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[Completo] Comentarios al libro "Trujillo, mi padre en mis memorias", de Angelita Trujillo

"...No puedo ser tu juez, aunque esté en desacuerdo con el modo en que actuaste como gobernante. Las últimas vivencias a tu lado, las memorias que entonces cobijé en mi mente como oro en paño, ¡son tan distintas a lo que descubrí más tarde! Aquel a quien yo conocía y amaba tanto era un abuelo tierno y un mandatario justo, no el hombre despiadado y cruel del que la historia habla... Con el tiempo tuve que admitir que todo un pueblo no puede estar equivocado... Es verdad que tu apellido en algunas ocasiones me ha abierto algunas puertas aunque, en otras, me las haya cerrado. Gracias a toda esa sangre y sufrimientos derramados por ti, conocí la buena vida... Gracias a ti no conocí hasta muy tarde lo duro que es ganarse la vida..." [Aída Trujillo, nieta del tirano e hija de Ramfis, autora de la extraordinaria obra "A la sombra de mi abuelo" (Premio Nacional de Novela 2008)]

Trujillo fue asesinado en una gesta heroica por Antonio de la Maza, Juan Tomás Díaz, Modesto Díaz, Luis Manuel Cáceres (Tunti), Roberto Pastoriza, Huáscar Tejeda, teniente Amado García Guerrero, Salvador Estrella Sadhalá, Pedro Livio Cedeño y otros...
Angelita Trujillo comienza a desarrollar su libro, "Trujillo, mi padre en mis memorias", partiendo de una realidad socioeconómica muy propia, totalmente distanciada del entorno social dominicano de esa y de todas las épocas, incluyendo la actual. La "princesa" Angelita, en la "monarquía" de su padre, es la expresión de la desconexión total de la "hija mimada" con una sociedad forjada, durante 30 años, sobre la miseria de obreros y campesinos, explotados como en los mejores tiempos de la esclavitud, y las torturas y asesinatos más horrendos que haya conocido pueblo alguno en América Latina. Por eso la fotografía de la portada: "La Princesa y el Rey en un nivel celestial".

Angelita inicia la elaboración, no de un libro, como tendría que ser, sino, de "...una composición acerca de mis vivencias, de mi mundo y mis experiencias, como la hija mimada que fui, del padre más maravilloso del mundo..." (Pág. 41, Cap. I, 1ra Edición, 2009), lo que podría dar por concluida la lectura, acción que no tomaremos para poder desarticular la inconclusa tarea que le quedó pendiente de la escuela superior: una "composición" sobre su padre, el "Generalísimo, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva".

En las primeras 62 páginas (62, pues están incluidas las que corresponden a la presentación, el índice, el proemio, la dedicatoria y el prólogo), hasta la marcada como número 42, María de Los Ángeles del Sagrado Corazón de Jesús -Angelita- Trujillo de Domínguez (así se llama quien fue la "Princesa de Santo Domingo", aparatoso nombre como aparatosos eran los títulos de su padre), no ha sido capaz de preguntarse de dónde provenía tanta riqueza; por qué su familia tenía tantas haciendas, empresas, fincas, sirvientes; cómo se construyó ese imperio; cuál era el origen socioeconómico de su padre; en qué trabajaba antes de llegar a la Presidencia de la República.

No. Angelita Trujillo no ha sido capaz de preguntarse nada; ella da inicio a su "composición" y alcanza la página 42, que es la que concluye el primer capítulo, y no hay indicios de que muestre interés alguno por dar a conocer los orígenes de su opulencia, los orígenes de la nobleza que exhibe en la monarquía creada por su progenitor. "La Princesa" hace narraciones, emite juicios, muestra datos históricos -retorcidos y acomodados- y se propone entrar al capítulo II sin poner pie en tierra, dando por entendido que su riqueza era normal -caída del cielo, por obra y gracia del Espíritu Santo-, como también era normal la pobreza y la sumisión de todo un pueblo ante el "hombre humano" (Pág. 35) que era su padre (dulces y significativas palabras que usa para referirse al déspota y criminal Rafael Leónidas Trujillo Molina).

"¿De dónde salió?", se pregunta Juan Bosch en la página 40 de su libro "Póker de espanto en el Caribe" (1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD). "¿Cuáles son las raíces de su psicología, el origen de su sed de más poder, de más riquezas, de más honores; su capacidad de odiar, la necesidad de tener a su alrededor cada vez mayor servilismo, más sumisión; su incapacidad para tolerar la existencia de un alma libre cerca de sí, su odio a quien quiera que se distinga sin su ayuda, su afán de calumniar, rebajar, enlodar reputaciones?", continúa preguntándose el profesor Bosch para, después de analizar la procedencia, la educación, el entorno, la personalidad, la formación y el comportamiento, establecer las siguientes premisas sobre Trujillo:
.- "Nació de segunda, por lo que desde niño sintió el desprecio de la gente de primera", creciendo con un complejo de inferioridad que le llevó a denigrar a todo aquel que era un obstáculo para sus propósitos y con una obsesión por poseer riquezas, sólo "para sobreponerse a los que le despreciaban por su origen".

.- Además de sus "maldades, de toda la podredumbre y de toda la bajeza que había a su alrededor", aprendió de la fuerza de ocupación norteamericana "el desprecio a los dominicanos. Las debilidades se conjugaron con una gran guerra mundial dando por resultado la ocupación militar... justo a tiempo para que esa encarnación de los vicios dominicanos pudiera prosperar y llegar a la cima del poder político en el país".

.- "La incapacidad de Trujillo para distinguir matices y su fuerza de odio... le llevaron a medir con un mismo rasero a todos sus adversarios... A todos los aplastaba con igual saña; y esa saña no reconocía límites ni materiales ni límites morales". Con el terror, fue "el amo en tres órdenes: el militar, el político y el económico... sometiendo al país... a su voluntad...". El ejército, que no pudo escapar a ese terror, lo sembró en el pueblo, "gracias a lo cual pudo hacerse amo absoluto de la vida política del país". De ese terror ni sus familiares escaparon; un "terror compacto, inmisericorde", que se convirtió en la base del imperio económico. Con todo en sus manos, pudo adueñarse de la riqueza del país.

.- El régimen se sustentó "en las clases que se desarrollaron bajo su gobierno": terratenientes y una pequeña burguesía que floreció gracias "a que la legislación social de Trujillo le permitió tener mano de obra esclava... y tierras casi regaladas", y a que se asoció con el dictador en muchas de sus empresas, "sobre todo en las de carne y leche y sus derivados".
Papón y Chapita: dos asesinos natos

Como se puede apreciar, las explicaciones que se desprenden del libro de Juan Bosch debieron marcar el inicio de la "composición" que Angelita quiere plasmar con "Trujillo, mi padre en mis memorias", para que los serviles que con su presencia le apoyaron en la puesta en circulación, al margen de una oligarquía allegada a la familia y beneficiada durante la dictadura, conozcan los orígenes de su "nobleza" y la procedencia de la descomunal riqueza, sobre la que inicia narración sin contemplar seriedad, integridad y moral de ningún tipo.

Este primer capítulo que acabamos de leer nos muestra una Angelita preocupada por lo que llama "industria antitrujillista", definición que da a la gran cantidad de libros que reconocen el heroísmo de los actores del 30 de mayo y relatan la historia de robos, torturas y crímenes sobre los que su "adorado padre" ejerció el poder por más de 30 años. Nos habla sobre millones de dólares y pesos, "cajas con archivos" y otras actividades monetarias sin el menor respeto a un pueblo que fue despojado de sus mejores hombres y de más de 800 millones de dólares, cantidad que se estima se llevó la familia cuando el último Trujillo abandonó la tierra de las hermanas Mirabal.

En las primeras 42 páginas, Angelita nos narra:
. El embarque, junto al cadáver de su padre, de "52 cajas debidamente selladas que contenían todos sus archivos personales y oficiales de mi padre correspondientes a los años 1930-1961. Había también, una maleta con un dinero en pesos dominicanos, provenientes de algo relacionado con mi padre, que no recuerdo bien, pero que ni Ramfis ni yo quisimos y se lo dimos a Radhamés" (Pág. 14). (¡Sin comentarios!).

. La "Justicia Sumaria" a aplicar a los "inculpados confesos criminales" que acabaron con la vida del dictador y el despliegue de ejercicio profesional por parte de Ramfis, "doctorado en leyes, obedeciendo los deseos de mi mamá, impartiendo justicia en un crimen que estremeció las entrañas mismas de la nación. Se optó por esta opción, pues era la más indicada en vista de que la aplicación de la justicia es un magnífico disuasivo contra la delincuencia y la criminalidad, y porque la aplicación de la justicia en forma sumaria ofrecía la flexibilidad que la premura del momento exigía" (Pág. 16). (¡Sin comentarios!).

. La entrega de diez millones de dólares a Ramfis, que el señor "Tirso Rivera, encargado de la oficina personal de mi papá, tenía a su nombre en un banco en el exterior..." (Pág. 23). (¡Sin comentarios!).
Lo único nuevo (si es que puede servir para algo), en este primer capítulo de "Trujillo, mi padre en mis memorias", de María de Los Ángeles del Sagrado Corazón de Jesús -Angelita- Trujillo de Domínguez, es que a Ramfis, su padre, el criminal Rafael Leónidas Trujillo Molina, le llamaba "Papón".

Antes de emitir comentario alguno sobre el capítulo II, queremos hacer una observación que se desprende de la lectura del capítulo I y que, por olvido, no quedó plasmada en la primera entrega.

Las palabras nada agradables que Angelita Trujillo emite sobre el Dr. Joaquín Balaguer, el odio que le guarda al profesor Juan Bosch por la descripción que hiciera de su padre en "Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo" y "Póker de Espanto en el Caribe", y la magnitud del liderazgo de ambos, nos mueve a pensar que la autora de "Trujillo, mi padre en mis memorias" esperaba desde hace tiempo por la muerte de tan influyentes figuras para hacer realidad lo que ella llama "exposición de todo el acervo que atesoro de mi progenitor" (Pág. 41).

El capítulo II nos entusiasmó por el título que la hija del déspota usa: "Vida y Trayectoria". Esperábamos por la evolución socioeconómica de su procreador, y por ende de su familia, pero muy poco duró el júbilo. Comienza diciendo que su padre "trabajaba como Guardia Campestre en el Central Boca Chica" y que "sin abolengo alguno" escaló posiciones en la "Policía Nacional que organizaba la Fuerza de Ocupación americana". Cuatro líneas más tarde, ya Trujillo es juramentado "Presidente de la República".

"Mi papá paralela y simultáneamente fue haciendo del país lo mismo que hacía con su vida: crecer, superarse hasta alcanzar los dinteles de las grandezas humanas. Es una historia fascinante de superación, progreso, supervivencia y bienaventuranza." Con estas palabras, convertidas en derroche de crecimiento personal, pretende Angelita Trujillo encubrir las perversidades del dictador. ¡Qué hermosa forma de describir los crímenes y robos sobre los que su progenitor "creció" y forjó imperio y fortuna!

Sin proponérselo, Angelita Trujillo, en esta ligera descripción sobre la procedencia social del déspota, reconoce que nació "de segunda"; y lo ratifica al hablar de su candidatura para las elecciones del 1930 al referirse a los opositores que, según ella, basaban su estrategia "en la carencia de abolengo político e intelectual de mi papá" (Pág. 82, Cap. II, 1ra Edición, 2009).

La autora se concentra en "la relación amorosa y tierna" con su padre -que dudosamente trata de pregonar al mundo- y en las hazañas que este realizara, expuestas con tal fervor que pareciera estar envuelta en una de las increíbles historietas de Wyatt Earp, un "marshal" muy famoso -del legendario Oeste norteamericano- por su dureza en el trato con quienes violaban la ley; "incorruptible y osado en sus procedimientos".

Trujillo: megalómano, ladrón, asesino y enfermo sexual

Queriendo justificar la fortuna adquirida en el ejercicio del poder, muy sutilmente describe que su papá "de la nada se encumbra y alcanza... caudales y cuantos bienes perecederos el ser humano puede atesorar..." (Pág. 47). ¡Qué prosa más elegante para explicar la acumulación de riquezas mediante la depredación y el despotismo!

Tal es el empeño de la hija del "Benefactor" -que tiranizó por más de 30 años el país- por culpar a otros de sus desmanes que, como una autómata, pretende invalidar, con un perturbado juego de palabras, las interrogantes naturales que surgieron acerca de la figura del sátrapa: "¿cómo puede ser, que mi papá, habiendo ingresado a la Guardia Nacional el 18 de Diciembre de 1918 y el 16 de Mayo 1930 es elegido para ocupar la Primera Magistratura del Estado?" (sic). "¿De dónde vino? ¿Quién es? ¿Cómo pudo ser?".

De inmediato expresa: "¡Mi papá no procedía, ni pertenecía a esa alcurnia!" (refiriéndose a Manuel de Jesús Troncoso, Jacinto Peynado, Arturo Logroño y Manuel A. Peña Batlle, para citar algunos). "¡No! Mi papá salió de las entrañas mismas del pueblo dominicano, humilde, conocedor de las limitaciones, carestías y durezas de la vida..." (Pág. 82). ¿Es posible tanto descaro?

La "Princesa Angelita", que hoy se codea con los "de primera" -soslayando a los "de segunda"-, moviéndose dentro de una rancia oligarquía, reconoce que el sanguinario dictador no provenía de "esa alcurnia", signando, inadvertidamente, sus verdaderas raíces, pero carece, como todos los que dentro de la división de clases han alcanzado capas superiores apelando a la adulteración y al desmedro, de la entereza suficiente para explicar, primero, la procedencia de los cientos de millones de dólares que sus familiares depositaron en bancos europeos cuando como burdos ladrones abandonaron el país en 1961 y, segundo, los métodos criminales con los que ese engendro de la invasión norteamericana gobernó la nación.

