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II.- La reelección...

La posibilidad de perpetuarse en el poder mueve a los aprendices de dictadores o caudillos a ingeniárselas para convertirse en los amos de las organizaciones políticas, donde sus voluntades llegan a imponerse incluso por encima de los intereses de la nación. Ni partido, ni país, ni pueblo tienen significado alguno para estas “criaturas”. Lo importante es formar un aparato de incondicionales dispuestos siempre a acatar cualquier expresión, independientemente del contenido de la misma, tenga sentido patrio o no...

La posibilidad de perpetuarse en el poder mueve a los aprendices de dictadores o caudillos a ingeniárselas para convertirse en los amos de las organizaciones políticas, donde sus voluntades llegan a imponerse incluso por encima de los intereses de la nación. Ni partido, ni país, ni pueblo tienen significado alguno para estas “criaturas”. Lo importante es formar un aparato de incondicionales dispuestos siempre a acatar cualquier expresión, independientemente del contenido de la misma, tenga sentido patrio o no, esté impregnada de dignidad o no, posea fundamento o no, tenga carácter científico o no… sea verdad o no. El tráfico de influencias, las prebendas y el ejercicio desproporcionado de la corrupción generan una cadena de vicios y deformaciones sociales que van carcomiendo las estructuras democráticas, al extremo de degradar totalmente las instituciones.

Los serviles que siguen ciegamente al presidente en su afán reeleccionista asumen posiciones completamente vacías, sin fundamentos, simplistas, a tal punto que arrastran su amor propio, poniendo bajo cuestionamiento su intelecto. Sólo alcanzan a generar respuestas torpes, sin fundamentos científicos, tales como: “no es bueno cambiar el caballo cuando se cruza el río”, “hay que votar por el que puede ganar”, “yo no invento”.

…Mucho daño ha recibido la República Dominicana cada vez que un presidente ha pretendido reelegirse. La reelección está teñida de una serie de lacras increíbles… se gasta el presupuesto de la Nación en el afán reeleccionista del Presidente”, afirma el Dr. Hugo Tolentino Dipp, para luego señalar: “Además del uso de los recursos del Estado en proselitismo político, se produce la incursión de militares como una práctica recurrente en los proyectos reeleccionistas; militares lanzados a la reelección, ¿La gente no recuerda a Balaguer?, ¿Los jóvenes no recuerdan eso?, militares con las camisetas rojas (haciendo campaña política a favor del Dr. Balaguer, nh)… hay que recordar los fraudes que cometió para reelegirse una y otra vez”.

Los pueblos que no aprenden de su historia están condenados a repetirla”. Esta célebre cita nos permite buscar en nuestra historia, de donde debemos extraer las mejores lecciones para no repetir los errores que hemos cometido... ¿Y qué nos enseña nuestra historia sobre este tema? Que la reelección presidencial ha sido uno de los peores males para nuestra vida republicana y democrática. Ha parido casi la totalidad de nuestros vicios políticos: la propensión al caudillismo, el afán del continuismo, la tendencia al autoritarismo y la lujuria por el poder, y todos conducen a los gobiernos que se ejercen fuera de las leyes constitutivas del país, que no son más que dictaduras… o tiranías… o autocracias… o despotismo… o totalitarismo; dejamos a la discreción de los continuistas la selección de la palabra que mejor se ajuste a sus intereses. Presidentes que ejercieron gobiernos aceptables degeneraron en verdaderos dictadores. La modificación a la Constitución no ha sido obstáculo para plantear y hacer reformas atropelladas con tal de dejar libre el camino para el continuismo.

Los reeleccionistas -ex asistentes personales del profesor Juan Bosch y muchos funcionarios con sueldos de lujo en un país repleto de necesidades- no pueden recordar -porque no les conviene- que cuando el profesor Bosch fue presidente de la República propició en el Congreso Nacional la Constitución más progresista que conoce hasta hoy la historia dominicana, que recoge una de las pruebas más contundentes acerca de su posición con respecto a la reelección:

TITULO VI, SECCIÓN I, DEL PODER EJECUTIVO.
Artículo 123.- El Poder Ejecutivo se ejerce por el Presidente de la República, quien será elegido cada cuatro años por voto directo, secreto y popular, SIN QUE PUEDA SER REELECTO NI POSTULARSE COMO CANDIDATO A LA VICEPRESIDENCIA EN EL PERÍODO SIGUIENTE.
Este artículo de la Constitución del 1963 no puede ser coyuntural; basta con leer en el libro citado de Felucho Jiménez, página 445, la parte final de la respuesta que don Juan da a la última pregunta de la entrevista: “Antes aun de pasar a desempeñar la Presidencia de la República yo calculaba que el país iba a necesitar de 12 a 20 años para echar las bases de una economía que la llevara a compararse con la (de, nh) Costa Rica de 1960 o la (de, nh) Cuba de 1940; pero nunca pensé en ser yo quien gobernara durante esos 12 o esos 20 años, y la demostración de lo que acabo de decir está en el hecho de que la Constitución de 1963 prohibía tajantemente la reelección”.

Lo lamentable de la reelección es que sus síntomas son muy conocidos, pues el fenómeno se ha repetido tantas veces en nuestra historia que tendríamos que ser retrasados mentales para no advertirlo. Son tantas las veces que en ella encontramos los mismos eventos políticos que necesariamente tendríamos que autodenominarnos “títeres políticos” al servicio del protagonismo de turno, sea el de Pedro Santana, Buenaventura Báez o Ulises Heureaux o el de Horacio Vásquez, Rafael Trujillo Molina o Joaquín Balaguer. Si queremos que la lista termine aquí, se impone, como una medida de salud democrática, la prohibición absoluta de la reelección presidencial o, en su defecto, la negación, por voluntad partidista o popular, a los que pretenden materializar la misma.

Continuará...

Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
3 de marzo de 2007