Completo.- ¡Basta ya! ¡Balaguer no, Fernández Domínguez sí!
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Movidos por la curiosidad de verificar si la cédula que aún portamos se corresponde con nuestros datos, entramos a la página de la Junta Central Electoral, pero, por dos razones muy diferentes, no hicimos lo que nos llevó a acceder al portal de la institución que organiza los procesos electorales en la República Dominicana: la primera, porque al intentar buscar la cédula nos dimos cuenta de que no la cargábamos en la cartera y, la segunda, porque nos llamó mucho la atención la noticia “JCE inaugura exposición pictórica con figuras históricas nacionales”.¡Basta ya! ¡Balaguer no, Fernández Domínguez sí! ¡Balaguer no puede estar junto a Bosch, Peña Gómez, Manolo, Caamaño, Duarte, Sánchez, Mella y Luperón! ¡El coronel Fernández Domínguez sí!
Nos sorprendimos al leer el primer párrafo, al ver que junto a tan grandes dominicanos preocupados por la dominicanidad y los mejores intereses de la patria se incluyera la figura de Joaquín Balaguer, un déspota y criminal que gobernó la nación a sangre y fuego, subordinado siempre a los intereses de los norteamericanos.
Para hacer más fácil la comprensión de lo que queremos señalar, mostramos a continuación ese primer párrafo: “Desde ahora las pinturas del artista Miguel Núñez que presentan imágenes de los padres fundadores de la República, de Gregorio Luperón y de los líderes políticos contemporáneos como son Juan Bosch, Joaquín Balaguer, José Francisco Peña Gómez, Manolo Tavárez Justo y Francisco Alberto Caamaño Deñó, permanecerán en los salones y pasillos de la JCE. Frank Moya Pons definió la exposición como emblemática”.
Cuando se alude a los “padres fundadores de la República” (Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella), a Gregorio Luperón y a “los líderes políticos contemporáneos”, se hace una distribución irracional de lo que unos y otros son.
Duarte, Sánchez y Mella (Padres de la Patria), Gregorio Luperón (Restaurador de la República), los coroneles Francisco Alberto Caamaño y Rafael Tomás Fernández Domínguez -a este último se le excluye no sabemos por qué razones- (defensores de la soberanía nacional y del respeto a la institucionalidad del país) son próceres que ha parido nuestro suelo y que la Historia tendrá que enaltecer por siempre.
Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez y Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo) son líderes políticos contemporáneos y defensores de la vida democrática, de la institucionalidad y del respeto a los valores fundamentales del ser humano.
¡Pero Joaquín Balaguer! ¿Qué hace Joaquín Balaguer en medio de tan grandes y reconocidos patriotas? Si los jueces de la Junta Central Electoral no lo conocen; si su presidente, Rosario Márquez, no lo conoce -y muy bien que debería conocerlo, pues fue quien le hizo la vida imposible al fundador del partido al que pertenece-; si el historiador Moya Pons no lo conoce -después de haber narrado todas sus atrocidades y haber cuantificado en más de tres mil los asesinatos bajo su dirección-, entonces mostraremos por qué Joaquín Balaguer no merece estar junto a los Padres de la Patria, junto a los Restauradores de la República ni junto a los defensores de la soberanía y la institucionalidad.
Joaquín Balaguer ha sido, después de Trujillo, el dominicano que más se ha ensañado con la juventud digna y comprometida con la patria, representada por revolucionarios y constitucionalistas que propugnaron por el verdadero respeto a la vida, por el libre juego de las ideas y por la conformación de una sociedad en la que el valor humano de cada componente fuese el eje principal en torno al cual debería plasmarse cualquier política de Estado.
Balaguer representó siempre los peores intereses del pueblo dominicano. Se convirtió en un lacayo de la oligarquía nacional e internacional y, en muchas ocasiones, manifestó una simpatía irracional hacia los norteamericanos, dejando una extraña sensación que a veces lo encuadraba como un nacional de esas tierras pentagonistas, no como el jefe de Estado que debía velar por el bienestar de sus conciudadanos dominicanos. Su entreguismo fue tal que puso a disposición de un gobernante norteamericano su cargo de presidente, lo que no hizo a cambio de los miles de muertos que pesan sobre su hombro.