Su insolencia adquiere dimensiones mayúsculas cuando manifiesta que "Al asumir la Presidencia de la República, mi papá tenía dos opciones: llegar al Poder y convertirse en un indolente más pasándose cuatro años disfrutando las prebendas del cargo, haciéndose de un buen dinero y al final, dejar el país tal y como lo había encontrado. Pero, ejercitar esa primera opción no estaba en la naturaleza de mi padre" (sic) (Pág. 83).

En este segundo capítulo Angelita Trujillo alude muy superficialmente la raíz social de Rafael Leónidas Trujillo Molina, coincidiendo, sin proponérselo, con la definición que Juan Bosch, su más enconado enemigo, hiciera sobre él.

Pretende Angelita -¡reina de pacotilla!, como la define Tomasina Cabral, heroína sobreviviente del régimen trujillista-, en este tercer capítulo, hacer una exposición detallada de las obras que hizo su padre en los primeros diez años, resaltando la reconstrucción de la ciudad de Santo Domingo luego del paso del ciclón San Zenón (3 de septiembre de 1930), 19 días después de su investidura como Presidente de la República Dominicana.

Sobre el desarrollo capitalista alcanzado por la nación dominicana bajo la dictadura de su progenitor han hablado y escrito muy claramente Juan Bosch, Euclides Gutiérrez Félix y otros intelectuales que no han sido mezquinos a la hora de enjuiciar a Trujillo acerca de ese tema. Decíamos sobre el dictador, el 24 de octubre del 1994, en un artículo titulado “Trujillo, el oligarca-burgués”, que “Así como ejerció el poder para doblegar al pueblo, así como pudo constituirse en el dueño absoluto de la República Dominicana, así también supo sembrar el capitalismo industrial, después del enorme atraso que revela la historia dominicana”.

Lo que Angelita no señala en su libro son los muertos, las torturas... los procedimientos con los que enriqueció y el despotismo con el que gobernó al pueblo dominicano, características fundamentales sobre las que Trujillo cimentó ese desarrollo.

En la página 112 (Capítulo III, 1ra Edición, 2009) la autora de "Trujillo, mi padre en mis memorias" analiza a los caudillos que actuaban con "grupos de elementos armados... hombres rurales de mentalidad montonera" que se formaron para combatir al yanqui invasor y degeneraron en “maleantes, criminales conocidos como Gavilleros (sic)”, para adentrarnos en el ambiente de los dos primeros muertos con nombre que aparecen en esta historieta de “amor y ficción”: el general Cipriano Bencosme, que "muere en la página 114" y el general Desiderio Arias, "que lo hace en la 118".

El escenario, cincelado a su conveniencia, le sirve para encubrir “los muertos que no murieron”. Como justificación a la obra de su padre, señala que “…la acción de construir, no es fácil, implica carácter, firmeza y devoción al ideal que se ambiciona… Desafortunadamente, en la vida, las cosas buenas no vienen en bandeja de plata. Todo laurel es precedido por una cuota de sudor” (Págs. 119 y 120).

Las víctimas de los primeros años de la dictadura las encierra en esta frase: “De ahí el cupo de bajas con que pagarían los recalcitrantes y obstinados, ante la impostergable pacificación del país” (palabras emitidas por una ferviente religiosa -recipiente de un deferente trato de los curas- que con una hostia y un padre nuestro recibe, inexplicablemente, el perdón por su complicidad en el holocausto al que su "amado y tierno padre" sometió a haitianos y dominicanos). Al despotismo, a las torturas y a los asesinatos Angelita los llama carácter, devoción y firmeza.

Seguimos la búsqueda por la “cuota de sudor” que aportó la autora para tanta riqueza y opulencia. Decir que “en la vida, las cosas buenas no vienen en bandeja de plata” es una expresión de burla. ¿Cómo se hicieron los 800 millones de dólares que ella y su familia sacaron del país? ¿De dónde salieron los “laureles sin cuota de sudor” de la familia Trujillo? Este tercer capítulo concluye en la página 193 y no hemos encontrado aún una justificación -transparente y legal, propia del trabajo productivo, honrado y decente- para su fortuna. Sorpresivamente, en la página 130 expone que “en el Estado Dominicano (sic) no se concibe que un político se enriquezca en el poder”. Por lo tanto, ¿cómo puede explicar la enorme fortuna de su padre?

No puede, pero Juan Bosch sí: “…la dictadura fue el instrumento usado por Trujillo para monopolizar la vida económica nacional. La clave de esa edificación militar, política y económica que esclaviza a Santo Domingo está en la falta de conciencia moral en el autor y beneficiario de la obra… Su energía le ha servido para esclavizar y envilecer al pueblo: su sentido de la autoridad con el consecuente don de mando, para organizar un sistema de terror; su don de organizador, para crear un régimen despótico; su actividad mental y física y su dedicación al trabajo, para establecer un sistema de explotación económica y sumisión política como pocas veces ha visto el mundo… Para Trujillo, sólo cuenta él; la satisfacción de sus deseos, el aumento constante de sus caudales, de su poderío político y de su figuración. Todo cuanto le sea útil a esos fines, es bueno; todo cuanto se oponga a ellos, es malo… Con esa naturaleza moral, y una energía tremenda para imponerla por encima de todos los principios sociales, Rafael Leonidas (sic) Trujillo convirtió a la República Dominicana en su empresa económica” (Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo, Págs. 148-149, 9na Edición, 2002, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

La explicación dada por el profesor Bosch es contundente, pero, la misma autora, con las palabras que reconoce la grandeza de Juan Pablo Duarte, desnuda a su progenitor. A Duarte lo define como “hombre generoso, honrado y recto, (que, NH) prefirió el destierro a derramar la sangre de los dominicanos como un medio de dominar a sus enemigos” (Pág. 134). Entonces, ¿cómo definiría a Trujillo -su padre-, que prefirió torturar, desaparecer, matar, derramar la sangre de los dominicanos y usarla para crear su enorme fortuna?

Para engrandecer la obra material del déspota, Angelita recoge discursos, citas, cartas y relatos de intelectuales, pero olvida haber llamado "industria antitrujillista" a la cantidad de libros que “reconocen el heroísmo de los actores del 30 de mayo y que relatan la historia de robos, torturas y crímenes sobre los que su 'adorado padre' ejerció el poder por más de 30 años”, tal y como señalamos en los comentarios al capítulo I.

Hemos encontrado una “industria protrujillista” que le sirve de sostén en la elaboración de la "composición" que se propuso concluir después de la muerte del profesor Juan Bosch y del doctor Joaquín Balaguer. Del último usa 3 libros de consulta y referencia -de los más de 60 que refleja la bibliografía- y del primero ninguno, pero sí cartas laudatorias a Trujillo (haciendo lo mismo que los asalariados y comprometidos con el neotrujillismo).

Tomasina Cabral, luchadora antitrujillista que perteneció al movimiento 14 de Junio (desde su fundación en 1959); fue arrestada en varias ocasiones durante el oprobioso régimen de Trujillo y deportada a varios países. Describió a la "reina" Angelita como lo que verdaderamente era: una reina de pacotilla

Los años parecen haber moldeado a “La Princesa Angelita” a imagen y semejanza del monstruo que fue su padre. Acude a unos párrafos de una carta que Américo Lugo escribió a Trujillo -en la que rehúsa “un empleo como historiógrafo del Gobierno” (Pág. 127)- para justificar que la que Juan Bosch redactó en enero del 1936 fue escrita con “sinceridad y libre voluntad”. Muy similar a actuaciones que vemos, en el país y en el exterior, de dominicanos ensañados en manchar su figura.

Si la carta fue escrita con “sinceridad y libre voluntad”, ¿por qué Angelita no se sirve de las obras en las que el profesor Bosch analiza las ejecuciones, el carácter y el temperamento de su padre? Para ella, y los que igual actúan, Juan Bosch escribió: "Póker de espanto en el Caribe"; "El PLD, un partido nuevo en América"; "Crisis de la democracia de América en la República Dominicana"; "Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo"; "La fortuna de Trujillo"; "Las dictaduras dominicanas"; "Composición Social Dominicana" y muchas más en las que el déspota es escrutado. Si las expresiones eran tan sinceras, ¿por qué Juan Bosch se marchó del país ocho días después de haber alabado a Trujillo en una actividad proselitista en Boca Chica?

Bosch reconoce de forma muy clara por qué alabó a Trujillo: “La manera segura de evitar que cayera sobre una familia el peso del terror era haciendo público un sentimiento trujillista que se expresaba a toda hora, en cualquier sitio y por cualquier motivo” (Juan Bosch, Las dictaduras dominicanas, Pág. 169, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD). Ese sentimiento no podía ser real, ni en Bosch ni en ningún otro que por necesidad de preservar su vida y la de su familia hablase o escribiese a favor del dictador o del régimen. En las páginas 182 y 183 Angelita Trujillo muestra la arenga que pronunció “con su peculiar oratoria” Juan Bosch en Boca Chica, el 5 de enero del 1938, aupando la reelección del "Generalísimo", como forma de validar, con el prestigio y el intelecto del escritor y político, el despotismo con el que su padre gobernó la nación. ¡Cuán equivocados están ella y sus serviles con semejante presunción! ¡Juan Bosch se marchó del país, junto a su esposa e hijo, para convertirse en el principal opositor al criminal más grande que ha parido América!

Es curioso que en la obra “Trujillo, mi padre en mis memorias” la autora no incluya, hasta la conclusión de este tercer capítulo, una sola cita, arenga, carta u otra manifestación escrita que se exprese en contra del régimen. Lo traemos a colación por lo de la “sinceridad y libre voluntad” que adjudica a las palabras laudatorias del profesor Bosch a Trujillo, pero, ¿acaso alguien podía criticar o contradecir al régimen? Por lo que Angelita expone en las páginas 151 y 152, del periodista y profesor Luis Padilla, reportero del Listín Diario para la fecha, resulta cuesta arriba pensar que alguien pudiese hacerlo. Citamos: “El editor del periódico, Arturito Pellerano, había ordenado la publicación de un editorial que trataba el pavoroso problema del analfabetismo. Al anochecer... le fue entregado un número de teléfono con instrucciones de llamar de inmediato al Jefe de Estado (sic)”.

El lector debe hacer un ejercicio de empatía con el editor del Listín Diario para saber lo que sintió cuando Trujillo tronó del otro lado del teléfono. Después de la arenga de cómo denunciar un mal, el Sr. Pellerano tuvo que escuchar de la boca de Trujillo: “Hágame el favor de no ocuparse más de este asunto, a menos que sea para sugerir el remedio más factible, dentro de las posibilidades del erario”; lenguaje usado por el déspota, de acuerdo a lo que plasma la autora, quien concluye el párrafo con las siguientes palabras del periodista Padilla: “Y cortó bruscamente la comunicación sin esperar respuesta”. (¡Sin comentarios!).

La industria protrujillista que ella misma, sin proponérselo, ha permitido sea descubierta, no se limita a la escritura y venta de libros; va más allá. Existe un fin ulterior, mayúsculo: el retorno al poder de la familia Trujillo, y para ello se van creando, muy sutilmente, infraestructuras de comunicación y propaganda a las que sirven los mismos familiares -a través de fundaciones y otros mecanismos-, los favorecidos del oprobioso régimen, los hijos y sobrinos de Trujillo no reconocidos y muchos dominicanos pertenecientes a la baja pequeña burguesía, que, por escalar socialmente de capas, se prestan a hacerle el juego a la oligarquía. "... Hay un sector adscrito al frente oligárquico que le sirve de instrumento nacional de poder y al mismo tiempo aspira a integrarse en él al nivel más alto..." (Juan Bosch, "Dictadura Con Respaldo Popular", Pág. 154, 4ta Edición, 1991, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

"Suavemente" nos lleva Angelita a la matanza de haitianos, y de forma burda e irrespetuosa usa la historia para, con los ejemplos que da, justificar el exterminio de 3 mil haitianos, según una contabilidad que adopta del Dr. Euclides Gutiérrez -6 mil según el profesor Juan Bosch, 18 mil según el propio Trujillo, 25 a 30 mil según otros historiadores-, ó 45 mil según la prensa internacional, que ella describe lo hacía “con el único interés de desacreditar el gobierno”. Plantea, como posible solución al cruce de haitianos por la frontera, lo siguiente: “¿Qué tal si a todos los ilegales se les invita a subirse en un vehículo de transporte y retornarlos (sic) a su país, apelando al uso de la fuerza, si fuera necesario?”. Y a seguidas, para justificar el resentimiento, el odio y la violencia que heredó como "las más preciadas virtudes" de su progenitor, expresa: “... parecía ser la más viable y efectiva para lograr una solución definitiva al problema territorial dominico-haitiano” (Pág. 169).

Los miles de haitianos masacrados por orden de su padre, los despacha con estas palabras: “Son hechos de la vida real, frecuentes en los noticieros que trae el televisor. Escenas que aún al corazón más duro le humedece los ojos”. O con estas: “…lo cierto es que cuando se emplea la fuerza, ocurren los excesos, el hombre no puede desprenderse de su instinto de conservación ni de su parte animal. Ojalá y fuera posible entresacar la cizaña del trigo, para confiar la fuerza militar únicamente, a gentil hombres (sic). (Pág. 170).

