Comentarios al capítulo II del libro "Trujillo, mi padre en mis memorias", de Angelita Trujillo [II de VII]...
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Las palabras nada agradables que Angelita Trujillo emite sobre el Dr. Joaquín Balaguer, el odio que le guarda al profesor Juan Bosch por la descripción que hiciera de su padre en "Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo" y "Póker de Espanto en el Caribe", y la magnitud del liderazgo de ambos, nos mueve a pensar que la autora de "Trujillo, mi padre en mis memorias" esperaba desde hace tiempo por la muerte de tan influyentes figuras para hacer realidad lo que ella llama "exposición de todo el acervo que atesoro de mi progenitor" (Pág. 41).
El capítulo II nos entusiasmó por el título que la hija del déspota usa: "Vida y Trayectoria". Esperábamos por la evolución socioeconómica de su procreador, y por ende de su familia, pero muy poco duró el júbilo. Comienza diciendo que su padre "trabajaba como Guardia Campestre en el Central Boca Chica" y que "sin abolengo alguno" escaló posiciones en la "Policía Nacional que organizaba la Fuerza de Ocupación americana". Cuatro líneas más tarde, ya Trujillo es juramentado "Presidente de la República".
"Mi papá paralela y simultáneamente fue haciendo del país lo mismo que hacía con su vida: crecer, superarse hasta alcanzar los dinteles de las grandezas humanas. Es una historia fascinante de superación, progreso, supervivencia y bienaventuranza." Con estas palabras, convertidas en derroche de crecimiento personal, pretende Angelita Trujillo encubrir las perversidades del dictador. ¡Qué hermosa forma de describir los crímenes y robos sobre los que su progenitor "creció" y forjó imperio y fortuna!
Sin proponérselo, Angelita Trujillo, en esta ligera descripción sobre la procedencia social del déspota, reconoce que nació "de segunda"; y lo ratifica al hablar de su candidatura para las elecciones del 1930 al referirse a los opositores que, según ella, basaban su estrategia "en la carencia de abolengo político e intelectual de mi papá" (Pág. 82, Cap. II, 1ra Edición, 2009).
La autora se concentra en "la relación amorosa y tierna" con su padre -que dudosamente trata de pregonar al mundo- y en las hazañas que este realizara, expuestas con tal fervor que pareciera estar envuelta en una de las increíbles historietas de Wyatt Earp, un "marshal" muy famoso -del legendario Oeste norteamericano- por su dureza en el trato con quienes violaban la ley; "incorruptible y osado en sus procedimientos".
Queriendo justificar la fortuna adquirida en el ejercicio del poder, muy sutilmente describe que su papá "de la nada se encumbra y alcanza... caudales y cuantos bienes perecederos el ser humano puede atesorar..." (Pág. 47). ¡Qué prosa más elegante para explicar la acumulación de riquezas mediante la depredación y el despotismo!
Tal es el empeño de la hija del "Benefactor" -que tiranizó por más de 30 años el país- por culpar a otros de sus desmanes que, como una autómata, pretende invalidar, con un perturbado juego de palabras, las interrogantes naturales que surgieron acerca de la figura del sátrapa: "¿cómo puede ser, que mi papá, habiendo ingresado a la Guardia Nacional el 18 de Diciembre de 1918 y el 16 de Mayo 1930 es elegido para ocupar la Primera Magistratura del Estado?" (sic). "¿De dónde vino? ¿Quién es? ¿Cómo pudo ser?".
De inmediato expresa: "¡Mi papá no procedía, ni pertenecía a esa alcurnia!" (refiriéndose a Manuel de Jesús Troncoso, Jacinto Peynado, Arturo Logroño y Manuel A. Peña Batlle, para citar algunos). "¡No! Mi papá salió de las entrañas mismas del pueblo dominicano, humilde, conocedor de las limitaciones, carestías y durezas de la vida..." (Pág. 82). ¿Es posible tanto descaro?
La "Princesa Angelita", que hoy se codea con los "de primera" -soslayando a los "de segunda"-, moviéndose dentro de una rancia oligarquía, reconoce que el sanguinario dictador no provenía de "esa alcurnia", signando, inadvertidamente, sus verdaderas raíces, pero carece, como todos los que dentro de la división de clases han alcanzado capas superiores apelando a la adulteración y al desmedro, de la entereza suficiente para explicar, primero, la procedencia de los cientos de millones de dólares que sus familiares depositaron en bancos europeos cuando como burdos ladrones abandonaron el país en 1961 y, segundo, los métodos criminales con los que ese engendro de la invasión norteamericana gobernó la nación.
Su insolencia adquiere dimensiones mayúsculas cuando manifiesta que "Al asumir la Presidencia de la República, mi papá tenía dos opciones: llegar al Poder y convertirse en un indolente más pasándose cuatro años disfrutando las prebendas del cargo, haciéndose de un buen dinero y al final, dejar el país tal y como lo había encontrado. Pero, ejercitar esa primera opción no estaba en la naturaleza de mi padre" (sic) (Pág. 83).
En este segundo capítulo Angelita Trujillo alude muy superficialmente la raíz social de Rafael Leónidas Trujillo Molina, coincidiendo, sin proponérselo, con la definición que Juan Bosch, su más enconado enemigo, hiciera sobre él.
CONTINUAREMOS CON LOS COMENTARIOS AL CAPÍTULO III...
Ing. Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
25 de abril de 2010