que la demanda. Continuó la instalación de turbinas de gas para generación base y se multiplicó la “siembra” de motores diésel de muy baja capacidad para satisfacer las exigencias de los “ranchos de las ciudades” y de los “bohíos de los campos”, que hasta hoy no han podido apagar la “jumiadora”. Inició, en estos dos períodos, el estancamiento de la profesionalización lograda bajo la administración Casals, y la mediocridad se apoderó de ciertas posiciones claves, convirtiendo la empresa, que comenzaba a planificar y a priorizar el mantenimiento, en un verdadero desastre.
Balaguer retorna al poder ¡ciego, sordo y mudo! (¡no hay por qué dudar de la capacidad de nuestro pueblo!). La administración de la CDE cae en manos incompetentes, con la peculiaridad de que uno de sus incumbentes no era más que un títere de Rafael Bello Andino, esa figura patética -sorda, ciega y muda también- que alegremente movía las cuerdas detrás de unos beneficios muy personales -y muy significativos- que saldrían de un contrato con una empresa canadiense.
La CDE estuvo bajo las riendas de un mediocre y vulgar administrador que, a los pocos días de ser designado, cursó una visita al Director de Producción, un capaz y brillante profesional -mejor ser humano, formado en las mismas entrañas de la empresa- con quien compartíamos en sus oficinas, próximas a la central Itabo, un sábado cualquiera, caluroso y soleado.
Presentado el nuevo administrador, comenzó de inmediato a esbozar sus planes para recuperar el dinero de los clientes morosos, entre los que se encontraban las grandes empresas privadas del país, además de las instituciones del Estado -incluyendo las descentralizadas y subgobiernos- y los militares de alto rango, dueños y señores vitalicios de la patria de Duarte.
Durante el encuentro, para mostrar la eficacia de sus planes, hizo el comentario siguiente: «Acabo de poner dos hermosas muchachas a llamar por teléfono a los deudores para convencerlos de que honren sus compromisos». Su historial de inmoralidad, público en ciertas esferas de la CDE, generó serias dudas acerca de la propuesta para facilitar el cobro, inquietud que transmitimos al director de Producción tan pronto el flamante "jefe" salió por la puerta que había ingresado (mientras desempeñó, en el pasado, una función de relevancia, había contado, sin saber que su radio aireaba, unas aventuras sexuales sostenidas con unas secretarias, tal cual si fuera el Kama Sutra dominicano). Si el cobro se hace por vía telefónica, ¿qué influencia puede tener la belleza física de una mujer? Este razonamiento marcó, desde ese día, la dura realidad que se avecinaba. ¿No era más conveniente, para la institución y el país, contratar personal calificado, en lugar de hermosos y contorneados culos “para hablar por teléfono”?
Su gestión se caracterizó por trabajar las unidades generadoras por debajo de los 60 Hz -frecuencia nominal del sistema eléctrico dominicano-, ocasionando serios y graves problemas a las mismas, debido a la acumulación de los esfuerzos que producen las vibraciones, lo que al final se traduce en una disminución en la vida útil.
La “Deutsche Gesellschaft für Technische Zusammenarbeit” (GTZ), una empresa alemana para la cooperación y el desarrollo -que opera a nivel mundial-, realizó un taller con el objetivo de identificar los problemas de la CDE, que al final convergieron hacia uno solo: ¡la administración!, conclusión de la que no pudimos participar debido a que, el día de cierre, todas las unidades a gas del país (Barahona, San Pedro de Macorís, Timbeque 1 y 2 y Los Mina 1 y 2) amanecieron fuera de servicio, imposibilitando nuestra asistencia a tan importante evento, sobre todo cuando se trabaja para una institución cuyo carácter sociopolítico era exactamente el mismo que el del país: paternalista. Por eso las oficinas de la Dirección de Producción estaban en Itabo; si algo sucedía en la central más grande, “era mandatorio que el director estuviese ahí”.
Si el administrador no entraba en razones respecto a las conclusiones del taller, lo prudente era presentar la renuncia en bloque, situación que, necesariamente, culminaría con su salida y, por consiguiente, con la instalación de una dirección colegiada encabezada por los mejores profesionales -ausentes o en funciones-.
Los argumentos esgrimidos por amigos -los que fueron o los que son, no nos preocupan; si fueron, ¡adiós!, y si son, ¡abrazos!- muestran el grado de mediocridad de la sociedad dominicana: «entré a la CDE solo y me voy solo», «tengo hijos y no puedo involucrarme», «no puedo prescindir de mi sueldo, tengo obligaciones», «eres un idealista soñador», «te vas a quedar solo», «tengo niños pequeños». Si estas fueron las razones de tan excelentes profesionales -porque los son-, forjados casi todos en la Universidad Autónoma de Santo Domingo de los años sesenta y setenta, ¿qué podemos esperar de esa enorme masa conformista e ignorante ante los pisoteos, abusos y robos del PRD, de Leonel Fernández y el PLD y de Joaquín Balaguer y sus 'reformistas'?
Foto del autor -de 1984-, cuando ejercía como Encargado de la Planta Flotante Andrew J. Weber (instalada en el muelle de San Pedro de Macorís; prestada por el gobierno de los Estados Unidos a la República Dominicana). Aparecen en la misma el embajador de EE. UU. y personal de apoyo logístico del ejército norteamericano...
La oportunidad de brindarle al país una pujante y eficiente compañía eléctrica, y una nación sin apagones, escapó irresponsable e inexplicablemente. La mediocridad que nos identifica pudo más que la voluntad para hacer lo correcto (es justo reconocerle, a todos esos grandes profesionales, la entrega y dedicación con que ejercieron sus funciones).