Lo que ella no puede explicar es la composición de esa fuerza militar: “…campesinos sin tierra, que sirven a la fuerza armada por un sueldo, y que por tanto no solo están obligados por la disciplina militar, sino que son también económicamente dependientes, de manera que Trujillo los usó como subordinados y los explotó como esclavos” (Juan Bosch, Trujillo, causas de una tiranía..., Pág. 144). Ni tampoco las verdaderas razones por las que el genocida de su padre procedió tal y como lo hizo: “En un viaje hecho a Haití pocos meses antes, el tirano enamoró a una joven haitiana a quien se proponía llevar a Santo Domingo. Cuando el presidente haitiano… lo supo fue a visitar a su colega para pedirle que dejara en paz a la joven, pues era parte de una familia muy conocida en Haití y su fuga podría tener malas consecuencias en las relaciones de los dos gobiernos. Trujillo, débil de carácter, accedió. Pero uno o dos días después, ya de vuelta en su país, comenzó a sentir celos del gobernante de Haití y a irle cobrando un odio que fue creciendo irresistiblemente, tanto que al fin ese odio requería convertirse en hechos que le crearan una situación difícil al presidente vecino. Así, cierto día, hallándose en fiesta en las cercanías de la frontera, el volcán que llevaba dentro estalló, y dio la monstruosa orden” (Juan Bosch, Las dictaduras..., Págs. 172-173).

Las cosas son como son, no como uno quiere que sean. Angelita no podrá, por más que pretenda, mostrar a su padre como una persona tierna, dulce y amorosa. Trujillo fue un criminal de primera magnitud; un hombre rencoroso, lleno de odio, confabulador, degenerado... violador de niñas, “atributos” con los que tendrá que cargar mientras en el mundo quedemos seres humanos comprometidos con la verdad.

Tomasina Cabral: con estos comentarios al tercer capítulo del libro de la "reina de pacotilla", como usted define a Angelita Trujillo, pretendemos honrar su heroísmo. Las palabras que el Listín Diario usa para describirla, “mujer valiente y forjadora de ideales patrióticos”, nos llevan a reverenciar su estatura dentro de todos los que, con enorme sacrificio, ayudaron a forjar una República Dominicana de libertades. Reciba Ud. nuestro reconocimiento.

De vuelta al poder”: así comienza Angelita Trujillo el capítulo IV de "Trujillo, mi padre en mis memorias", presentando a su progenitor fuera del escenario político por algunos "períodos constitucionales", teoría que plasma como una justificación a sus deseos de mostrar un Rafael Trujillo demócrata, esparcida por los neotrujillistas comprometidos con limpiar el nombre del dictador y que propugnan por el regreso de la familia del déspota a República Dominicana (con la expresa intención de reinsertarla en el poder), proyecto que se da paralelamente con la actividad propagandística que los asalariados de las capas bajas de la pequeña burguesía realizan con el fin de enlodar el nombre del principal opositor al sátrapa.

Para el retorno al poder disponen de los millones de dólares que les fueron saqueados al pueblo y de esos "desubicados en las relaciones de producción, ansiosos de subir de capa en la escala social", que rinden honores y favores -remunerados los últimos- por carecer del mínimo de dignidad para actuar con sentido de compromiso; en el afán de disminuir la figura de Juan Bosch apelan a la mentira, el escarnio y la fábula, las mismas armas que usaba el propio Trujillo para denigrar y manchar reputaciones.

Con la pretensión de limpiar tres décadas de dictadura, y presentar a Trujillo como un demócrata consumado que gobernó sujeto al ejercicio libre del voto en procesos diáfanos y competitivos, la autora habla del derecho adquirido por la mujer para “elegir y ser elegida” (Pág. 212, Cap. IV, 1ra Edición, 2009) y de los “triunfos” obtenidos en elecciones concertadas con la única finalidad de lavar la cara del régimen, pero no señala en momento alguno los partidos que disputaron el poder con verdadero sentido de oposición y disentimiento, ni la razón de ser del voto femenino, que sirvió exclusivamente para aumentar el caudal de sufragios a favor del único candidato que, vía el terror y la opresión, podía salir triunfador en unos comicios simulados.

En esta faena de presentar un Trujillo demócrata participan unos pocos malagradecidos -como le llama José Martí a los que "sólo hablan de las manchas que existen en el sol y no son capaces de hablar de su luz"- que fabulan acerca de la integridad del profesor Bosch, buscando justificar su partida del país porque ya el sátrapa, a causa de la matanza de haitianos, “no representaba opción alguna de poder” para la consulta de 1938, y, por tanto, los discursos laudatorios a favor del tirano acabarían, como acabaría también el “privilegio” de seguir ocupando un puesto en el aparato estatal, ignorando, olímpicamente, los que sólo hablan de las manchas en el sol, la diputación que le fue ofrecida y que pasaría a convertirse en el detonante para el inicio de un exilio que duraría más de 23 años.

¿Ingenuidad o maldad? Definitivamente lo último; la ingenuidad tiene cabida cuando las intenciones son saludables, pero, cuando lo que se busca es hacer daño, se transforma en maldad, voluntad remunerada que, en este ámbito, persigue el renacimiento del trujillismo y la mancha de la dignidad, la integridad y el compromiso con la patria.

Angelita Trujillo define los primeros diez años de Trujillo en el poder -un poder que nunca dejó- como los años en que “la nación ha vivido una prodigiosa metamorfosis que la viene transformando ¡de larva en mariposa!” (Pág. 196), aseveración matizada por el auge económico en que entraba el país gracias a que su padre “puso el poder del Estado al servicio de su decisión de convertirse en el hombre más rico de la historia dominicana, y para lograr sus fines aplicó en todo lo que podía producirle dinero los métodos propios de la acumulación originaria” (Juan Bosch, Las dictaduras dominicanas, Pág. 198, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD), haciendo con la sal dominicana, mediante el despojo o la compra a precio irrisorio de las minas de Neiba (sirviéndose del aparato represivo del Estado), un monopolio, tal como hicieran los ingleses en la India; ejerciendo el control absoluto de las salinas de Baní y Monte Cristi e imponiendo al pueblo impuestos a la medida de sus bolsillos [su empeño por ser el dominicano más rico lo llevó a ordenar "la muerte de un hermano" y "a sacar por la fuerza de su hogar a otro (sic), porque no quería venderle tierras para sus ingenios azucareros" (Juan Bosch, Póker de espanto en el Caribe, Págs. 64-65, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD)].

La Segunda Guerra Mundial, dentro de los acontecimientos que coadyuvaron a formar el capital de Trujillo, le proporcionó la discreción para la imposición del capitalismo que la historia reclamaba en el país y que él, valiéndose de métodos perversos, encarnó. El período de guerra permitió a Trujillo, mediante el trabajo esclavo, suplir de mercancías las fuerzas armadas y la población civil norteamericanas sin que el Departamento de Estado cuestionara el aspecto moral de esa "alianza de guerra".

A la izquierda, Joaquín Balaguer, el discípulo más avezado de la dictadura, tan perverso y asesino como el mismo Trujillo. A la derecha, la otra cara de la moneda: Juan Bosch, luchador antitrujillista y la persona que mejor describió la deformación social de Rafael Leónidas (Chapita)

La riqueza acumulada le proporcionó los medios para la creación de otros monopolios: Seguros San Rafael, bajo el que quedaron cubiertos los empleados públicos y los vehículos que circulaban por las calles y carreteras del país –con carácter obligatorio-; Fábrica Dominicana de Calzados, que suplía de zapatos a la pequeña burguesía de las capas baja pobre y baja muy pobre, también con carácter obligatorio -promulgó una ley prohibiendo las personas descalzas en las ciudades-; y otros; tantos, que habría que elaborar un libro con estos comentarios, que se supone sean breves. Ese libro está escrito; lo recomendamos a los lectores para que conozcan el imperio que creó el padre de Angelita (quien "entiende" es producto de “la divina providencia” -hasta este capítulo sigue sin dar explicaciones al origen de su riqueza-). Nos referimos a “La fortuna de Trujillo”, de Juan Bosch, el dominicano que más combatió al dictador y, por consecuencia, el más odiado por su hija; agraciadamente, sólo un reducido grupo de serviles se propone, sin éxito alguno, denigrar.

Para facilitar el entendimiento del sentimiento de aversión de Trujillo hacia Bosch -“emblemáticos los dos… cada uno por su propio lado, representantes de mundos contrapuestos” (Sergio Ramírez, escritor nicaragüense)-, pasamos a transcribir, de las páginas 47 y 48 de "Póker de espanto en el Caribe", algunas de las barbaridades con las que el padre de Angelita enfrentaba al escritor de renombre internacional -desterrado en Cuba en lucha constante contra la tiranía- y a toda su familia:
El señor José Bosch (padre de Juan Bosch, NH), que es persona sin importancia alguna en la sociedad dominicana, no fue detenido por razones políticas sino porque tenía una casa de prostitución. El ministro español, que le acompañó en todas las diligencias judiciales, no presentó protesta alguna a este gobierno". (Respuesta de Trujillo, con su firma estampada, a las peticiones que se cursaron desde el extranjero para que liberaran al padre del profesor Bosch, preso en represalia por escritos publicados por este, enviada nada menos que al presidente del Senado de Cuba).

"Pocos años después Trujillo haría enmendar la Constitución con el objeto de impedir que el hijo de ese hombre ‘sin importancia alguna’ fuera algún día presidente de la república... La Constitución fue enmendada en 1946 para establecer que sólo podían llegar a la presidencia los dominicanos hijos de dominicanos. El único líder adversario de Trujillo hijo de extranjeros es el autor de este libro".

… En un acto público su propio ministro de Educación, en un discurso autorizado por Trujillo, dijo que en todo el presente siglo el país sólo había producido dos grandes figuras, una de ellas Trujillo –desde luego- y la otra el hijo de ese ‘señor José Bosch’, que es persona sin importancia alguna en la sociedad dominicana (aunque el ministro explicó que yo era un desalmado que había dedicado mi capacidad a perturbar el país y a corromper con mi prédica a la juventud mientras Trujillo había sido el constructor de la grandeza patria)”.
La dictadura la ejerció su padre ininterrumpidamente por más de seis lustros; sólo Angelita y el pequeño grupo que apuesta a la mentira y a la difamación hablan del retorno al poder, en expresión manifiesta de que por algunos períodos Trujillo estuvo fuera de él.

¡Triste realidad! Este libro y la vil propaganda tienen territorio fértil en la ignorancia, los estómagos vacíos y una pequeña burguesía que “no tiene oficio, no tiene destino, no tiene trabajo, no encuentra qué hacer y se va a Nueva York (en Estados Unidos; a Puerto Rico, a Venezuela, a España... NH)… en busca de medios de vida; esa pequeña burguesía se mete en los partidos porque en ellos encuentra una salida para su vida sin horizontes. Es natural que (en República Dominicana, NH)… la política se convierta en un negocio más, un negocio para pequeños burgueses, que son los que montan ventorrillos políticos…” (Juan Bosch, El PLD, un partido nuevo en América, Pág. 125, 3ra Edición, 1999, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

Las sociedades avanzadas (la canadiense, la norteamericana, la japonesa o las que exhiben muchos países de Europa) no pueden describir las capas baja pobre y baja muy pobre de la pequeña burguesía, a las que pertenecen millones de dominicanos, porque no las conocen. Ni siquiera son tratadas sociológicamente. Los hombres y mujeres jóvenes de estas capas van a dar “a la guardia, a la policía y a los servicios de caliesaje; los que no quieren ser ni guardias ni policías ni calieses ponen un tarantín para vender lo que sea, o… consiguen una carretilla y se hacen plataneros o paleteros…” (Juan Bosch, "Clases sociales en la República Dominicana", Pág. 15, 3ra Edición, 1985, Editora Corripio, Santo Domingo, RD).

La baja pequeña burguesía (capas baja propiamente dicha, baja pobre y baja muy pobre) actúa bajo sus emociones; si un bajo pequeño burgués se hace revolucionario y “lo es sólo de sentimiento y no adquiere una base ideológica que lo haga tomar una posición política firme, una posición arraigada, es decir, enraizada en una absoluta convicción intelectual, tan pronto el poder policial o gubernamental lo golpea o tan pronto le ofrecen dinero... abandona su posición revolucionaria y pasa a servirle al enemigo…” (Ibíd., Pág. 50). Esta debilidad ideológica, en tanto se ve complementada por la peligrosa iniciativa de la ignorancia funcional, se constituye en caldo de cultivo para el neotrujillismo.

Angelita Trujillo y los que como ella piensan, deben saber que la dictadura duró más de 30 años, sin interrupción alguna, y, hasta este cuarto capítulo, los muertos hay que contarlos por decenas de miles (en la realidad, no en el paraíso que pretende pintarnos en el que todo es bondad, amor, sacrificio y desprendimiento), sobre todo los que no tienen nombre, los ciudadanos de “segunda o tercera” sacrificados como ganado. Los asesinatos políticos se hicieron frecuentes desde el mismo momento en que Trujillo dio señales de que ansiaba la presidencia del país. A ese auge económico, que la autora se propone glorificar, hay que montarle una guardia de honor encabezada por dominicanos y extranjeros vilmente asesinados, entre los que cuentan ingenieros, médicos, pilotos, comerciantes, abogados, militares, soldados, obreros... campesinos (incluso acólitos que fungieron como funcionarios de la tiranía).

La maquinaria de sangre desborda lo impensable: en dimensión, nivel de atrocidad... alcance; pero esa sangre es soslayada por Angelita en el propósito de retratar "libre de pecados" a Trujillo. El cinismo (y la presuntuosidad que la engalana) la lleva a considerarnos cándidos ciudadanos, incapaces de otear sus malsanas intenciones de glorificar al indecoroso, inescrupuloso, acomplejado, resentido y perverso de su padre, que “cotidianamente iba y se detenía frente a la imagen de la Virgen, le encendía un veloncito y luego pasaba un ratito orando; cuando por circunstancias él no podía hacerlo, pedía que mantuvieran iluminada la imagen de la Virgen” (Pág. 199) (¡Sin comentarios!).

