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I.- Soldado del Pueblo y Militar de la Libertad: ¡al Panteón Nacional!

" … El 24 de abril de 1965… (es el, nh) acontecimiento más importante protagonizado por el pueblo dominicano en el Siglo XX, en una jornada popular y militar mediatizada por la usurpación del suelo patrio por las Fuerzas Armadas norteamericanas durante los años 1965 y 1966 " - [Víctor Grimaldi]

Decíamos, el 31 de mayo de 2008, en un artículo publicado en este mismo foro titulado "El día de la Libertad", lo siguiente:

"Víctor Grimaldi y Hamlet Hermann se han caracterizado por realizar valiosas investigaciones científicas acerca de nuestra historia reciente. Coincidimos totalmente con ambos en que el día que debe ser declarado como el Día de La Libertad es el 24 de abril del 1965, 'por ser el verdadero símbolo de la libertad individual y nacional del pueblo dominicano' y 'por conmemorar la rebelión constitucionalista y la guerra patria de 1965', tal y como expresaran, en el orden establecido, participando por separado en actividades relacionadas con el 30 de mayo, día al que se le quiere recordar, por el magnicidio, como el precursor de la libertad del pueblo dominicano.

"… El 24 de abril de 1965… (es el, nh) acontecimiento más importante protagonizado por el pueblo dominicano en el Siglo XX, en una jornada popular y militar mediatizada por la usurpación del suelo patrio por las Fuerzas Armadas norteamericanas durante los años 1965 y 1966" - Víctor Grimaldi.

Además, señalábamos que el pueblo dominicano se había encumbrado -en la defensa de la soberanía y la integridad de la patria- "a la cima de la dignidad, del valor y del coraje", en un corto tramo de su historia que lo engrandece, tanto por lo magnánimo de la gesta como por acontecimientos previos que desembocarían en la misma, que facilitarían a un "soldado del pueblo" el espacio para alcanzar la estatura de 'Padre de la Patria' en una sociedad que afanosamente buscaba su madurez institucional dentro del marco que el ejercicio político otorga al capitalismo (aun, en una sociedad de desarrollo tardío).

Este soldado, a más de una década de lo que le deparaba la historia, y mientras hacía de centinela "en el patio de la Academia", recibió la visita de su padre quien, "presuroso", fue a abrazarlo, recibiendo en cambio las palabras que proyectarían a Rafael Tomás Fernández Domínguez como un comprometido con la institución y con la patria: "Respetuosamente señor, las reglas me impiden dirigirle la palabra".

La respuesta dada a un coronel de prestigio e influencia en las esferas del poder dictatorial -y además, su progenitor- sería una sin precedentes en la historia de los institutos castrenses, que marcaría para siempre al hombre que había nacido bajo las luces de Duarte, Sánchez... Luperón: "... Todos tenemos nuestro destino marcado, y si el mío es morir por mi patria, es el destino más maravilloso que hombre alguno pueda tener... tengo el privilegio de haber aprendido a amar a mi pueblo de esta forma que solo yo sé... ".

La expedición de junio de 1959, con la finalidad de derrocar la tiranía, encontró al "soldado del pueblo" convertido en teniente, a cargo de un pelotón que buscaba el lugar estratégico para enfrentar a los expedicionarios, desempeño que le habría permitido apreciar el coraje y la dignidad de esa juventud comprometida, que define como una en la que sus "hombres tienen un valor que raya en la temeridad y nos avergüenza su arrojo y su pericia en todas sus acciones".

Esta experiencia -que abría paso a la duda- tiene que haber planteado serias contradicciones en la mente de Rafael Fernández Domínguez a la hora de evaluar sus obligaciones y las "características" del régimen al que servía. La pregunta: "¿Vas a ver esa mierda?" -que hace a un compañero-, en alusión a la ejecución de los prisioneros, es una muestra del dolor que lo agobiaba y, por consiguiente, del grado de conciencia que iba adquiriendo. Este episodio influiría decisivamente en un hecho que se daría seis años después y que culminaría con su muerte.

La figura del "soldado del pueblo" -de dignidad, honestidad y decoro- encuentra sustancia para que se acreciente su patriotismo cuando, siendo capitán, en 1960, y frente al abominable acto que acontecía en el "Baluarte del Conde, lugar donde estaban los restos de Duarte, Sánchez y Mella" -un marino norteamericano se orinaba sobre el monumento-, detenía el vehículo en que transitaba y hacía presos al marino que ejecutó la acción y a dos más que lo acompañaban, indignado porque "no se podía permitir que un soldado extranjero viniera a irrespetar nuestros monumentos".

Este acontecimiento, sin magnitud relevante pero con extraordinario significado, engrandecía su compromiso con la soberanía de la patria, lo que, junto a otras virtudes que florecían en su transparente y ejemplar vida, lo elevaban al nivel supremo que alcanzan los hombres cuando la historia le tiene reservado el gran momento para la prueba definitiva.

Continuará...

Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
18 de noviembre de 2011