Joaquín Balaguer mató lo mejor de la juventud dominicana; dejó migajas para el futuro inmediato. El mejor ejemplo lo tenemos con la generación del relevo: entreguista, cobarde y con escuela parecida; los temores al ejercicio total de la administración en favor del pueblo dominicano dan pie a los gobiernos más corruptos, subordinados y permisivos que observa la historia política dominicana.
En el desarrollo de la noticia, además, sobresale la mediocridad del presidente de la Junta Central Electoral y los oscuros intereses que priman en lo que se plasma como una exposición pictórica de “figuras históricas nacionales”, encabezado que deja abiertas muchas puertas: la de Trujillo, que es una figura histórica, y la de Leonel Fernández, que es un “líder político contemporáneo”.
“… La intención era que estas paredes vacías empezaran a estar ocupadas con cosas que nos ayudaran cada vez más a estar apegados a un pensamiento tan noble como el de Duarte y los trinitarios, el de Caamaño, el de José Francisco Peña Gómez, el de Balaguer, el de Bosch, el de Luperón, el de Manolo, que de alguna manera ofrendaron sus vidas porque este país se desarrolle, se fortalezca y sea una democracia ejemplar en las Américas”, señala el presidente de la Junta Central Electoral.
Dos enormes disparates hay en esas palabras del Sr. Rosario Márquez: el primero, cuando se refiere a las pinturas de los personajes históricos como “cosas” y, el segundo, cuando pone a Balaguer en el mismo plano que los patricios, los restauradores y los defensores de la dominicanidad y la institucionalidad, al decir que este asesino del pueblo, entreguista consuetudinario y pro yanqui, tiene “un pensamiento noble”.
Si muchos no lo recuerdan, el Dr. Balaguer mató a Amín Abel Hasbún, a Maximiliano Gómez, a Henry Segarra, a Guido Gil, a Otto Morales, a Homero Hernández, a Orlando Martínez, a Gregorio García Castro, a Sagrario Ercira Díaz, a Rafael Pérez Guillén, a Amaury Germán Aristy, a Bienvenido Leal Prandy, a Ramón Emilio Mejía (Pichirilo), a Orlando Mazara, a Flavio Suero, a Salomón Lama, a Rafael Vargas, a Virgilio Perdomo Pérez, a Ulises Cerón Polanco, a Florinda Soriano (Mamá Tingó), y a otros tres mil valiosos y buenos dominicanos, dentro de los que se encuentra el inmenso Coronel de Abril, Francisco Alberto Caamaño Deñó, y nos preguntamos, ¿cómo puede aparecer Joaquín Balaguer, criminal histórico de lo mejor de la dominicanidad, junto a Francisco Alberto Caamaño Deñó, a quien mandó a fusilar después de ser apresado vivo?
El oportunismo de Leonel Fernández y su enlodado “nuevo camino” han hecho posible semejante barbaridad, en el afán de que su figura comience a ser enmarcada junto a los más grandes dominicanos. En este país nuestro, desmemoriado por el arribismo y el oportunismo, los peledeístas fueron capaces de llevar a Juan Bosch a un pacto con el diablo el día que crearon la inmundicia que se llama Frente Patriótico, acción que pudieron concretizar gracias a que, ese ilustre dominicano, por ley natural de la vida, vivía la disminución de sus facultades racionales.
Hoy lo relanzan de nuevo, bajo la dirección de un Danilo Medina que asombra, que fue capaz de decir que el Estado lo derrotó pero que emerge ahora bajo el auspicio de los mismos que administran ese Estado; de un Danilo Medina que dice encarnar la figura de Juan Bosch, pero aliado a ladrones y criminales, en franca contradicción con los ejemplos del profesor Bosch, que prefirió no asistir a elecciones porque si ganaba se exponía, con lo que contaba y con las alianzas de los oportunistas sin gente, a salir inmortalizado como un corrupto cualquiera, tal y como sale hoy esa etérea figura que ha sido capaz de decir que deja construido un Nueva York chiquito, repleto de miseria, falta de educación y salud, desorden, corrupción, drogas, criminalidad y, lo que podría ser peor, un ejercicio de la simulación y del irrespeto por los valores morales y constitucionales que pone la patria de Duarte en la cima del estercolero.