Trujillo “ha sustituido a los caudillos en lo peor que estos tenían. En lugar de la adoración de las masas, que vinculaba a estas con los caudillos, Trujillo usa el terror y el premio, con lo cual la admiración espontánea que se prodigaba a los caudillos ha sido suplantada por una adulación impuesta a la fuerza, que ha rebajado a extremos insultantes la dignidad nacional y ha sumido a Santo Domingo en una atmósfera de ridiculez y de mal gusto que avergüenza a todo dominicano culto. Las debilidades de la psicología dominicana, tan ligadas a la política caudillista, son ahondadas para beneficio de la tiranía, que ha dado categoría política a la calumnia y al chisme”. Muchas personas que combatieron a Trujillo creen que lo hicieron “por razones políticas y en realidad luchan porque necesitan una posición que los libre del hambre: conseguido el cargo, abandonan la imagen de opositor y adoptan la del trujillista”. (Juan Bosch, "Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo”, Págs. 168-182, 9na Edición, 2002, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

¿Se parece la descripción de Bosch a las falacias que diseminan sus enemigos? Muy claro ha quedado que abandonó la imagen de trujillista que se vio obligado a proyectar para salvar la vida y la de su familia; por si fuera poco, lo hizo bajo una vida errante que lo llevó a radicarse en más de seis naciones (en las que tuvo que ejercer los trabajos más disímiles, aún con la digna ocupación que había escogido para el desempeño natural de su vida).

Trujillo fue un hombre ambicioso y sin escrúpulos a quien poco le importaba la gente. Se valió del dinero que pertenecía al pueblo y del aparato represivo del Estado para doblegar la información y la competencia política. Su energía le sirvió "para esclavizar y envilecer al pueblo... para organizar un sistema de terror... y un régimen despótico...". En su incapacidad "de sustentar una conciencia moral se iguala al tigre. Esta fiera, dotada de músculos potentes, garras poderosas y ojo rápido, no tiene conciencia moral; si siente hambre, mata; satisface sus instintos y sus necesidades; el grado de inteligencia y de habilidad que tenga le sirve únicamente para sí; ningún otro animal de la selva tiene derecho a la vida, a la integridad física, al sueño, a la paz, si hay allí un tigre con hambre". (Ibíd.).

En este capítulo de "Trujillo, mi padre en mis memorias" la autora intenta alcanzar el “non plus ultra” en lo que concierne a amor paternal. Afana por hacer una narración novelesca en la que resalta, con frecuencia poco común, un amor familiar que luce no haber existido nunca; la desesperación que exhibe en su intención de transmitir al lector esta sensación lleva al menos versado a presumir lo contrario.

Es el comportamiento natural de la baja pequeña burguesía, clase que le proporcionó esos vicios que, con los millones y todas “las madames” con las que se crió, no ha podido dejar. Vicios que brotan en forma natural en su pretensión por presentar un Rafael Trujillo tierno y amoroso cuando es sabido por todos del poco tiempo que dedicó a su familia y de la cantidad de mujeres (solteras y casadas; niñas, jóvenes y maduras) abusadas y violadas que hoy reflejan la realidad en los hijos no reconocidos, agrupados en torno a la descarada voluntad de la "reina de pacotilla" por sustanciar el proyecto de retornar y retomar el poder en una República Dominicana por la que murieron -vilmente asesinadas por las manos de su padre- Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, “Las Mariposas” de Pedro Mir y Julia Álvarez.

El apodo de “Vagabón” (Pág. 227, Cap. V, 1ra Edición, 2009) con el que se conocía a Radhamés -como el de “Papón” de Ramfis- es otra muestra del origen de Angelita: uno bajo pequeño burgués que influye sustancialmente en su comportamiento y en el de sus iguales; los integrantes de la baja pequeña burguesía actúan, permanentemente, impulsados por una desmesurada avidez en la lucha por escalar la capa superior a la que pertenecen, configurando un conglomerado que carece de regulaciones morales o éticas.

Los apodos son el producto de cualquier hecho; se originan en falsas creencias, errores, accidentes, equivocaciones... chistes, y marcan de por vida al individuo. Es difícil encontrar, entre los miembros de la pequeña burguesía, integrante alguno al que se le conozca por su nombre. Los vicios y deformaciones de estas capas van más lejos: la mentira, el robo, el chisme, el crimen y la traición son aberraciones muy particulares de sus miembros. Un bajo pequeño burgués no tiene principios, tampoco respeta reglas ni se rige por ordenación o ley establecida; a su madre critica con la mayor desvergüenza y sin la menor consideración, alardea de ser amigo personal de militares y funcionarios que no conoce y lo pregona con un descaro que asombra. Sabe de todo; calumnia, fabula, repite lo que oye sin constatarlo y su alma vende al diablo, si fuera necesario, por la obtención y exhibición de bienes materiales.

El pequeño burgués de las capas baja, baja pobre y baja muy pobre, cuando adopta una definición ideológica, la alimenta con sentimientos y emociones que lo empujan a “destacarse socialmente”, a "escalar posiciones que lo distingan"; sólo le interesa darse a conocer y nada más. Las capas bajas de la pequeña burguesía se nutren del campesino que llega a las ciudades, que, "por sus condiciones materiales de existencia, es ideológicamente burgués. De ellas sale tanto el guardia y el policía como el militante político, que vota convirtiendo ese acto en una inversión que, cree él, conoce muy bien el candidato por el cual sufragó. Está totalmente convencido de que el voto que emitió fue el que hizo presidente de la República a su candidato y que este también lo cree, por lo que espera una retribución material a cambio" (Citas: Juan Bosch, Clases Sociales en la República Dominicana, 3ra Edición, 1985, Editora Corripio, Santo Domingo, RD).

"La conducta de la baja pequeña burguesía está regida por el afán desmedido de escalar sectores o capas superiores sin miramientos, haciendo cuanto esté a su alcance para lograr, siempre en el plano personal, los lujos o formas de convivencia atípicos en una sociedad atrasada. En su movilización a otros horizontes, ha arrastrado hábitos y patrones de comportamiento similares a los que le sustentan en la patria de origen, pero al mismo tiempo ha desarrollado "otras virtudes", como la de engendrar seudo defensores que claman por respeto a la comunidad, con el único fin de generar riquezas y permitirse el salto de la capa en que se encuentran a capas superiores". Estas son expresiones vertidas por el autor en un artículo de 1995 titulado "La baja pequeña burguesía". Del bajo pequeño burgués se puede esperar cualquier atrocidad sin importar la magnitud de la misma; es responsable -por los millones de iguales- de la sociedad que ha existido siempre en República Dominicana; de los interminables gobiernos de Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heureaux, Rafael Trujillo, Joaquín Balaguer, Leonel Fernández y, por el servilismo y el trabajo sucio que realiza, en un futuro no muy lejano, de algún otro Trujillo.

Al referirse a las dos grandes vocaciones de Radhamés Trujillo, la "escritora" especifica que una de ellas era la castrense, “cosa bastante obvia, puesto que en casa todo olía a uniforme”, definición insuficiente si se compara con el hedor "a uniforme" que había en todo el país, sobre todo la pestilencia de aquellos que no lo usaban, que eran los que actuaban dentro de los núcleos familiares ejerciendo la actividad del “caliesaje”, muy típica de la clase social de su padre y sobre la cual validó el terror y el miedo con el que “aprendió” a vivir la sociedad dominicana durante más de treinta años.

Narra la autora, para el momento en que Radhamés tenía que partir al destierro -a finales del año 1961-, irrespetando al pueblo dominicano, que “fue muy consecuente con sus amigos… Su primer pensamiento fue invitar para que asistieran a su finca 'Haras Radhamés' a todos los amigos y familiares de su círculo íntimo, que llamaban 'La Cofradía'… a una tertulia muy amena, hasta que llegó el momento de hacerles saber el verdadero motivo de la invitación”. A seguidas plasma, con increíble descaro, que “se fue acercando a cada uno de los amigos presentes, militares unos, civiles otros, y a todos hizo entrega de un sobre con un presente de diez o más miles de dólares”, generosidad que también ejerció con los empleados que trabajaban en la finca, quienes “fueron obsequiados espléndidamente” (Pág. 228). Repartir el dinero ajeno (el del pueblo) no tiene nada de bondad ni de generosidad, mucho menos cuando es producto de los miles de muertos diseminados por toda la geografía dominicana.

En oposición permanente a ese estado de terror que sirvió al tirano para hacer fortuna, siendo ya una figura de dimensión latinoamericana gracias a las relaciones de amistad que había cultivado con Rómulo Betancourt, José Figueres, Rómulo Gallegos y Juan José Arévalo, y dado que había sido consejero del presidente cubano Carlos Prío Socarrás, Juan Bosch desarrolló una extraordinaria campaña antitrujillista que involucró al gobierno cubano, acción que Angelita silencia al decir que, “debido a la animosidad y actividades beligerantes, que contra nuestro país propiciaba el gobierno de Cuba de esa época”, el destructor Generalísimo D-102 tuvo que escoltar la fragata Presidente Trujillo en un viaje en que el tirano acompañaba a Ramfis, recién nombrado Inspector de Embajadas, con rango de Embajador y asiento en París [Juan Bosch, junto a otros dominicanos, organizó la expedición de Cayo Confites (en octubre de 1947), en cuyo fracaso intervino el general Genovevo Pérez Dámera, quien “para actuar como lo hizo... recibió de parte de Trujillo 350 mil dólares que le fueron llevados por Porfirio Rubirosa y Juan Antonio Álvarez” (Juan Bosch, El PLD, un partido nuevo en América, Pág. 53, 3ra Edición, 1999, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD)].

La salida de Ramfis del país se había planificado para que “tuviera la oportunidad de reflexionar (acerca de, NH) cuáles eran sus verdaderos sentimientos”, en alusión al idilio en el que se vio envuelto con una divorciada mayor que él, que, además de ser impugnada por sus padres -“no estuvieron de acuerdo con la relación, no porque tuvieran nada que objetarle a Tantana en el orden moral, ni en ningún otro sentido; sino una reacción paterna muy lógica...-, producía un desequilibrio de pronóstico reservado para la estabilidad y durabilidad de cualquier matrimonio”. (Pág. 234).

Analice el lector las palabras “no porque tuvieran nada que objetarle a Tantana en el orden moral, ni en ningún otro sentido”; este “ningún otro sentido” no es más que la casta de Tantana: casta “de primera”, obsesión de Trujillo desde que siendo jefe del ejército le fue negada la entrada, por ser "de segunda", a la "sociedad dominicana". “Los que no pertenecen a la sociedad son gente 'de segunda' y pueblo llano, grupos a los que no hay por qué tomar en cuenta para nada”; a eso se refiere Angelita en su libro: al complejo en la personalidad que le fue transmitido por “la naturaleza psíquica de Trujillo, que venía deformada desde la infancia por las humillaciones recibidas debido al hecho de haber nacido 'de segunda'” (Juan Bosch, Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo, Pág. 54, 9na Edición, 2002, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

Dice María de los Ángeles Trujillo de Domínguez que en viaje que hizo “el señorito” Ramfis a Kansas City (EE. UU.), en el año 1957, a cursar estudios en el “Colegio de Guerra”, tuvo que rentar “el último piso del hotel 'Ambassador' tomando todas las providencias de lugar. El servicio de seguridad tenía una habitación cerca del elevador, en el que había un dispositivo, que si el ascensor pasaba por el penúltimo piso sonaba un timbre y se encendía una bombilla que les alertaba y salían de inmediato a identificar las personas que salían del elevador” (Pág. 239). ¿Podría ella contestar a qué se debía la extrema cautela o por qué se dilapidaba el dinero del Estado en tanta protección para su hermano? “El que no la debe no la teme”, reza una máxima muy común en el vocabulario popular. La autora continúa con el desarrollo del libro y aún no aparecen -partiendo de la “inocencia” con la que habla de millones de dólares, viajes, regalos, fiestas, fincas, haciendas, yates, fragatas, aviones, carros, criados... abrigos- los orígenes de su fortuna ni de “la majestuosidad y el esplendor” con que ha transcurrido su “dichosa vida”.

Un abrigo de chinchilla y un carro Mercedes Benz que Ramfis obsequió a Zsa Zsa Gabor llamó la atención del Senador de Arizona quien, molesto, manifestó que “Los Estados Unidos no deberían gastar dinero en la Rep. Dominicana cuando el hijo de Trujillo estaba gastando cantidad de dinero en los Angeles” (sic), declaración que despacha diciendo que era “un pronunciamiento político malsano o que el Senador Porter (apellido del congresista de Arizona, NH) no estaba bien informado. Ramfis gastaba su propio dinero o el que de su propio peculio le daba mi papá” (Págs. 241 y 242). Si bien leemos, aún en este relato que hace suponer el compromiso con la fuente de su fortuna, Angelita se limita a decir que “Ramfis gastaba su propio dinero o el que de su propio peculio le daba mi papá”, pero ¿de dónde y cómo le llegó esa fortuna a su papá, y por tanto a ella y a sus hermanos?