Sin el debido apoyo, y de manera personal, procedimos a recopilar información para visitar al Dr. Balaguer en el Palacio Nacional, donde fuimos recibidos por el Ing. Guillermo Caram, a la sazón Secretario Técnico de la Presidencia, un extraordinario dominicano, de gran capacidad profesional y exquisita formación humana. El Ing. Caram escuchó y leyó algunos de los documentos, pero no eligió el despacho correcto al que debía informar. Fuimos al de Rafael Bello Andino, secretario Administrativo de la Presidencia: a “la boca del lobo”. La intención siempre fue la de visitar el despacho del presidente Balaguer, pero, cuando bajábamos las escalinatas del palacio en dirección al estacionamiento, nos dimos cuenta del error que habíamos cometido: el Sr. Bello Andino era quien realmente dirigía -tras bastidores- la compañía eléctrica.
A partir de ese momento, el enfrentamiento con la administración de la empresa estatal no se hizo esperar; por radio, en una parada programada para la turbina de Barahona, hubo que enfrentar su vano intento por desconocer lo planificado. Con el autoritarismo típico del funcionario dominicano -y el servilismo de quienes le secundaban-, se intentó arrancar la unidad sin que hubiesen concluido los trabajos de mantenimiento. La acción no fue autorizada por el autor de este escrito, a la sazón Gerente de Turbinas de Gas y Motores Diesel, por lo que la unidad siguió bajo el esquema establecido, no sin antes dejar secuela: su mediocridad lo llevó a destituir, de forma sorpresiva e inexplicable, al Director de Producción, marcando definitivamente el inicio de nuestra retirada de la CDE y del país. Al final, terminamos todos renunciando de la empresa -las 20 personas que verdaderamente la conocíamos-, y lo hicimos, desgraciadamente, con el cuentagotas: uno por uno.
La mediocridad, como siempre, triunfó en la República Dominicana: primero, porque con todas las condiciones dadas, no hicimos lo que el momento exigía, y, segundo, porque esa epidemia de conformidad y mediocridad que nos corroe hace mucho que hubiese sido desplazada de la CDE y, por qué no, de otras agencias especializadas del Estado.
“Un dominicano que tenga coraje para luchar por su independencia tendrá que desafiar el hambre, la suya y la de sus familiares; y si la desafía y se niega a someterse al amo de la empresa nacional, tendrá que enfrentar las leyes del gobierno, instrumento legal de la empresa, y esas leyes son hechas y rehechas cada día, a medida de las necesidades de la empresa, para que nadie pueda rebelarse contra el amo; y en última instancia, el rebelde tiene sobre sí las pistolas de la policía privada del empresario, y esa policía privada, que es implacable, lo mismo que el gobierno, que es servil, está pagada por la nación. En Santo Domingo no hay ninguna fuerza, mínima o grande, individual o nacional, que pueda ofrecer amparo al rebelde” (Juan Bosch – Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo. Novena edición, 2002 – Santo Domingo, República Dominicana. Editora Alfa y Omega).
“Sabotaje” en la CDE
Para concluir, la experiencia dominicana indica que las expresiones del actual funcionario de la compañía eléctrica no son más que unas fuera de contexto; irreales, tales como las que circularon en 1988 cuando hizo explosión la unidad número uno del complejo turbogas Los Mina.
El Despacho de Carga nos informó de lo sucedido alrededor de las diez de la noche, comunicándonos que el evento había sido etiquetado de “sabotaje” por un grupo de militares que se encontraba en el complejo, dentro del que había generales, coroneles, capitanes, etc. Al arribar al parque energético, con una comunicación enmarcada estrictamente en lo necesario, expresamos que lo sucedido había sido vaticinado con anterioridad e informando por escrito al Director de Producción, Ing. Darío Jones, vía correspondencia oficial de la que debe existir copia en los archivos de la administración de la CDE, si es que, los que han desfilado por esos entornos, han dejado papel alguno. «La unidad número uno de Los Mina está llegando al final de sus días», rezaban las últimas palabras de esa correspondencia que enviamos al Ing. Jones.
¿Por qué concluía de esta manera una comunicación oficial? Porque en la CDE había que trabajar las unidades a la mala para satisfacer los caprichos de un administrador que, por incapacidad, cobardía y miedo, debía mostrarle al presidente que al país se le estaba suministrando energía eléctrica, aunque para ello no se ejecutaran los trabajos de mantenimiento. El sabotaje solamente existió en las perversas mentes de aquellos que, de una forma u otra, se han encargado toda la vida de fastidiar al pueblo dominicano.
Es esta la pequeña historia; los dominicanos tenían derecho a saber que la CDE pudo haber sido exitosa; tenían derecho a tener una vida normal, con luz las 24 horas de cada día, pero la mediocridad, defecto intrínseco de nuestra formación, no lo permitió. Los años que siguieron fueron frustrantes para toda la población; muchos no quisieran recordar los primeros de la década de los noventa. Y la 'capitalización' que implementó el PLD y Leonel Fernández a partir del primer período de gobierno no pudo haber sido más desastrosa.
No se puede seguir aplaudiendo cuando regresa la energía eléctrica; no se puede seguir siendo indiferente ante los desmanes que han cometido los políticos, sobre todo los últimos. Los dominicanos no pueden seguir siendo conformistas y pasivos; es hora de que despierten y luchen por lo que les han robado, por lo que les han quitado, por lo que les pertenece.
Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
28 de octubre de 2012