La noticia continúa diciendo que “es una primera fase, ya que se tiene previsto ubicar pinturas de Concepción Bona, Rosa Duarte, María Trinidad Sánchez y mártires de la prensa, que se colocarán en pasillos y salones de los tres niveles del edificio de la JCE”. ¿Y del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez qué? ¿Cuántos dominicanos ha parido esta sufrida patria con la integridad; la conducta ejemplar, pura y limpia; el elevado nivel de compromiso con la patria; teniendo como norte la defensa de los mejores intereses del pueblo dominicano; y que hayan expresado la voluntad de darlo todo por el honor y la dignidad de la nación, tal y como hiciera el coronel Fernández Domínguez al sacrificar su vida porque tenía que ponerse a la par con sus compañeros de armas lanzándose a los peligros que involucraba la toma del símbolo de poder del Estado dominicano?
Euclides Gutiérrez Félix, historiador y exministro del Gobierno Constitucionalista, reveló que el coronel Francisco Caamaño le confesó que no se opuso al asalto al Palacio Nacional, donde murió abatido el coronel Rafael Fernández Domínguez, porque este último era el verdadero líder del Movimiento Constitucionalista. "Yo solo soy un usurpador… el verdadero líder moral y militar del movimiento constitucionalista fue Rafaelito, por lo que yo no tenía la calidad para oponerme a su decisión", expresó Caamaño ante el cuestionamiento de Gutiérrez Félix, revelaciones que fueron hechas durante una conferencia que dictó sobre la vida del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez luego de un acto en el que se desvelizó un rótulo que designa la Autopista de San Isidro con el nombre del héroe militar constitucionalista.
Para el doctor José Joaquín Pérez Saviñón, presidente del Instituto Duartiano, “esta es una obra maravillosa que nos va a mostrar los paradigmas de nuestros grandes hombres, los ejemplos a seguir de este gran pueblo dominicano”. ¿Es el doctor Joaquín Balaguer un ejemplo a seguir? De ser cierta semejante declaración, estamos entonces en una sociedad que no sabe delimitar sus valores. Si Balaguer -para quien la constitución era un pedazo de papel, para quien la juventud dominicana no era más que una “atea y disociadora”, para quien los empleados públicos debían vivir del “macuteo”, para quien la “Banda Asesina y Colorá” era un invento de la oposición, para quien los muertos no importaban- es un paradigma a seguir, ¿qué es entonces el coronel Fernández Domínguez?
Con razón, la corrupción, el irrespeto a la constitución, la permisividad, la simulación, la falta de educación y el tráfico de influencias en este y en todos los gobiernos que se han sucedido desde el 1963 hasta el presente son los paradigmas que sustentan una sociedad podrida, en la que lo malo es bueno y lo bueno es de pendejos. Balaguer es un paradigma, pero un paradigma de lo malo, cuya influencia en el actual mandatario es la preponderante, como lo ha sido en los gobernantes del Partido Revolucionario Dominicano, que al igual que el de la Liberación Dominicana sólo han llevado líderes al poder para hacer de la corrupción una bandera emblemática.
“En nombre de la Academia de la Historia yo quiero felicitar a la Junta Central Electoral por esta iniciativa, puedo asegurar que esta va a ser una exposición emblemática”, dijo Frank Moya Pons. ¿Puede ser emblemático el hecho de exaltar en el mismo espacio, en el mismo lugar, en el mismo evento y por las mismas razones las figuras del asesino Balaguer y del prócer Caamaño Deñó, a quien, además, el mismo Balaguer mandó a fusilar?
Emblemático quiere decir -para los que no conocen el significado de la palabra- significativo… representativo, según lo describe la Real Academia Española, institución que rige las reglas y normas gramaticales y los significados de las palabras con las que nos comunicamos en este hermoso idioma los que vivimos en este pedazo de tierra que se llama República Dominicana.