Nuestra tarea consiste en enjuiciar objetivamente lo que ha escrito la autora y hacer una evaluación sociopolítica al régimen despótico que encabezó su padre; analizar históricamente hechos e indagar las causas que los originaron, no presumir de críticos sociales. Pero, nos llama poderosamente la atención que exprese, en alusión a su progenitor, después de pasarse cientos de páginas hablando de cuánto se adoraban sus padres, que “su dormitorio se intercomunicaba con el de mi mamá mediante un pasillo” (Pág. 244). No sólo dormían en camas separadas; además lo hacían en habitaciones diferentes (comportamiento que se repite porque es imposible mantener las mentiras cuando se está fabulando).

Vagabón, el apodo de Radhamés Trujillo. Lo describía a la perfección: vago y vagabundo; tan vulgar y ladrón como su padre

El inicio del párrafo primero de la página 246 es otro reflejo del problema que agobia a la baja pequeña burguesía. “Claro que mi papá no escogió nacer en San Cristóbal, pero se sintió siempre orgulloso de haber nacido en ella” (negritas mías, NH): la intención que encierran estas palabras habla del menosprecio de la autora por sus orígenes. San Cristóbal es hoy una provincia de República Dominicana pero, durante la ocupación haitiana de 1822 a 1844, no era más que una región fundada por haitianos en la que habría de nacer el “dulce, tierno y cariñoso” Rafael Leónidas Trujillo Molina, procreado por Julia Molina Chevalier [hija de Luisa Erciná Chevalier, a quien Hostos había exaltado diciendo que era maestra consagrada "apostólicamente a su alto magisterio" y nieta de Justin Alexis Victor Turenne Carrié Blaise y Eleonore Juliette (Diyeta) Chevallier Moreau (Instituto Dominicano de Geanología, Inc.), “a quien sus conocidos llamaban Mamá Diyeta” (Juan Bosch, Póker de espanto en el Caribe, Pág. 41, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD)].

Ese odio a los haitianos, que acabaría con la matanza de miles y se convertiría en “un hecho que no tiene parigual en la historia de América, empezó al comenzar el mes de octubre de 1937” (Juan Bosch, Las dictaduras dominicanas, Pág. 172, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD). 73 años después, en 2010, Angelita Trujillo, la hija del artífice de semejante barbarie, aún vive con él, como lo demuestran sus palabras: “claro que mi papá no escogió nacer en San Cristóbal” (ciudad creada por los haitianos que definiría el origen sanguíneo de la autora, condición de la que ha renegado toda la vida por haber sido el fruto de una familia “de segunda” y que los millones, robados a las entrañas del pueblo, no han podido atenuar).

Lo lógico sería que, por haberse criado en París (Francia) y vivido en Estados Unidos, hiciera una comparación (si usara el sentido común, por no decir la inteligencia, que parece no ser una de sus virtudes) que le permita evaluar, en un mismo plano, los comportamientos de los jefes de Estado (y de sus familias) de esas dos ricas y emancipadas naciones frente al comportamiento de Rafael Trujillo (y el de su familia) al mando de un Estado pobre y sin libertades. Un poco de capacidad para juzgar acontecimientos y eventos de forma razonable le hubiese alertado para no documentar este armatoste con mentiras, intrigas, mediocridades y "cosas sin decir", cuyo objetivo básico persigue la reivindicación de un nombre que es sinónimo de pillaje, tortura, represión y muerte en todo el mundo (salvo en Estados Unidos, donde una universidad de Pittsburgh le otorgaría un doctorado “Honoris Causa en un acto solemne que tuvo lugar en la Universidad de Santo Domingo...”). (Pág. 215).

Tan desmesurada fue la magnitud de ese terror, merecedor de una condecoración de parte de los norteamericanos, que hubo “personas que al verse frente a mi papá sentían una impresión tan fuerte, que momentáneamente perdían la voz, y otros que llegaron inclusive a desmayarse…” (Pág. 253). Se puede concluir, por el empeño de la autora, que los desmayos y la pérdida de la voz obedecían al carácter “agradable, dulce y amoroso” de su padre. Lo interesante de los planteamientos que se recogen en "Trujillo, mi padre en mis memorias" es que quien los escribe, a la vez que se empeña en limpiar la imagen de un personaje tan cruel y pernicioso, se encarga, con facilidad pasmosa, de embarrarla...

La "Divina Providencia", que hemos prefijado como la forjadora de la fortuna de la autora -puesto que no ha querido mostrar la verdadera razón-, la usa Angelita para endosarle “las más y mejores gracias”, con la aseveración de que “los padres no mueren porque continúan viviendo en cada uno de sus hijos” (Pág. 271), que podríamos compartir pero en su particular caso le haría un enorme daño al reconocer en ella al déspota y criminal que fue su padre. El mejor auditorio para estas palabras es el conformado por los más de veinte millones de dominicanos y haitianos, en la isla y en la diáspora, que por instinto natural tendrían que luchar por la preservación de sus libertades y de sus vidas y cuidarse del posible retorno a la República Dominicana -y al poder que desde el Estado se ejerce- de alguno de los suyos.

Decía Marx que "la dictadura del sistema capitalista" -como fue la de Trujillo y como sería otra encarnada por alguien con ese apellido-, "allí donde se establece, produce un capitalismo cuya base de sustentación es la sangre". Ojalá los insensatos desistan de este peligroso juego en el que le va el futuro a la patria de Duarte, Sánchez, Mella, Luperón, Caamaño, Fernández Domínguez...

Este sexto capítulo de "Trujillo, mi padre en mis memorias" es uno de fiestas, reinados y actividades que rayan en lo indecoroso, ridículo y abusivo por la irrespetuosa forma como habla la autora -con lujo de detalles- acerca de sus vestimentas, joyas y regalos familiares de los que disponía para “honrar” las celebraciones o festividades de las que era objeto -o en las que participaba sin ser necesariamente “la atracción principal”-, realizadas con la frecuencia particular de las grandes monarquías europeas.

La insensibilidad mostrada, ante el derroche de recursos por parte de ella y de su familia, expone el desprecio y la burla a una sociedad esclavizada que era la que aportaba los mismos -con sudor y sangre- para esas grandes celebraciones. “Las empresas de mi papá, que con los años habían llegado a englobar un enorme Potosí”, son las palabras que encuentra para representar ese sudor y esa sangre. Esas empresas, de acuerdo a su apreciación, se habían convertido “en un acicate adicional para los opositores... se les hacía agua la boca, y les agitaba el morbo del asalto al poder a la usanza primitiva, ya que, en adición del asalto al poder, se alzarían también con las riquezas de mi padre” (Pág. 286, Cap. VI, 1ra Edición, 2009).

Trujillo había subyugado al pueblo y asesinado decenas de miles de seres humanos -dominicanos, haitianos, españoles, puertorriqueños, norteamericanos...-; se había alzado con toda la riqueza de la nación y Angelita sólo atina a decir que la misma provocaba en los opositores -a quienes “se les hacía agua la boca”- un “morbo” que estimulaba la toma del poder y propiciaba que se “alzaran” con ella. Su capacidad para mentir, fabular e invertir el orden de los acontecimientos es infinita; la descripción que da sobre los “criminales y morbosos opositores”, respecto a las intenciones de robarle a Trujillo “su riqueza”, es la misma conducta a la que apela para resaltar la celebración del veinticinco aniversario de la dictadura: “el hito histórico de haber sobrevivido mi papá, para plagar el país de obras…”.

Las patrias de Duarte y Louverture perdieron miles de sus hijos ante una dictadura sin ejemplo en la historia americana; dura e implacable, con el control absoluto de los poderes político, militar y económico, siendo decisivo este último para la permanencia en el poder por tan largo período de tiempo, y el que le confirió a Trujillo la categoría de empresario, convirtiéndolo en el propulsor del desarrollo capitalista en un país que venía transitando a través de la historia con un significativo atraso. Sembró la geografía nacional de terror, torturas, asesinatos y otras barbaridades que sirvieron para avasallar al pueblo y ponerlo al servicio del consorcio llamado "República Dominicana, CxA".

Gracias al valor y al coraje de Amado García Guerrero, Juan Tomás Díaz, Antonio De la Maza y otros -valientes hijos de la patria que sacrificaron sus vidas en la proeza de arrebatársela al criminal y déspota de su padre-, pudo repetirse el “conchoprimismo” que alude, no ya “como un atentado de esa época” sino, como la expresión fiel de una gesta heroica que liberó al pueblo del “conchoprimo mayor”: el engendro que abortó la primera intervención norteamericana, con la que se pretende cerrar el período de los caciques que proliferaban en toda la geografía dominicana. (La época de conchoprimo es el período que va desde la muerte del presidente Mon Cáceres, en 1911, hasta la intervención norteamericana de 1916. Representa el generalato que proliferó en los alzamientos civiles, y el atraso político de los diversos “jefes” que, por regiones, controlaban el país).

Plagar el país de obras, y llevarlo a su lugar entre las naciones civilizadas”, es lo que la autora quiere proyectar como logro fundamental de su padre. “Era la exaltación de la Patria Nueva”, dice en la página 286. Encumbrar a Trujillo por haber iniciado el desarrollo capitalista, al margen de la represión y el terror con que ejerció su despiadada tiranía, es irrespetar la angustia y el dolor del pueblo dominicano. Su obra fue de importancia y el cambio a la situación de atraso total visible, pero donde pretende llevarnos discrepa, aún, de la realidad actual. Si en pleno final de la primera década del siglo XXI la miseria y la insuficiencia de desarrollo son manifestaciones fehacientes en la mayoría de las provincias, imaginemos lo que era el país en 1955 –hace 55 años-, con una pobreza 25 veces mayor a la de ahora; y no hablemos del “grado de civilización” al que supuestamente su padre lo llevó, “insertándolo en su lugar entre las naciones civilizadas”.

El ambiente en el que Angelita desarrolló la poca vida que hizo en República Dominicana tenía que circunscribirse a cuatro o cinco calles en la capital y quizás dos o tres en Santiago; dudamos que haya pisado con sus propios pies la fértil tierra dominicana. Su vida transcurrió en barcos, yates, aviones, caballos, carros de lujo y alfombras rojas, desde donde todo se ve “color de rosa”. “Tal vez los que hayan vivido en el país su vida entera no se daban cuenta de esa miseria, pero nosotros, los que volvíamos del exilio y conocíamos Venezuela, México, Costa Rica –cualquier país de América, en fin- nos sentíamos espantados. En nuestra entrevista en Curazao, por el mes de agosto, Miolán me había dicho que me figurara lo peor, y todavía no llegaría a imaginarme cuánta hambre había en el país; y tuvo razón. La República se había quedado atrás no sólo los treinta y un años de la tiranía, sino muchos más. En varios aspectos se vivía en pleno siglo XIX, sólo que con los problemas del siglo XX: y según pude alcanzar a comprobar más tarde, había gente que vivía en el siglo XVIII” (Juan Bosch, Crisis de la democracia de América en la República Dominicana, Pág. 45, 1ra Edición dominicana, 1991, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

Esas palabras del profesor Bosch expresadas a su retorno a República Dominicana -después de un largo exilio- describen la verdadera situación del país, no "la Suiza" que se nos quiere mostrar. "Había gente que (en 1961) vivía en el siglo XVIII (1701-1800)", dice Bosch, y todavía hoy -49 años después (al 2010)- hay personas, familias y pueblos enteros que viven en el siglo XVIII. Su padre plagó de obras el país y supo llevarlo a "su lugar entre las naciones civilizadas...". ¡Cuánto descaro! (Paréntesis míos, NH).

Dentro de los tantos deslices que se encuentran en la obra hay una joya que ha sido institucionalizada de por vida en el ejercicio del poder –salvo los siete meses durante los cuales gobernó con pureza inmaculada el profesor Juan Bosch-, que en la actualidad ha alcanzado niveles alarmantes: el nombramiento en el exterior de amigos y allegados, sin la rendición de servicio alguno, con la finalidad de juntar familias, pagar favores o permitir el cuido o tutoría de alguien mediante la remuneración con fondos del erario. En su viaje a Estados Unidos, específicamente a Washington, para cursar estudios internos en un colegio privado, “mi papá habló con mi prima Ligia y le comunicó sus planes: que él quería que ella me acompañara durante mi jornada de estudios, y que con esa finalidad, el Doctor Ramón Bergés Santana, su esposo, sería nombrado Primer Secretario de la Embajada Dominicana en Washington, D.C., oportunidad que podía aprovechar el doctor Bergés, para hacer la especialidad de su agrado en un hospital…” de la capital norteamericana (Pág. 287). El desconocimiento de las normas más elementales del funcionamiento del Estado lleva a la autora a expresarse sin mostrar un mínimo de respeto por el pueblo dominicano. “Mi papá, generoso y previsor, encargó a mi prima para que abriera una cuenta de banco, que él se encargaría de mantenerle un balance, suficiente para que, durante mis salidas los fines de semana, o cualquier otra circunstancia, yo no careciera de las cosas que quisiera o necesitara. Y se lo enfatizó: que nada me faltara”. ¿Cómo podría faltarle algo a “La Princesa”, casi coronada reina, si su padre disponía, cuando le daba la gana y como le daba la gana, de los fondos del tesoro público?

En la página 288 retornamos al juego del tirano “fuera del poder” -según ella y los neotrujillistas que propagan esa teoría-, al señalar que “mi papá fue nombrado Embajador Extraordinario y Plenipotenciario ‘at large’ y Representante de la República Dominicana ante la OEA”. O sea, El Generalísimo, Doctor Rafael Leónidas Trujillo Molina, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, fue nombrado “Embajador Extraordinario y Plenipotenciario ‘at large’ y Representante de la República Dominicana ante la OEA”, y nos preguntamos: ¿por quién? De todos es sabido que era el dueño absoluto de la República Dominicana. Se repite la irreverencia a sus compatriotas dominicanos y a los ciudadanos del mundo, que bien sabían que el Estado era propiedad de su padre.

