II.- De Estados Unidos...
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¿Creen los norteamericanos que era un derecho, que era un deber del pueblo dominicano derrocar al dictador, déspota y criminal llamado Rafael Trujillo Molina? Posiblemente no, pues está tan lejos en la historia la raíz de la aparición de Trujillo en el escenario militar, y luego político, que al norteamericano común se le hace muy difícil leer y enterarse de la realidad histórica de un pequeño país como la República Dominicana. Trujillo es el producto natural de la invasión por las fuerzas de infantería de la Marina de los Estados Unidos, el 16 de mayo de 1916. Fue reclutado por los invasores para “combatir” a los gavilleros y tan grande fue su asimilación que a la retirada de las últimas fuerzas de ocupación en 1924 juró fidelidad a la bandera norteamericana, ya como jefe de una zona militar de las dos que existían en el país. De 1930 a 1961, el dictador Trujillo se convertiría en el dueño absoluto de la República Dominicana. La declaración del 4 de julio no aplicaba al pueblo dominicano, que no tenía ni el derecho ni el deber de derrocar “ese gobierno”. Ese derecho y ese deber correspondían también al sistema norteamericano, que saldría del “benefactor” cuando ya era un obstáculo a sus intereses.
¿Creen los norteamericanos que era un derecho, que era un deber del pueblo cubano derrocar al dictador, déspota y criminal llamado Fulgencio Batista? Estamos seguros de que no, que el desplazamiento de Batista del poder ha creado uno de los traumas más grandes en la sociedad norteamericana y, sobre todo, en las esferas de los poderes económico, político y militar. La primera dictadura de Batista en 1934 fue instaurada bajo las instrucciones precisas de la diplomacia norteamericana. La segunda, en 1952, fue sostenida por los intereses norteamericanos. Tanta influencia tenían que, los jerarcas de la política norteamericana, por un lado, y los jefes de las mafias organizadas en los Estados Unidos, por el otro, hacían de Cuba la cuna de la corrupción imperialista. La declaración del 4 de julio no aplicaba al pueblo cubano, que no tenía ni el derecho ni el deber de derrocar “ese gobierno”.
¿Creen los norteamericanos que era un derecho, que era un deber del pueblo nicaragüense derrocar al dictador, déspota y criminal llamado Anastasio Somoza? Más que creer, afirmamos que no. El hecho de que bajo la administración Reagan hubiese que implementar clases de geografía por televisión para que los norteamericanos conociesen la ubicación de Nicaragua nos lleva a pensar que les importaba un comino lo que sucedía en Nicaragua para las décadas de los años veinte y los años treinta. Somoza es el producto natural de una intervención norteamericana; es la repetición de Trujillo en términos de acontecimientos, salvo que al abandonar las fuerzas de ocupación a Nicaragua, Somoza quedó instaurado como jefe máximo de la Guardia Nacional. La dinastía de los Somoza comienza el 1 de enero de 1937 y se extiende hasta la fecha en que los sandinistas la desplazaron del poder por medio de una sangrienta revolución. La declaración del 4 de julio no aplicaba al pueblo nicaragüense, que no tenía ni el derecho ni el deber de derrocar “ese gobierno”.
Ellos dicen:
“Dios bendice a América”. Pero no se refieren a la América que descubrió Colón, que es la América toda. Se refieren a la América única y exclusiva de ellos. Sería bueno preguntar quién bendice a Haití, a Cuba, a la República Dominicana, a Bolivia, a Ecuador, a Colombia. Interesante sería conocer quién bendice a África, porque parece que ellos tienen la exclusividad de la bendición de Dios.
Y decimos nosotros:
El Libertador sabía lo que harían en nombre de la libertad, el Apóstol conocería tan bien las “cualidades” del monstruo que eternizaría este calificativo para referirse a ellos como un feto deformado, el Padre sería utilizado desde siempre y por siempre... Ellos mienten y abusan, y mentirán y abusarán por los siglos de los siglos.
Fin...
Ing. Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
23 de noviembre de 1997