Si esos son los sinónimos de la palabra emblemática, lo que está diciendo Moya Pons es que es significativo, que es representativo que Balaguer, un entreguista y subordinado del imperialismo norteamericano, debe estar junto al coronel Caamaño, que precisamente hizo todo lo contrario: combatir las fuerzas invasoras de ese mismo imperio que hizo posible -¡paradojas de la vida!- la asunción al poder del doctor Joaquín Balaguer. Y si eso es lo que quiere decir el Sr. Moya Pons, definitivamente el país está formando burros; seres humanos anormales, estúpidos… confusos. No se puede aplaudir, al mismo tiempo, lo que es bueno y lo que es malo para el país; no se puede exaltar, al mismo tiempo, la sumisión a un poder diferente al del Estado dominicano y el patriotismo, la bravura y la determinación con que se enfrenta a dicho poder cuando intenta violentar la soberanía.
Por razones inexplicables, Balaguer ha sido colocado junto a los más grandes dominicanos, pero, por esas mismas razones, se ha excluido a un dominicano ilustre, militar honesto, limpio, comprometido con la patria, defensor de la soberanía, de las instituciones democráticas y de un gobierno que el pueblo se dio por libre expresión en las urnas, que lo hace mil veces más legítimo que los que ejerció el rey de la trampa y del mal accionar en la República Dominicana: Joaquín Balaguer. Ese insigne dominicano, con la hoja militar más limpia, honesta y comprometida con la institucionalidad, se llama Rafael Fernández Domínguez, injustamente aislado de los próceres dominicanos.
“La lucha del pueblo dominicano, de los militares constitucionalistas, de dirigentes políticos, de médicos, de ingenieros, de abogados, en fin, la lucha de toda la nación contra las tropas invasoras yanquis, que mancillaron el honor y la soberanía, es la más grandiosa obra que nos legó ‘el soldado del pueblo y el militar de la libertad’, obra que hizo posible que el pueblo dominicano se creciera hasta la cima de la dignidad, del valor y del coraje: el coronel Rafael Fernández Domínguez fue el artífice que unió todas las piezas que se requerían para combatir al ejército más poderoso del mundo y lograr la reivindicación del honor y la soberanía”, decíamos en el ensayo titulado “Soldado del Pueblo y Militar de la Libertad… ¡AL PANTEÓN NACIONAL!”, en el que hacíamos un recuento de la vida de este ilustre militar, de comportamiento “extraño” en una institución históricamente acostumbrada a doblegar al pueblo y a saquear sus bienes y pertenencias.
El presidente del Senado, Reinaldo Pared Pérez, había declarado que el prócer coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez era la figura militar en la historia dominicana reciente con mayores méritos para ser exaltado al Panteón de la Patria. De la misma forma se han expresado historiadores serios y responsables, medios de comunicación, periodistas y articulistas de varios diarios. Y entonces… ¿qué pasa? ¿Cuáles son los intereses oscuros que impiden tal acción y que marginan al más ilustre de los dominicanos que se han formado en los cuerpos militares?
Nadie que se respete debe permitir que el doctor Balaguer ocupe el lugar que corresponde históricamente al coronel Rafael Fernández Domínguez; el pueblo denominaba a uno “Joaquín Balaguer, muñequito de papel, asesino en el poder”, queriendo expresar, con pocas palabras, la subordinación al imperialismo yanqui y a la oligarquía criolla, y la maquinaria de cometer asesinatos con la que tiñó de sangre los terribles “doce años” que se dieron entre 1966 y 1978.
Al otro lo bautizó el mismo pueblo, por vía de Juan Bosch, como “¡Soldado del Pueblo y Militar de la Libertad!”, y lo bautizó de esa manera por la infinita grandeza de su conciencia patriótica, por su entrega total a las mejores causas de la dominicanidad y por el compromiso manifiesto en cada una de sus acciones en favor de la soberanía y la integridad de la nación [“… Al coronel Miguel Ángel Hernando Ramírez, a todos los oficiales, a los coroneles, mayores, capitanes y tenientes, a los sargentos y a los rasos de las Fuerzas Armadas que se han levantado para reconquistar la libertad y la democracia, a todos ellos se les conocerá en la historia como los soldados del pueblo y militares de la libertad”] - Juan Bosch, Puerto Rico, 25 de abril de 1965.