En Estados Unidos, y con todos sus títulos, Trujillo “recibió una demostración de simpatía de dominicanos residentes en los Estados Unidos, entre los que figuraban excombatientes de la Legión del Caribe, que llegaron a Washington para demostrarle su adhesión y simpatía” (Pág. 292). De nuevo estampa Angelita otra de sus mentiras al aludir una agrupación fantasma que sólo existió en la mente de los norteamericanos, quienes, confabulados con algunos dictadores del área -dentro de los que pudo estar Trujillo-, la concibieron para presionar los sectores de poder económico y comprometer sus fortunas con las tiranías por temor al supuesto despojo de sus riquezas. “En Política: Teoría y Acción (número 44, página 27), dijimos que algunos periodistas norteamericanos convirtieron en Legión del Caribe el nombre de Legión Caribe, y explicamos que Horacio Julio Ornes le había puesto ese nombre al grupo de combatientes del levantamiento armado costarricense de 1948… y con esa denominación de Legión del Caribe ciertos periódicos de Estados Unidos hicieron mucha bulla a la vez que contribuían a fortalecer dictaduras repugnantes de las que por esos años había varias en la región del Caribe, porque ese nombre de una fuerza armada fantasmal que nunca tuvo existencia despertaba en los sectores derechistas de la región sombras horripilantes que dormían en los recuerdos de aquellos que habían conocido en la historia de nuestros países las hazañas feroces de la piratería” (Juan Bosch, 33 artículos de temas políticos/La Legión del Caribe, un fantasma de la historia, Pág. 244. Editora Alfa y Omega, 1ra Edición, 1988, Santo Domingo, RD). En la página 245, aludiendo la no existencia de dicha Legión, Bosch manifiesta que, en relación con los archivos de los dictadores, "ojalá" aparezcan, “porque sólo así se sabría si la invención de ese fantasma fue o no un ardid para asustar a los núcleos de poder”.

Expresa Angelita que el Concordato -firmado por su padre el 15 de junio junto a “Monseñor Domenico Tardini, Prosecretario (Vicesecretario, NH) de Estado para Asuntos Extraordinarios”- establecía “la fe Católica como la religión oficial del Estado, y las enseñanzas en las escuelas públicas serían en lo adelante orientadas por los principios de la doctrina y moral cristianas, que hasta entonces habían sido fundamentalmente hostonianas” (sic). Este “contrato”, exclusivista e interesado, tenía la intención de limpiar la imagen de terror y represión del régimen, e instauraba la compra de la conciencia religiosa del país al entregar al catolicismo “los templos construidos por el gobierno”. (Págs. 306-307).

Trujillo “quebró los resortes de la moral colectiva y destruyó la unidad familiar”, propiciando un ambiente de chismes e insultos que arropó todas las instituciones del país. “La Iglesia Católica no escapa a esa atmósfera; los sacerdotes truenan sus sermones en discursos políticos favorables al régimen, bajo las bóvedas de las iglesias… o sirven de emisarios diplomáticos encubiertos… (Además,) la escuela ha sido convertida en una agencia de propaganda trujillista… (en la que) los niños inician sus clases cantando un himno a Trujillo” (Juan Bosch, Póker de espanto en el Caribe, Págs. 67-68, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD. Paréntesis míos, NH). Las bóvedas bajo las cuales los sacerdotes expresaban los discursos de adhesión al régimen eran “los templos construidos por el gobierno” (que les fueron otorgados a la Iglesia por Trujillo); y las escuelas públicas, cuyas “enseñanzas serían orientadas por la doctrina y moral cristianas”, eran las agencias “de propaganda trujillista” que moldeaban la mentalidad de los niños con el culto a la personalidad y el endiosamiento al déspota y criminal.

La Iglesia Católica, cómplice de los crímenes de Trujillo hasta tanto se hizo evidente la repulsión mundial a su régimen de terror

El incremento de la represión y los asesinatos contra la juventud opositora al régimen llevaría a los líderes religiosos, seis años después, a expresarse con una responsabilidad que no exhibieron durante más de 20 años. [Los privilegios sobre otras iglesias, los vicios adquiridos -de políticos y militares- y la injerencia en asuntos de Estado que el Concordato engendró en la cúpula de la Iglesia Católica fueron anulados por la Constitución de 1963, generando una ola de acusaciones sobre el presidente Bosch (de comunista) y una sucia campaña en la que se adjudicaba al gobierno “actuar en contra de Dios y de la Iglesia”, que vio su punto culminante con el golpe de Estado que arrancó de raíz dicha Constitución, y a quien la hacía cumplir, el 25 de septiembre de ese mismo año].

El 12 de julio (de 1954, NH) mi papá fue informado de un lamentable hecho escenificado en la Embajada Dominicana en Londres… El Agregado Aéreo… Mayor Octavio de la Maza… disparó y asesinó al Sr. Luis Bernardino, Primer Secretario de nuestra sede Diplomática… El Mayor de la Maza fue enviado a la República Dominicana para ser juzgado. Hallado culpable, recibió condena de cárcel (sic)” (Pág. 309). Hasta aquí el austero relato de la autora sobre Octavio de la Maza. Los asesinatos de Jesús de Galíndez (profesor de la Universidad de Columbia, NY, y delegado del Gobierno Vasco en el exilio ante Estados Unidos -hizo su tesis doctoral en contra de Trujillo-) y Gerald Murphy (piloto norteamericano que trajo a Galíndez al país), ordenados por Trujillo, lo llevaron a ejecutar también a Octavio de la Maza (hermano de Antonio; ajusticiador del tirano y ¡HÉROE NACIONAL!), a quien se le acusó por la muerte de Murphy “porque era necesario convencer a los funcionarios de la Legación de Estados Unidos de que él y Murphy tuvieron diferencias provocadas por antagonismos en problemas de su trabajo pues los dos eran pilotos de la Compañía Dominicana de Aviación, y que esos antagonismos provocaron un enfrentamiento en el cual de la Maza resultó matador de Murphy, y arrepentido de haberle dado muerte a su compañero y amigo, de la Maza se suicidó ahorcándose en la celda de la prisión donde se le había encerrado” (Juan Bosch, Las dictaduras dominicanas, Págs. 178-179, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

Según Euclides Gutiérrez Félix, en "Crónica del Presente" del 7 de junio de 2010, esos asesinatos provocaron que el instinto criminal de Trujillo comenzara a "perder el sentido de la prudencia que en sus reacciones siniestras le había acompañado durante más de 25 años al frente de los destinos del pueblo dominicano". A Tavito -como le llamaban familiares y amigos- lo torturaron, simulando un suicidio por ahorcamiento, con la finalidad de "quitarse de encima la seria acusación y la investigación que con motivo de la muerte del piloto Gerald Murphy hacía el gobierno de los Estados Unidos" (Isabel Cristiana Rosario de la Maza, Academia de la Historia, 27 de mayo de 2009).

En este capítulo Angelita termina coronada reina, por lo que la "sangre azul que corre por sus venas" alcanza el esplendor máximo, y la tierra del país que nunca fue tocada por sus pies se postra ante el glamour desproporcionado que exhibe y publica en muchas de las páginas de esta siniestra obra, llena de fábulas y mentiras, que refleja como única verdad el derroche del dinero que sudaba y sangraba el pueblo (y que aún no acredita).

…Embargada por la emoción, pronuncié unas breves palabras de aceptación, y dándole las gracias por tan distinguida designación les dije: La Asamblea de todos los organismos de la Feria y fuerzas vivas del país en decisión libérrima y gentil han querido elevarme a la categoría de Reina de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre. Yo acepto tan honrosa distinción abrumada por el agradecimiento. A todos les expreso mis gracias, emocionada desde lo más profundo de mi corazón” (Pág. 319). En este corto párrafo dice dos grandes mentiras: que la elevaron a la categoría de reina en “decisión libérrima y gentil”, y que tal coronación se da en la “Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre”. No puede haber "decisión libérrima y gentil" en un país subyugado por el terror y la opresión, como tampoco puede haber simbolismo en una feria que se niega en sus orígenes, porque ni es de paz ni es de fraternidad; el “mundo libre” en que se desarrolló no existió nunca en los treinta y un años de “tiranía sin ejemplo” que ejerció su padre, que hizo de La Feria “un barril sin fondo, en términos de dinero, y, aunque nunca se hizo pública la suma invertida, se comentó que rondaba los 35 millones de pesos de esa época, cuando la moneda dominicana estaba a la par o algo más del valor del dólar” (Euclides Gutiérrez... Ibíd.).

El 20 de diciembre de 1955 Angelita Trujillo es entronizada. Para que el río retome su cauce le recordamos que “en los días de Trujillo... cuando un obrero pedía diez centavos de aumento en el jornal, se le mataba por comunista” (Crisis de la democracia de América..., Pág. 117); y que “Santo Domingo ha progresado, pero no como pueblo sino como empresa económica; no ha aumentado el número de hombres sino el de esclavos; no se ha extendido la cultura general sino el conocimiento indispensable para servir con eficiencia a la organización capitalista de Trujillo. El país se ve limpio, pero como propiedad privada, no como colectividad humana. El hombre es allí un bien semoviente del dueño de la nación como lo es la vaca; la vaca es enviada al matadero cuando el amo desea recibir beneficios… y el hombre es enviado al matadero cuando pone en peligro ese poder” (Juan Bosch, Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo, Pág. 160, 9na Edición, 2002, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

¿Puede haber elección libérrima, paz, confraternidad y libertad, en un país con esas credenciales?

…Sin embargo, podemos suponer que si hoy en día, a pesar de todos los adelantos tecnológicos, aun resulta difícil detectar las manzanas podridas de un barril, mucho más difícil (resultaba, NH) por aquellos años, con técnicas primitivas, poco refinadas y poco eficientes” (Angelita Trujillo, Trujillo, mi padre en mis memorias, Pág. 340, Cap. VII, 1ra Edición, 2009). Con estas palabras pretende Angelita Trujillo justificar la dificultad del régimen en depurar a los "comunistas"; se embarca en la tarea de validar los muertos que se producirían por la “decapitación de la hidra comunista que amenazaba el orden establecido”. Su padre, Rafael L. Trujillo, “…por convicción personal y deber constitucional tenía que actuar en defensa de los ideales patrios” (Pág. 341). Es el argumento para disculpar las monstruosidades del tirano; intenta encubrir la matanza que se desató en los últimos años de la dictadura contra una juventud que comprendió que había llegado el momento de poner punto final al terror, al miedo y a los asesinatos.

Incapaz de razonar, dice en la página 343 que República Dominicana era gobernada por “un régimen autocrático”. Según la Real Academia Española (RAE) "régimen autocrático" es un “sistema de gobierno en el cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley”, definición que es diametralmente opuesta a lo que la Sra. Trujillo consigna: “Constitucionalmente nuestro sistema de gobierno está llamado a ser democrático y mi papá era firme creyente de que era el sistema o forma de gobierno más conveniente para el pueblo dominicano, no porque fuera perfecto, pero era la mejor opción (sic)”.

Comunismo es, para ella, sinónimo de desgracia; y es entendible: primero por sus orígenes y segundo por el lugar en el que reside, que no es más que el punto de concentración de la derecha fascista y la ignorancia funcional de toda América. Expresa, con palabras que buscan protagonismo, que: “En cuanto a nosotros en 1946 mi papá le había escrito al secretario de Interior recomendándole tomar todas las providencias de lugar para permitir y garantizar a los componentes de los grupos comunistas la libre realización de cuantas actividades lícitas estimaran útiles para formar un partido político que pueda ser legalmente reconocido (sic)” (Pág. 346), ocultando las verdaderas intenciones de Trujillo: crear el ambiente para que los comunistas dominicanos se descubrieran y fueran asesinados. Y fue exactamente lo que ocurrió: “Fiel a sí mismo, Trujillo se sobrepasó, elogió públicamente a Stalin, solicitó, en carta abierta, la legalización del Partido Comunista; y pocos meses después, cuando vio que el pueblo acudía a los mítines que celebraban los comunistas enarboló el sable y volvió a ser el despiadado perseguidor de siempre. Centenares de hombres fueron asesinados, colgados en los caminos, echados a los presidios. El tirano desató el terror en todo el país. Las embajadas y legaciones latinoamericanas se llenaron de refugiados. A seguidas se proclamó campeón del anticomunismo… ”. (Juan Bosch, Póker de espanto en el Caribe, Págs. 56-57, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

Particularmente me han contado y me alegra saber que muchos de los inflamados con esa locura de juventud hoy son personas superadas, gente de bien, con familias muy lindas y sirviéndoles al país en los diversos campos de carrera con que abonan el ambiente democrático, legado incuestionable de mi padre… Los predicamentos del régimen de Trujillo eran la paz y la tranquilidad que disfrutaba el pueblo dominicano” (Pág. 348). ¿No es una desvergüenza señalar que el ambiente democrático es un “legado incuestionable” de Trujillo? Con tan irracionales palabras busca tirar por la borda la entrega y el sacrificio de las hermanas Mirabal, del coronel Rafael Fernández Domínguez, de Manolo Tavárez Justo, del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, de Juan Bosch, de José Francisco Peña Gómez, de Juan Miguel Román, del coronel Juan María Lora Fernández, de Otto Morales, de Amín Abel Hasbún, de Maximiliano Gómez, de Guido Gil y de miles más -puros e íntegros dominicanos- que lucharon contra Trujillo, el Consejo de Estado, el Triunvirato y Balaguer para, a partir de 1978, establecer la democracia en la República Dominicana.

