¿Para qué?
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Hemos hecho un intento agotador por llevarles a nuestros lectores las razones principales del comportamiento en cuestión; hemos realizado varios ensayos, pero llegamos a la conclusión de que todo lo que podamos decir en estos momentos se ha manifestado en ocasiones anteriores con mucha propiedad, sobre todo con la abierta exposición que hace el profesor Juan Bosch en muchos de sus libros acerca de la conducta típica de la pequeña burguesía.
El caso de la doble posición, que consiste en vivir al mismo tiempo en dos niveles, uno social y otro económico; el de la apariencia política, en el que los hombres y mujeres se hacen pasar por revolucionarios y a la vez fungen como agentes del servicio secreto para delatar planes delineados en la organización revolucionaria; el camino de la corrupción, que es el camino idóneo para alcanzar estatus económico, social y político; las prácticas del chisme y la calumnia, muy utilizadas por aquellos que tienen acceso a los medios de comunicación y que sirven para destruir reputaciones y acciones de buena voluntad; la revelación como neo patriotas, definición que se ubica en los que hacen patria comercializando las gestas más valiosas de nuestra historia; la práctica de la mentira, comúnmente usada para aparentar documentación, sabiduría y prestigio social... son muchas de las “cualidades” de la pequeña burguesía.
Habíamos señalado en un artículo publicado en marzo de 1995 lo siguiente: “La pequeña burguesía, en su movilización a otros horizontes, ha arrastrado hábitos, costumbres y patrones de comportamiento similares a los que le sustentan en la patria de origen, pero al mismo tiempo ha desarrollado 'otras virtudes', como por ejemplo la de engendrar seudo defensores que claman por respeto a la comunidad instalada con el único fin de generar riquezas... Su forma de actuar es muy parecida a la del lumpen proletario; en lo que concierne, la nobleza de la acción oculta la intención final”.
Decíamos también, en el mismo artículo, que “...un jefe de Estado ha tenido la osadía de no aumentar los sueldos de los empleados públicos porque estos han oficializado la mala práctica de 'gravar' las funciones que le dan razón de ser”; que “en pleno final del siglo XX se individualizan los medios de transportación (llegándose a extremos donde se han movilizado, en un mismo vehículo de motor -de dos ruedas-, cuatro personas y un cilindro de gas de 100 libras)”; que “el desorden y la falta de autoridad están a la vuelta de la esquina”; que “la baja pequeña burguesía -en sus capas pobre y muy pobre- sobresale por su 'ardua actividad económica, vía el fortalecimiento de la industria unipersonal del maíz, de las frituras... del 'frío-frío'”.
Lo citado no es más que el producto final de cuanto podemos hacer. Cualquier actividad que pueda considerarse normal en el desempeño natural como sociedad escapa a la realidad nuestra. Las actividades atípicas son patrones que definen lo que somos (o típicas en lo que respecta a la definición de que, por composición mayoritaria, la sociedad dominicana es pequeño-burguesa y, como tal, la mayoría de sus actividades se enmarca en lo que ella es). Por eso no es de extrañar que la mayoría de los medios de comunicación en el exterior, y específicamente aquí en Puerto Rico, utilice el chisme y la calumnia como artificios de sobrevivencia. Todavía más, es insólito que se permita que se detracte una persona con méritos más que propios, producto del trabajo realizado en favor de la comunidad, con el consentimiento de los que tienen el deber de manifestar capacidad, madurez, y ecuanimidad y que están al frente de lo que debe ser la parte frontal de nuestra nación: la prensa.
La intención de plantear las causas huelga en esta oportunidad, y quizás en las próximas. Cuando un pueblo no conoce las causas que dieron origen a sus desviaciones está condenado a la mediocridad, y esto es precisamente lo que reflejamos no solamente en suelo patrio, sino donde quiera que instalamos una comunidad. El caso de Puerto Rico no es único; basta con mirar lo que somos en Nueva York, en España, o en cualquier otro sitio donde conformamos núcleos significativos de inmigrantes.
En septiembre de 1995, después de una tormenta que azotó el Caribe, decíamos: “Perdidos estamos en el mundo, por el mundo y para el mundo. Sólo basta una mirada: odontólogos rechazados en España, dominicanas ejerciendo la prostitución en Europa, tráfico de armas usando organismos del Estado dominicano, narcotraficantes en Estados Unidos, ignorancia y desprecio en Puerto Rico, y, como si no fuera suficiente, producto de nuestra lastimosa formación social, fuimos el pueblo más azotado por los huracanes que recientemente pasaron por el área del Caribe. Miramos las islas hermanas y observamos que fuimos los más sufridos en todas las islas afectadas, sin que uno de estos fenómenos naturales haya ejercido su furia en territorio dominicano. Estamos en el momento justo de mirar hacia atrás y reformar nuestra sociedad, para culminar una época inconclusa que pudo llevarnos por senderos definidos de cultura, educación, salud, trabajo y, sobre todo, de patriotismo; de entender que la patria merece un mejor destino y que por ella se hace impostergable la reconstrucción del sueño de nuestro forjador".
Es obvio que mucho hemos hablado de lo que somos como sociedad, y aún más; lo que hemos dicho o escrito no puede compararse con la magistral obra que al respecto ha desarrollado el profesor Juan Bosch. Pero este tipo de lectura que desnuda nuestras realidades no es muy común entre nuestros conciudadanos.
Podemos concluir de dos formas: la primera y más fácil, que sería poniendo en este espacio el titular del presente artículo "¿PARA QUÉ?" y, la segunda, que sería pedir a los que tienen el control de los medios de comunicación que proyecten capacidad, conocimiento y sobre todo dignidad.
Ing. Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
22 de febrero de 1998