“Sabemos que este movimiento tiene una alta categoría histórica; que él marcará una época en nuestro país, siempre traicionado y siempre esclavizado; sabemos que con nosotros no sólo se levantará la voluntad democrática del pueblo dominicano sino también la fe de muchos pueblos de América que tienen en su corazón un altar para los luchadores de la libertad. Y porque sabemos todo eso, terminaremos la lucha con el mismo sentido del honor con que la empezamos y con el alma satisfecha de los que sirven a la Patria y, en consecuencia, sirven a su pueblo. Aquel que de nosotros caiga en la lucha, no caerá; se elevará al respeto de todos los dominicanos; aquel de los que luchan contra nosotros, que no comprenda a tiempo su error, ese caerá para siempre del amor del pueblo y será perseguido por la historia”; estas palabras reflejan la grandeza y el nivel de compromiso que, voluntaria y espontáneamente, con unos valores morales y patrióticos muy arraigados, exhibía el coronel Rafael Fernández Domínguez para con la nación dominicana, esa misma nación que fue pisoteada por las tropas yanquis que tanto admiraba el doctor Balaguer y a las que se arrodillaba como el peor de los serviles.
Nuestra voz es un grito en el encauzamiento de los valores nacionales. No se puede seguir con la práctica de la doble moralidad, de la ambivalencia, de hablar de lo bueno y lo malo en el mismo nivel, de juntar mansos y cimarrones; ¡ya basta de tanta irresponsabilidad, de la teoría de las muchas verdades!… ¡No se puede seguir faltándole el respeto a la verdad histórica, y mucho menos seguir faltándole el respeto a los dominicanos y a sus próceres!
No seremos nosotros quienes, a partir de ahora, completemos este artículo. La voz dulce, segura y querida del coronel Fernández Domínguez se encargará de llevar este grito al nivel que le corresponde. Serán sus propias palabras, por vías documentadas, las que resurgirán de ese lugar tan especial en el que la Historia cobija a sus grandes hombres, a sus grandes patriotas, a sus grandes militares que han hecho de sus carreras unas de compromiso total con la soberanía y la dignidad de la nación.
“¿Por qué tanta injusticia y herejía histórica cometida? ¿Por qué a estas alturas no se reconoce que Fernández Domínguez es el símbolo de la constitucionalidad y el respeto a la voluntad popular? La Junta Central Electoral es la institución que organiza las elecciones; las elecciones se celebran en los países donde hay democracia; la democracia dominicana se ha construido a base de ideas, de sacrificios y de la sangre de muchos dominicanos, entre los que sobresale en primera fila el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, pionero del respeto a la voluntad popular y a la Constitución de la República, ideólogo y organizador del Movimiento Constitucionalista; el primer líder militar en la historia de América Latina que, desde el seno de las propias Fuerzas Armadas, organiza, promueve y encabeza un movimiento destinado a restituirle al pueblo sus derechos y libertades, esto es, el derecho a elegir y ser elegido, y que se respete la voluntad del pueblo.
“De modo, pues, su lucha y su inmenso sacrificio se fundamentaron en el respeto, en la institucionalidad y en la defensa de la voluntad popular. Su voz retumba exclamando:
-¡Caiga quien caiga, hay que defender la Constitución!;
-Los militares no están para tumbar gobiernos elegidos libremente por el pueblo.
“No dudó un instante cuando visitó a su Comandante en jefe, profesor Juan Bosch, y le dijo:
-Señor presidente, estoy listo, junto a un grupo de oficiales, para evitar que su gobierno sea derrocado.
“Después de consumado el golpe, con órdenes precisas de salir del país, proclamó decidido, ante los representantes del presidente derrocado:
-Estoy listo para actuar y conmover a la República Dominicana por los cuatro costados;
-¡Los militares debemos devolverle al pueblo lo que los militares le quitamos!