Debemos inferir –para fortalecer sus malsanos juicios- que los regímenes de Adolfo Hitler, Joseph Stalin, Jorge Ubico, Francisco Franco, Fulgencio Batista, Idi Amin Dada, Marcos Pérez Jiménez, Mao Tse-tung, Anastacio Somoza, Augusto Pinochet, Alfredo Stroessner y Jorge Videla, para citar algunos, brindaban "la paz y la tranquilidad" que disfrutaban los pueblos de Alemania, Unión Soviética, Guatemala, España, Cuba, Uganda, Venezuela, China, Nicaragua, Chile, Paraguay y Argentina respectivamente. Evidentemente que había “paz y tranquilidad” en esos países, igual que en República Dominicana, pero, para establecerlas, las dictaduras que dichos personajes encabezaron asesinaron más de 35 millones de personas. ¿Qué significan esas muertes para Angelita Trujillo? Si por lo elevada de la cifra no puede procesarla, tendríamos que preguntarle entonces, con relación a su propio lar, si tienen algún significado los más de 20 mil muertos que hubo bajo el régimen de terror que encabezó su padre “para que el pueblo dominicano disfrutara de paz y tranquilidad”.

Es asombroso el irrespeto a la memoria de quienes combatieron la dictadura. Señala, en el mamotreto repleto de mentiras y fábulas -mal redactado y tendencioso, con muy pocos argumentos de categoría histórica en el que se hace evidente la colaboración de otros con sus mismas deficiencias intelectuales, "capaces" de mostrar ridículas contradicciones, en ocasiones hasta en la misma página, con la mayor desconsideración a quien la Historia habrá de hacer merecido reconocimiento por su desprendimiento, tenacidad, valor y entrega por la causa libertaria del pueblo dominicano-, que “El General Juan Rodríguez (era un, NH) acaudalado hacendado muy conocido por su contumaz lucha contra el Gobierno de mi padre y principal organizador de las fracasadas expediciones de Cayo Confites, Luperón y cuantas travesuras más pudieron ocurrírsele (sic)” (Pág. 356).

Como la mayoría de los dominicanos desconoce al general Juan Rodríguez, y a manera de homenaje, presentamos un corto relato de su vida que ilumina su histórico nombre frente al cinismo de la autora de "Trujillo, mi padre en mis memorias".
En junio de 1949 debió Trujillo sofocar una incursión armada procedente de Guatemala. Tres grupos debieron arribar: el primero y mayor, conformado por 37 combatientes, comandado por Juancito Rodríguez, debía desembarcar en Constanza o en otro lugar de La Vega; el segundo, dirigido por Miguel Ángel Ramírez Alcántara, de 25 hombres, aterrizaría en San Juan de la Maguana; y el tercero y menor, de 12 valientes, capitaneado por Horacio Julio Ornes, lo haría por Luperón. Este último grupo acuatizó el 19 de junio en un hidroavión y estaba compuesto por ocho dominicanos, un costarricense y tres nicaragüenses. “El principal contingente que venía en otros dos aviones quedó entrampado en el trayecto. Una nave, en la que viajaba el general Juan Rodríguez (a quien la autora, en forma despectiva, se refiere como el ejecutor de “cuantas travesuras más pudieron ocurrírsele”)... debió aterrizar de emergencia en una playa de la península de Yucatán… (y) la otra fue apresada en… Cozumel… siendo detenidos sus ocupantes, encabezados por el general Miguel Ángel Ramírez Alcántara…” (José del Castillo Pichardo, www.diariolibre.com, 16 agosto de 2008. Paréntesis míos, NH).

El fracaso de Cayo Confites, en septiembre de 1947, sirvió de experiencia al general Juan Rodríguez, quien se había constituido en un baluarte logístico y financiero de las agrupaciones que en el exilio pretendían, por una u otra vía, acabar con la tiranía. “En esta oportunidad… se hizo asesorar por un grupo de republicanos veteranos de la Guerra Civil Española y de la resistencia francesa contra los nazis, entre los cuales estaba el teniente coronel Alberto Bayo, quien luego entrenaría a Fidel Castro y al Che Guevara… Nueva vez, el general Rodríguez -con su dinero, liderazgo y tenacidad- figuraba como el jefe supremo de la revolución, secundado en el plano militar por (Miguel Ángel) Ramírez, (Horacio Julio) Ornes y (el doctor Eufemio) Fernández (jefe de la policía secreta de Cuba bajo la presidencia de Carlos Prío Socarrás). Por su ascendencia en la política de Centroamérica se granjeó el respaldo pleno del gobierno de Juan José Arévalo en Guatemala y el más discreto de José Figueres en Costa Rica. Completó su esquema designando como delegado en Cuba a Juan Bosch -influyente en el entorno del presidente Carlos Prío-, y… en México al Dr. José Antonio Bonilla Atiles, quien diligenció la colaboración… del gobierno mexicano… La conexión de esta empresa con Costa Rica tuvo su origen en la revolución… que llevó a Figueres al poder, la cual se benefició de las armas devueltas por el gobierno cubano a Juancito Rodríguez, quien tenía su base en Guatemala y había logrado el reintegro de parte del arsenal de Cayo Confites en su calidad de jefe y principal financista de esa expedición… ” (José del Castillo… Ibíd. Paréntesis míos, NH).

Juancito Rodríguez, el más grande luchador contra la tiranía de Trujillo, cuya proeza no ha sido reconocida. Para el autor, es un Prócer de la Patria

El general Juancito Rodríguez García nació en Moca en 1886 y era uno de los hombres más ricos del país. En 1930, temiendo sufrir represalias contra su familia, aceptó la postulación como senador del partido del dictador en ciernes; en 1935 se resiste a firmar la condena de un diputado y en 1946 tuvo que exiliarse por no conseguir apoyo dentro del país en su lucha contra el régimen. Se suicidó en Cuba el 19 de noviembre de 1960. “Perdió toda esperanza de volver, no tenía un centavo, le habían matado a su hijo. Embargado por la tristeza, se pegó un tiro”, dice su hija María Mercedes (Pucha) Rodríguez Vásquez, quien casó con Horacio Julio Ornes Coiscou (Ángela Peña, Hoy, 11 de diciembre de 2009).
Con el título “Caudal de mi Papá” inicia Angelita Trujillo la página 360. Presentamos una por una las razones que expone (hasta la página 364).
Es una verdad absoluta que el Consejo de Estado tenía en sus manos toda clase de pruebas fidedignas, irrefutables, de que mi papá no tenía cuentas de bancos fuera del país, ni bienes de ninguna otra naturaleza. Y verdad absoluta también que, estos señores del Consejo de Estado, tenían en sus manos pruebas contundentes, irrebatibles, y concluyentes que mi papá fue pulcro, respetuoso y celoso de los bienes del Estado (sic)”.

…Las múltiples empresas de mi padre generaban un inmenso caudal que podía depositar donde quisiera porque era dinero suyo. Pero lo dejaba en el país”.

A Ramfis… lograron molestarlo, aunque por breve tiempo. En el yate había unas cajas personales suyas y en ella estaban sus relaciones bancarias… pero mi hermano pudo identificar la legítima procedencia de esos fondos…”.

…Los beneficios de esas empresas
(Azucarera Haina y Hacienda Fundación, NH) los usaba y los empleaba a discreción suya porque eran suyos.”

Y es aquí donde yerran por ignorancia unos, por malignidad otros al decir que los dineros que gastaba mi papá eran dineros del pueblo…”.

A boca llena puedo declarar que nunca recibí asignación del gobierno, ni supe lo que era una contrata o cosa por el estilo, jamás. Igualmente Radhamés, Ramfis y mi mamá… Ramfis era propietario fundador de la Chocolatera y los Molinos dominicanos y poseía acciones en otras empresas. Lo mismo mi hermano Radhamés. Mi mamá asociada con mi tío Paco tenía participación en muchísimas empresas…”.

Nosotros, después de muerto mi papá, sabíamos que nos marcharíamos del país, ya que a Ramfis no le interesaba el poder político, por consiguiente, bien pudimos haber vendido nuestras propiedades al Estado…”.

…El historiador Euclides Gutiérrez Félix escribe en su libro 'Monarca sin Corona' que a la muerte de mi papá, entre mi mamá y los tres hermanos Trujillo Martínez teníamos en el exterior un balance aproximado de sesenta o setenta millones de dólares. Suma irrisoria si se compara con lo que en pocos años acumula cualquier funcionario público hoy en día.” (sic).No quisimos romper la secuencia; mucho fue el esfuerzo realizado para plasmar, en este orden, sin interrupción, las nauseabundas expresiones acerca de "la fortuna hecha". Decíamos que la obra de Angelita “es un mamotreto” lleno de "contradicciones, en ocasiones hasta en la misma página", y eso es lo que vemos en el intento de justificar la fortuna de su padre: habla de la no existencia de dinero en el exterior al mismo tiempo que valida lo que señala Euclides Gutiérrez Félix: “a la muerte de mi papá… teníamos en el exterior un balance aproximado de sesenta o setenta millones de dólares”, cantidad a la que se refiere como “suma irrisoria si se compara con lo que en pocos años acumula cualquier funcionario público hoy en día”. (¡Sin comentarios!).

Juan Bosch divide en tres etapas la acumulación originaria en el país: la primera, ejecutada por el Imperio español, que entregó a los conquistadores los indios y las tierras que estos poseían; la segunda, ejecutada por Estados Unidos en el período de la intervención (1916 a 1924), permitiendo a estos el control absoluto del Estado dominicano; y la tercera, ejecutada por Trujillo (ver comentarios al capítulo IV), que usó el poder del Estado para “convertirse en el hombre más rico de la historia dominicana, y para lograr sus fines aplicó en todo lo que podía producirle dinero los métodos propios de la acumulación originaria” (Juan Bosch, Las dictaduras dominicanas, Pág. 198, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

Trujillo se enriquecía a sí mismo…”. Puso en ejecución, valiéndose de los vicios que le proporcionó la deformación social dominicana, métodos de acumulación originaria desconocidos hasta ese momento. “Uno de ellos era mandar un emisario a las casas de comercio más importantes para que le enviaran dinero en cantidades que a veces alcanzaban a ser más del 25 por ciento de los beneficios anuales de esas firmas… Compraba terrenos y negocios que le vendía al Estado por varias veces lo que le habían costado, monopolizó la venta de carne de res en la capital de la República y acabó siendo el propietario monopolista de muchas industrias, como por ejemplo la de cigarrillos, y durante una época, a través del llamado Banquito de María Martínez, monopolizó también los préstamos -con intereses altísimos- a los empleados públicos, que debido a la escasa circulación de dinero en los años 1930 a 1940 y tantos, tenían que acudir a prestamistas usureros para terminar cada mes con un desahogo engañoso. Ese monopolio fue creado valiéndose de una ley que declaraba prohibida la usura ejercida por particulares”. (Citas: Juan Bosch, El PLD, colección de estudios sociales, Págs. 190-191, 3ra Edición, 1998, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

La madera era una riqueza extraordinaria que existía en la cordillera central. La explotación de los pinos quien la inició fue el hermano de Trujillo, José Arismendi (Petán), quien “desde 1931 ó 1932 estableció un impuesto de un peso que había que pagársele por cada tronco de pino que los dueños de aserraderos cortaban… Ahora bien, el que se enriqueció en varios millones de pesos poniendo en práctica y ampliando mediante el uso del poder del Estado el impuesto creado por su hermano, fue el dictador, que puso los ojos en esa fuente de acumulación originaria especialmente después que empezó en Europa la guerra de 1939” (Ibíd. Pág. 194).

Los recursos económicos obtenidos por Trujillo en esta forma de acumulación originaria eran extraordinarios: Trujillo compraba a precios irrisorios porciones enormes de terreno en las cordilleras sembradas de pino debido a que no había vías de comunicación y se hacía imposible el acceso a las mismas. El Estado le proporcionaba las carreteras sin que él invirtiera un centavo; se hacía muy lucrativo el negocio de la madera. “El pago destinado a Trujillo se hacía en efectivo en la llamada Oficina Particular del generalísimo, que estaba bajo la dirección de la misma persona que rindió el informe del cual hemos copiado los datos sobre el sector maderero de la fortuna de Trujillo”. El tirano se apoyaba en el poder del Estado, y ese poder le sirvió para monopolizar el “mercado de la carne y la leche de la capital del país, que era donde estaba concentrada la mayor cantidad de población urbana; la fabricación y venta de cemento, la de harina de trigo, la de pinturas, la de cigarrillos, la navegación marítima de altura. En un tercio de siglo, la República Dominicana padeció las consecuencias de la implantación de dos tipos de acumulación diferentes, aunque estrechamente vinculados, que en buena lógica debieron haberse producido en un tiempo de dos, de tres siglos, y que para darse revueltos tenían que presentarse guiados por una mano más dura e implacable que el acero: A eso se debió que la dictadura de Rafael L. Trujillo fuera excepcionalmente dura e implacable”. (Ibíd. Pág. 198).

Así se hizo la fortuna de Rafael Leónidas Trujillo Molina. La obra concebida por su hija parece estar destinada a niños que aún no han desarrollado la capacidad de discernir o a los que muy bien podrían enmarcarse en el dominio de los inhabilitados. “La economía de la nación ha sido puesta al servicio de los negocios personales de Trujillo, a tal extremo que cuando alguna de sus empresas arroja pérdidas se la hace comprar por el Estado a precios altos y a seguidas el Estado se la vende a precios bajos. En este sentido, además de ser el productor y el consumidor obligado de sus negocios, el pueblo dominicano es la garantía última de todas las empresas financieras, industriales y comerciales del dictador. Como jefe político, jefe militar y amo de la economía dominicana, Rafael Leónidas Trujillo tiene un poder casi omnímodo. Puede asegurarse que lo único en que su voluntad no es determinante en el país es en dar la vida, puesto que da la muerte, la riqueza y la miseria. Esta situación de señor único en el campo militar, en el político y en el económico, le confiere potestad absoluta sobre el pueblo dominicano… El atraso social, cultural, económico y político del pueblo dominicano ha aumentado durante los treinta años de régimen trujillista, si bien el país ha progresado como hacienda personal del dictador (sic)”. (Juan Bosch, La fortuna de Trujillo, Págs. 58-59, 1ra Edición, 1985, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).

Respecto a los luchadores que desde el exilio combatieron la tiranía de su padre, y a los líderes y gobiernos que apoyaron las causas libertarias, se expresa en forma malintencionada y deshonesta. Conforma ridículas y desconsideradas teorías acerca de Fidel Castro, la Unión Soviética y el comunismo, procurando ubicar en el radicalismo ideológico a los héroes de la Raza Inmortal (que ofrendaron sus vidas en la invasión del 14 de junio de 1959), íntegros combatientes ajenos a ideologías que sólo luchaban por la eliminación de la dictadura y la implementación de un régimen democrático con libertades plenas y justicia social.

Sin el mayor reparo refiere que “la finalidad de la Legión del Caribe (ver comentarios al capítulo VI), además de catapultar a sus dirigentes políticamente, era impulsar regímenes de izquierda en América Latina, pensamiento que chocaba frontalmente con el gobierno autocrático derechista de mi papá (anteriormente había dicho que era democrático, NH). Ellos, sostenían y daban franco apoyo a los enemigos del gobierno de mi papá en el exterior, promoviendo insolentemente el derrocamiento del gobierno dominicano. En 1947, entre Betancourt de Venezuela, Arévalo de Guatemala, Figueres de Costa Rica, Grau de San Martín de Cuba junto a Elie Lescot y Dumarsais Estimé de Haití, concertaron un estrecho pacto de agresión contra la República Dominicana. De manera que lo que hacía mi papá era, pagarle con la misma moneda. El señor Betancourt, al asumir el poder en Venezuela con más vigor maquinaba maldades contra el gobierno de mi padre (sic)”. (Pág. 396).

Despacha con soberbia torpeza los intentos de su padre por matar a Rómulo Betancourt, José Figueres y Juan José Arévalo e ignora a la persona que los agrupaba en la lucha por la implementación en la República Dominicana de un régimen democrático que proporcionara a sus aterrorizados habitantes libertades plenas y justa distribución de la riqueza: nos referimos al profesor Juan Bosch, figura que con su formación democrática, intelecto y capacidad política propiciaba, junto a Víctor Raúl Haya de la Torre y Luis Muñoz Marín (además de Figueres y Betancourt), un frente democrático para combatir las dictaduras y apoyar a los que luchaban por deponerlas. Decía Fidel Castro, sobre Juan Bosch, que era un “prominente líder dominicano” al que conoció en Cayo Confites “, donde nos entrenamos, y pude conversar mucho con él. No era el jefe de la expedición, pero sí la más prestigiosa personalidad entre los dominicanos…” (Fidel Castro, La historia real y el desafío de los periodistas cubanos, 3 de julio de 2008).

La "escritora" Angelita Trujillo ignora a Bosch, pero lo hace útil para lo que sirve a sus intereses. Emite juicios risibles sobre Rómulo Betancourt; define el atentado del que fue objeto por orden de su papá (al explotar una bomba en el carro en el que circulaba) como un “simple” -y sin mayores consecuencias- “conflicto” (Pág. 403). Que desdeñe a Bosch no sorprende; es parte de la agenda en la que se embarcan ella y los voceros remunerados que intentan manchar su nombre, "sus más avezados discípulos" entre ellos. Con Minerva Mirabal hace lo mismo que con Bosch; en la página 424 muestra un párrafo de un discurso, "escrito en letra de María Teresa" que se estima "fue leído por Minerva el 24 de octubre de 1953, en Salcedo, con motivo de un acto trujillista que se realizó allí, al conmemorarse, como en todo el país, el natalicio del tirano" (William Galván, "Minerva Mirabal: Historia de una heroína", Pág. 191, 5ta Edición, 2011, Editora Búho, Santo Domingo, RD).

Expone las expresiones de Minerva Mirabal, elogiando la tiranía exclusivamente para salvar su vida y la de su familia, y lo hace con el convencimiento de que esas palabras "salían del corazón": “Que fatigada y sedienta por una lucha de siglos, esta Patria de nuestros amores había sido víctima de todas las traiciones y había recorrido toda una larga calle de amarguras, con la pesada cruz de muchas ingratitudes a cuestas. La época luctuosa que siguió a su nacimiento rosado de ideales, retrasó su crecimiento, aniquiló su infancia y destrozó su corazón en las guerras fratricidas. Hoy puede, al fin, levantar la frente con orgullo y proclamar ante el mundo libre, que ha alcanzado la felicidad que tanto anhelara para ella el padre augusto Juan Pablo Duarte. ¡Contemplad el hermoso panorama del bienestar nacional! Trujillo, cual surtidor inagotable, ha colmado esas ansias de felicidad y, adelantándose a su época como los grandes predestinados, realiza en veinte años el sueño de un siglo” (Pág. 424).

Debemos imaginar que está plenamente convencida de que por ese reconocimiento a la "magnánima obra de su padre" permanecen aún vivas Minerva y sus hermanas Patria y María Teresa ("Las Mirabal, el mayor y más doloroso símbolo de la resistencia", conocidas también como Las Mariposas). ¿Tendrá noción de lo que sucedió el 25 de noviembre de 1960, fecha que alumbró -por tan valientes mujeres vilmente asesinadas por el sátrapa- el 'Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer'?

Confiamos que los detractores de Juan Bosch no procedan de igual forma con Minerva Mirabal; la agenda que está en curso es una bien definida por el núcleo Trujillo, encabezado por Angelita y secundado por los que se adhieren a las causas más oscuras de nuestra historia, ya sea por simpatías propias, producto de la ignorancia y el desconocimiento, o por la venta de la poca conciencia que albergan, prestándose a nutrir los “mal haberes” de la oligarquía y el caliesaje.

Ha sido ardua la tarea de concluir la lectura de este ignominioso libro. El último capítulo es encubridor, fabulador, irresponsable, nauseabundo y disparatoso -en niveles superiores a los anteriores-; a fin de cuentas, lo que persigue la autora es lavar la imagen de Trujillo lanzando fango a figuras como el profesor Bosch y Minerva Mirabal. De las pocas cosas ciertas que hay en él, una la podemos encontrar en la página 429, en la que manifiesta que “vivía en un mundo de fantasías”. Indudablemente; es el mundo en el que se desarrolló. Ya lo habíamos expresado en los comentarios del capítulo VI: “...Su vida transcurrió en barcos, yates, aviones, caballos, carros de lujo y alfombras rojas, desde donde todo se ve color de rosa”. (El lector no debe confundir la aristocrática vida de la que disfrutó con los malsanos vicios que prohijó de su origen pequeñoburgués).

Trujillo fue muerto a balazos el 30 de mayo del 1961 mientras circulaba por la Avenida George Washington. Los actores principales de la gesta heroica fueron Antonio de la Maza, Juan Tomás Díaz, Modesto Díaz, Luis Manuel Cáceres (Tunti), Roberto Pastoriza, Huáscar Tejeda, teniente Amado García Guerrero, Salvador Estrella Sadhalá, Pedro Livio Cedeño, Antonio Imbert Barreras, Luís Amiama Tió y otros. “La gesta fue heroica pues mucho valor y determinación había que tener para llevarla a cabo, aunque dos de sus actores, los únicos sobrevivientes, no merezcan ser llamados "próceres", debido a su participación directa en el derrocamiento de Juan Bosch en 1963 y al apoyo incondicional que brindaron a la invasión norteamericana del 1965, presidiendo, uno de ellos, el llamado Gobierno de Reconstrucción Nacional, que, además de oponerse a la restauración de la institucionalidad con el retorno del profesor Juan Bosch al poder, se enfrentó a los constitucionalistas y accionó en su contra aliado a las tropas invasoras” (NH, El Día de la Libertad, 31 de mayo de 2008). ¡Gloria eterna a nuestros próceres que llevaron a cabo tan heroica gesta!

El nombre de Trujillo debe permanecer junto al de Satanás, que debe estar sufriendo con el monstruo que le hace compañía. Es necesario anular todos los intentos de Angelita Trujillo y sus secuaces de santificar a su padre. Trujillo asesinó más de veinte mil seres humanos, y ella es tan cómplice como sus hijos y otros familiares que han disfrutado, con el dinero del pueblo dominicano, de vidas propias de la más distinguida aristocracia de la época medieval.

No podemos concluir sin mostrar a los dominicanos y al mundo la carta que Juan Bosch envió al tirano el 27 de febrero de 1961, 93 días antes de su ejecución, y en la que, con clara visión y científica interpretación, delineaba la culminación de una de las tiranías más feroces que conoce la historia universal moderna.
Póker de Espanto en el Caribe, obra maestra de Juan Bosch donde retrata con precisión milimétrica la perversa figura de Rafael Leónidas Trujillo Molina

Carta de Juan Bosch a Trujillo
27 de febrero de 1961

General:

En este día, la república que usted gobierna cumple ciento diecisiete años. De ellos, treinta y uno los ha pasado bajo su mando; y esto quiere decir que durante más de un cuarto de su vida republicana el pueblo de Santo Domingo ha vivido sometido al régimen que usted creó y que usted ha mantenido con espantoso tesón.

Tal vez usted no haya pensado que ese régimen haya podido durar gracias, entre otras cosas, a que la República Dominicana es parte de la América Latina; y debido a su paciencia evangélica para sufrir atropellos, la América Latina ha permanecido durante la mayor parte de este siglo fuera del foco de interés de la política mundial. Nuestros países no eran peligrosos; y por tanto no había por qué preocuparse de ellos. En esa atmósfera de laissez faire (dejar hacer), usted podía permanecer en el poder por tiempo indefinido; podía aspirar a estar gobernando todavía en Santo Domingo al cumplirse el sesquicentenario de la república, si los dioses le daban vida para tanto.

Pero la atmósfera política del hemisferio sufrió un cambio brusco a partir del 1º de enero de 1959. Sea cual sea la opinión que se tenga de Fidel Castro, la historia tendrá que reconocerle que ha desempeñado un papel de primera magnitud en ese cambio de atmósfera continental, pues a él le correspondió la función de transformar a pueblos pacientes en pueblos peligrosos. Ya no somos tierras sin importancia, que pueden ser mantenidas fuera del foco de interés mundial. Ahora hay que pensar en nosotros y elaborar toda una teoría política y social que pueda satisfacer el hambre de libertad, de justicia y de pan del hombre americano.

Esa nueva teoría es un aliado moral de los dominicanos que luchan contra el régimen que usted ha fundado; y aunque llevado por su instinto realista y tal vez ofuscado por la desviación profesional de hombre de poder, usted puede negarse a reconocer el valor político de tal aliado, es imposible que no se dé cuenta de la tremenda fuerza que significa la unión de ese factor con la voluntad democrática del pueblo dominicano y con los errores que usted ha cometido y viene cometiendo en sus relaciones con el mundo americano.

La fuerza resultante de la suma de los tres factores mencionados va a actuar precisamente cuando comienza la crisis para usted; sus adversarios se levantan de una postración de treinta y un años en el momento en que usted queda abandonado a su suerte en medio de una atmósfera política y social que no ofrece ya alimento a sus pulmones. En este instante histórico, su caso puede ser comparado al del ágil, fuerte, agresivo y voraz tiburón, conformado por miles de años para ser el terror de los mares, al que el inesperado cataclismo le ha cambiado el agua de mar por ácido sulfúrico; ese tiburón no puede seguir viviendo.

No piense que al referirme al tiburón lo he hecho con ánimo de establecer comparaciones peyorativas para usted. Lo he mencionado porque es un ejemplo de ser vivo nacido para atacar y vencer, como estoy seguro que piensa de sí mismo. Y ya ve que ese arrogante vencedor de los abismos marítimos puede ser inutilizado y destruido por un cambio en su ambiente natural, imagen fiel del caso en que usted se encuentra ahora.

Pero sucede que el destino de sus últimos días como dictador de la República Dominicana puede reflejarse con sangre o sin ella en el pueblo de Santo Domingo. Si usted admite que la atmósfera política de la América Latina ha cambiado, que en el nuevo ambiente no hay aire para usted, y emigra a aguas más seguras para su naturaleza individual, nuestro país puede recibir el 27 de febrero de 1962 en paz y con optimismo; si usted no lo admite y se empeña en seguir tiranizándolo, el próximo aniversario de la república será caótico y sangriento; y de ser así, el caos y la sangre llegarán más allá del umbral de su propia casa, y escribo casa con el sentido usado en los textos bíblicos.

Es todo cuanto quería decirle, hoy, aniversario de la fundación de la República Dominicana. [Míos son los paréntesis y las itálicas, NH]
Además de analizar la obra de Angelita Trujillo, nos propusimos honrar la memoria de Juan Bosch usando cuanto escribió en su lucha contra la tiranía. Las citas abarcan los 31 años de dictadura y ponen de relieve el papel protagónico que ejerció en el exilio combatiendo al déspota de Rafael Leónidas Trujillo Molina. El boschismo ha sido la herramienta con la que analizamos las clases que sustentaron la tiranía y definimos las inclinaciones del tirano en una sociedad en la que implementó, a sangre y fuego, el desarrollo capitalista.

Ing. Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
8 de julio de 2010