“En su proclama al pueblo dominicano, leemos:
-Como dominicanos, y en especial como militares, no podemos ni debemos permanecer indiferentes ante la llamada de la Patria, y aquí estoy, respondiendo con la frente en alto, el honor multiplicado y la vergüenza como estandarte. Que nos juzguen la Historia y la República. Cueste lo que cueste, hay que defender la voluntad popular.
“En carta del 1 de enero de 1965, dice a sus compañeros:
-Yo he jurado ante ustedes y con ustedes, provocar y dirigir una acción en contra del gobierno de nuestro país, y para este juramento poco han importado las apreciaciones de los efectivos a nuestro favor. Lo que convinimos que sobra es coraje, decisión y voluntad de servirle a nuestro pueblo, que por nuestra propia culpa se debate hoy en el más negro de los abismos.
“Y continua:
-Hay que apuntar que si alguien, poniendo su seguridad y bienestar personal por encima del deber, el honor y la patria, viola deliberadamente su juramento, será responsable ante el pueblo, la Historia y el mundo del sacrificio de todos los demás… Una última advertencia; recuerden que la victoria siempre acompaña a los decididos… ¡VIVA LA REPÚBLICA DOMINICANA!
“Entre tantos otros de sus pensamientos, dice:
-El uniforme, aunque cubre el cuerpo, no oculta los principios.
“Y para terminar, unas palabras de una carta del 22 de marzo de 1965 a Héctor Lachapelle Díaz, que dice:
-Hemos perdido, sin combatir, batallas, pero no la guerra. El tiempo es nuestro mejor aliado, y confío en que la victoria definitiva estará al lado de la verdad, el honor y la libertad… ¡DIOS, PATRIA Y LIBERTAD PARA TODOS LOS DOMINICANOS!”.
Gracias, Arlette Fernández, por habernos cedido al más íntegro, digno e ilustre de los militares dominicanos. Gracias por habernos cedido el corazón y el alma del coronel Fernández Domínguez en esas expresiones que lo elevan a la inmortalidad de los grandes próceres. Algún día despertará este pueblo, sometido a una concienzuda ignorancia, establecida por los gobernantes corruptos e inmorales que lo han subyugado desde la fundación de la República, y que han sido los más.Juan Bosch: “El día 19 (de mayo de 1965) recibí una llamada desde Santo Domingo y, con ella, la noticia de que el coronel Rafael Tomas Fernández Domínguez había muerto por balas norteamericanas. Para mí lo que había caído en tierra dominicana no era un hombre, era una estrella; y no lloré, no porque no me faltaron ganas, sino porque en las horas de la adversidad los hombres que tienen responsabilidades no pueden llorar. Rafael Tomás Fernández Domínguez no ha muerto y, como Simón Bolívar, muchos años después de su muerte, su nombre no cabe en América. El del extinto coronel traspasará los límites de la Patria. Cuando estalló la Revolución el 24 de abril de 1965, Fernández Domínguez se encontraba en Chile, trasladándose inmediatamente a San Juan, Puerto Rico donde se puso a hacer gestiones para conseguir un avión que nos trajera a los dos al país. No fue posible conseguir ese avión pero un mes después Fernández Domínguez viajo a Santo Domingo en un avión de la Fuerza Aérea Norteamericana, no sin antes resistirse, alegando que no debía hacerlo porque se trataba de un avión de los invasores. Le dije, -coronel, usted es militar, y usted sabe que cuando se está en guerra y hay posibilidad de utilizar al enemigo para derrotarlo, debe aprovecharse. Cinco días después murió en el ataque al Palacio Nacional”
¡Basta ya de las dobles verdades, de las inmoralidades y de la inversión de valores que quieren aplicar al juicio supremo de nuestros verdaderos próceres! ¡Balaguer no puede estar junto a Bosch, Peña Gómez, Manolo, Caamaño, Duarte, Sánchez, Mella y Luperón! ¡El coronel Fernández Domínguez, “Soldado del Pueblo y Militar de la Libertad”, sí debe estar junto a nuestros grandes hombres!
“Quien ignora la verdad es un iluso, pero quien sabiendo la verdad la llama mentira, es un delincuente” (Bertolt Bretcht, influyente dramaturgo y poeta alemán del siglo XX).
Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
4 de marzo de 2012